Imaginen: estaciones de tren abarrotadas, viajeros tirados en la nada sin ni tan siquiera una botella de agua en plena ola de calor, el aeropuerto de la capital del país colapsado por pasajeros que no pueden pasar el control de pasaportes en plena operación salida y que pierden sus vuelos; carreteras que alcanzan su peor estado desde hace cuarenta años, jueces y médicos en huelga, medios de comunicación perseguidos y señalados en sede parlamentaria...
Un país que se va a negro durante veinticuatro horas y dos meses después no se sabe por qué, un gobierno que amnistía delincuentes, aceptando un chantaje, a cambio de siete votos para gobernar. Un presidente que lo es por pactar con los herederos de una banda terrorista con casi mil asesinados y miles de víctimas a sus espaldas y con los que dijo en numerosas ocasiones que “jamás pactaría”. La esposa de ese mismo presidente, de la que está “profundamente enamorado” investigada, su hermano procesado, al igual que su Fiscal General del Estado (porque es suyo ya que depende de él); la vicepresidenta de otro país, en el que se mira peligrosamente y que tiene prohibida la entrada, aterrizando y reuniéndose con un ministro a escondidas sin que se sepa el motivo; las primarias del partido de gobierno, cuando el presidente actual era candidato de ellas, posiblemente amañadas...
Un gobierno que gobierna sin presupuestos, un presidente que cuando comparece es sin preguntas y utiliza la televisión pública para sus “speechs” y el dinero público para hacer encuestas tendenciosas cocinadas y dirigidas por un hombre de su partido. Un secretario de organización y mano derecha del presidente en la cárcel y su predecesor imputado. Un diputado nacional de ese mismo partido que era el Tito conseguidor. Una militante del partido “colocada” en una empresa pública que después se dedicaba a grabar a quien fuese para sacar información comprometida prometiendo pactos con la fiscalía y ascensos. Un portero de discoteca “colocado” de consejero en una empresa de transportes pública y asesor de un ministro. Una mujer “colocada” en una empresa pública que ni pisa, cuyo único mérito para ello es ser pareja de ese mismo ministro.
Unos hombres, miembros del “gobierno más feminista de la historia de la democracia”, que mercantilizan a las mujeres utilizándolas como moneda de cambio en negocios y que no las llaman ni por su nombre cuando es para su “uso y disfrute” haciéndoselo con una, con dos o con tres porque “se enrollan que te cagas”. Un presidente de la Audiencia Nacional que quince días antes filtra una sentencia al gobierno despidiéndose con un “fuerte abrazo y descansa"...
Un presidente que no puede salir a la calle y se atrinchera en un sillón, arropado por sus socios muy conscientes de que no se van a ver en otra, porque quiere librar a sus ciudadanos de la amenaza de otro gobierno que no sea el suyo, aunque sea el que voten ellos legítimamente en las urnas, quizás por eso no quiere someterse a esa “fiesta de la democracia” que son las elecciones.
Un gobierno que culpa a cualquiera que no sean ellos, que se victimiza, que no asume ninguna responsabilidad, que quita al que molesta y así ya nada tiene que ver con él… que está rodeado de corrupción, mordidas, prostitutas, tráfico de influencias, mentiras, sombras de amaños, financiación ilegal… que llegó al poder para limpiar las instituciones y que, sin embargo, todo apunta a que no va a dejar ni una a salvo.
¿Lo imaginan…? Díganme: ¿de país qué estamos hablando?