La política exterior de ZP

   Tengo para mí que en términos de liderazgo político, en materia de política exterior, España atraviesa por una de sus etapas menos brillantes. Cuando Francia, gracias a Sarkozy, ha convertido Paris en la capital política de una Europa que quiere ser amiga de los Estados Unidos y comerciar con China y los Emiratos Árabes, aquí, como gran apuesta alternativa, mandamos al esforzado ministro Moratinos por los caminos de África a forjar alianzas con países como Guinea Bissau y la República Democrática del Congo. Con una línea de política exterior así es difícil que nuestros vecinos europeos nos tomen en serio.

   Quizás por eso, a la hora de buscar gente seria para reflexionar sobre el impacto de la crisis económica que se nos viene encima, Gordon Brown ha invitado a Londres a Merkel, a Sarkozy, a Prodi y a Barroso y se ha olvidado de Zapatero. A lo que se ve, también fuera de España resulta difícil captar el sentido de la cosmovisión del presidente del Gobierno español. Su propuesta estrella -la llamada Alianza de Civilizaciones-, se ha quedado en un fin de semana de relaciones públicas y dos o tres piezas en los telediarios amigos. Poco más; ni siquiera la prensa turca le hizo mucho caso a la cosa pese a que, sobre el papel, Erdogan era el otro socio fuerte de la idea. Si miramos hacia Iberoamérica, resulta que todas las iniciativas de la primera parte de la legislatura encaminadas a sintonizar con el indigenismo emergente -las ayudas a Evo Morales,los abrazos con Correa o el buen rollo inicial con Hugo Chávez-, han ido a parar al sumidero de la Historia tras el también histórico "¿Por qué no te callas" del Rey en Santiago de Chile.

   En resumen: más allá de la retirada de las tropas de Iraq -un compromiso electoral cumplido-, en materia de política exterior, la gobernación de Zapatero no parece que vaya a dejar una huella indeleble en la filosofía y objetivos de la diplomacia del Reino de España.