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El Sahara Occidental: la cicatriz abierta del imperialismo y la traición internacional

viernes 14 de noviembre de 2025, 13:25h

En el tablero geopolítico contemporáneo, pocos conflictos encapsulan con tanta crudeza la hipocresía de la comunidad internacional, como la persistencia de las prácticas coloniales y la sumisión de las democracias occidentales a intereses espurios como el del Sahara Occidental. Es una herida abierta en el flanco noroccidental de África, un testimonio vivo de cómo el derecho internacional y la legitimidad de un pueblo pueden ser sacrificados en el altar de la realpolitik y los beneficios económicos y estratégicos a corto plazo. El pueblo saharaui, con sus legítimas aspiraciones a la independencia, se ha convertido en la víctima propiciatoria de un nuevo y descarado imperialismo, cuyo principal beneficiario es el Reino de Marruecos.

La Traición Originaria: España, Potencia Administradora Fantasma

Para comprender la tragedia saharaui, es imperativo comenzar por España. No como un mero actor más, sino como la potencia administradora según el derecho internacional, un estatus que nunca ha sido legalmente extinguido. Madrid, sin embargo, ha actuado durante décadas con una esquizofrenia política que oscila entre una simpatía retórica y una traición práctica. La Marcha Verde de 1975, orquestada por Hassan II, y los Acuerdos Tripartitos de Madrid de ese mismo año, mediante los cuales España, con Juan Carlos a la cabeza en un acto de cobardía y complicidad, entregó de facto el territorio a Marruecos y Mauritania, marcaron el punto de no retorno.

Esta traición originaria no fue un error, sino una elección estratégica tomada en un contexto de transición política interna y de presión internacional. Hoy, ese legado envenenado persiste. El actual presidente del gobierno de España, ha dado un giro de 180 grados, alineándose explícitamente con la postura marroquí de la “autonomía” bajo su soberanía. Este movimiento, justificado con el eufemismo de ser “la más seria, creíble y realista”, no es más que la capitulación ante un chantaje premeditado. Marruecos ejerce una influencia profunda y multifacética sobre España: mediante el control del flujo migratorio, una relación económica asimétrica y, lo más crucial, a través de una red de influencias en las altas esferas del poder, particularmente dentro de la secretaría general del PSOE. Las numerosas sospechas de espionaje consentido –el uso del software Pegasus contra autoridades españolas–, favores políticos y negocios opacos entre las élites de ambos países, pintan un cuadro de una relación tóxica donde la soberanía española para tomar decisiones independientes está gravemente comprometida. La amistad personal entre las casas reales actúa como el lubricante de esta maquinaria, blanqueando una dependencia estratégica que se paga con el precio de la dignidad y el derecho de un pueblo amigo.

El Consejo de Seguridad de la ONU: La Legitimación de la Ocupación

Si la traición de España fue el primer acto, la complicidad del Consejo de Seguridad de la ONU es el segundo y más devastador. La Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (MINURSO), creada en 1991, tenía un mandato claro y específico: celebrar un referéndum de autodeterminación. Tres décadas después, ese referéndum es una quimera. Marruecos, con la complicidad de Francia, su principal valedor en el Consejo Permanente, ha bloqueado sistemáticamente todo avance, dilatando, obstruyendo y vaciando de contenido el mandato de la MINURSO.

La última resolución del Consejo de Seguridad es un ejemplo paradigmático de esta abdicación de responsabilidades. Con la abstención de Rusia y China –potencias que, en su retórica antiimperialista, deberán explicar su falta de apoyo a un proceso de descolonización– y, de manera aún más significativa, con la ausencia de Argelia, el principal apoyo regional y logístico del Frente Polisario, el Consejo ha prolongado una misión que ha perdido su razón de ser. Esta ausencia de Argelia, en un momento crítico se debe a su negativa a reconocer la resolución del citado Consejo y no acatarla. No a un acto de abandono, al contrario Argelia y otros estados africanos han respondido duramente contra esta declaración.

El mensaje es claro: el derecho a la autodeterminación es negociable. Puede ser pospuesto indefinidamente en favor de la “estabilidad” de un régimen aliado. Esta estabilidad, sin embargo, es la de un régimen corrupto y autoritario, el de Mohamed VI, que controla férreamente el país y utiliza la causa del Sahara como un elemento de cohesión nacionalista para desviar la atención de sus graves problemas internos. La comunidad internacional, con su inacción, no solo legitima la ocupación, sino que premia la intransigencia.

