Un pronóstico

El ministro del Interior extiende muy solemnemente el certificado de defunción del "proceso de paz"; más exactamente, de "este proceso de paz". El presidente del Gobierno continúa enredado en la operación de esdrujulizar las palabras para ver si así las gente se las acaba creyendo. El número dos del PSOE dice cualquier cosa que le parezca astuta y que perjudique al PP, aunque le pregunten por Esquerra Republicana. El secretario general del PSOE vasco anda perdido por ahí, y últimamente ha sido visto haciendo de pinchadiscos en la boda de un correligionario celebrada en un barco por el Guadalquivir.

En estas circunstancias, a primera vista parece que sólo un insensato osaría hacer un pronóstico de lo que vayan a hacer el Gobierno y el partido socialista. Sin embargo, alguno puede hacerse, no de lo que harán, sino de lo que no harán. Y lo que ni el Gobierno ni el PSOE van a hacer, a menos que experimenten un espectacular giro copernicano, será renunciar a defender que es posible acabar con el terrorismo negociando con los terroristas, y adherirse a la tesis contraria: que a la ETA sólo cabe perseguirla y derrotarla con la la ley, la policía y los jueces, y la fortaleza de la unión de los dos grandes partidos nacionales.

Tampoco es que éste sea un pronóstico muy arriesgado, porque para que el Gobierno y el PSOE cambiasen, tendrían que apearse del error de creer que en el País Vasco hay un "conflicto político" separatista que mientras no se resuelva -con la separación, claro está- hace inevitable e invencible el terrorismo de la ETA. Pero si abandonasen este error, perderían unos apoyos con los que cuentan para seguir en el poder. Y eso sí que no. Eso, de ninguna de las maneras.