La Estrategia Marroquí: Colonialismo de Población y Lavado de Imagen

Marruecos no se ha limitado a ocupar el territorio. Ha implementado una estrategia meticulosa y brutal de colonización, siguiendo manuales ya vistos en otros conflictos. El envío de cientos de miles de colonos marroquíes al territorio ocupado, incentivados con subsidios y vivienda, tiene un objetivo explícito: alterar la composición demográfica y hacer inviable cualquier futuro referéndum. Es un intento de borrar la identidad saharaui y convertir un conflicto de descolonización en una disputa territorial entre dos estados.

Paradójicamente, mientras Marruecos ejecuta esta política colonial, intenta presentarse ante el continente africano como un actor clave. Sin embargo, está fuera de la onda anti neocolonial y panafricana que recorre África. Su régimen es un anacronismo. Es una monarquía que ejerce un control absoluto, un aliado de las potencias occidentales tradicionales (Francia y EEUU) en un continente que cada vez les da más la espalda, y una potencia árabe que colabora abiertamente con el sionismo, tras la normalización de relaciones con Israel. Esta alianza, impulsada por la administración Trump a cambio del reconocimiento estadounidense de su “soberanía” sobre el Sahara, sella una asociación entre dos proyectos de ocupación: el israelí en Palestina y el marroquí en el Sahara Occidental. Marruecos se consolida así como el gendarme de los intereses franceses y norteamericanos en la región, un peón de lujo en un tablero donde la voluntad de los pueblos es lo de menos.

El Regreso a la Lucha Armada: La Respuesta de un Pueblo Harto

Ante este muro de dilaciones, traiciones y complicidades, el Frente Polisario, legítimo representante del pueblo saharaui, anunció en noviembre de 2020 el fin del alto el fuego y el regreso a la lucha armada. Esta decisión, tomada tras un ataque marroquí a civiles saharauis en el paso de Guerguerat, no es una elección, sino una consecuencia inevitable. Es la respuesta de un pueblo que, tras 30 años de confiar en la vía diplomática y pacífica, solo ha cosechado promesas rotas y el endurecimiento de la ocupación.

La comunidad internacional, cómplice de esta situación, ahora se alarma por el resurgimiento de las hostilidades. Pero la responsabilidad recae enteramente en aquellos que han permitido que la situación llegue a este punto. El mensaje del Polisario es claro: si la paz no trae justicia, la lucha es el único camino. El acuerdo de la MINURSO, ya moribundo, ha sido echado definitivamente al traste por la intransigencia de Marruecos y la cobardía de sus garantes.

Conclusión: La Causa Saharaui, Espejo de Nuestra Propia Dignidad

Frente a esta arquitectura de la injusticia, se alza la dignidad inquebrantable del pueblo saharaui. Y, de manera esperanzadora, frente a la traición de sus gobiernos, se alza la solidaridad inquebrantable del pueblo español. Los numerosos vínculos –los programas de “Vacaciones en Paz” que acogen a niños saharauis, las asociaciones de amistad, el trabajo incansable de colectivos de solidaridad– son un testimonio de un lazo humano que trasciende la mezquindad de la política oficial. El pueblo español intuye, con una lucidez que a sus líderes les falta, que la causa saharaui es justa.

El paralelismo con Palestina es ineludible y profundo. En ambos casos, estamos ante un pueblo desposeído de su tierra; una potencia ocupante que actúa con impunidad; una estrategia de colonización de poblaciones; y una comunidad internacional que, lejos de aplicar el derecho internacional, lo subvierte para proteger al agresor. Apoyar la causa saharaui no es solo un imperativo moral, es una lucha contra el orden neocolonial que hoy representa Marruecos, con el respaldo de Washington, París y, lamentablemente, Madrid.

La solución pasa por exigir a España que asuma su responsabilidad histórica y legal, presionar para que la MINURSO recupere su mandato original de celebrar un referéndum, y aislar diplomáticamente a Marruecos hasta que cumpla con el derecho internacional. Mientras eso no ocurra, la lucha del pueblo saharaui, SEA pacífica o armada, y dado que en estos momentos es con las armas, hay que apoyar Al Ejército de Liberación Popular Saharaui (Fuerza armada de la RASD) en su lucha por la liberación del territorio. Será la lucha de todos aquellos que creen en un mundo donde la justicia y la soberanía de los pueblos no sean moneda de cambio. Su resistencia es el espejo en el que debemos mirarnos para no olvidar qué lado de la historia queremos ocupar.

Carlos Martínez García

Politólogo y ex portuario. Miembro de la plataforma socialista pro PSF.

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