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Hacer un país serio

Hacer un país serio

martes 12 de febrero de 2008, 13:45h
Cuando hablamos de un país serio no sólo nos referimos a una nación que respete las reglas que hacen digno y atractivo vivir en ella, sino también que sea respetada por el mundo organizado, sujeto a las reglas de la convivencia internacional. En rigor, una cosa debería ir con la otra, ya que la vocación ciudadana por encuadrarse en las reglas institucionales y económicas de los países exitosos, en el marco de la democracia y la libertad, debería dar lugar a gobiernos correctos tanto en lo interno como en lo externo. Sin embargo, la propaganda oficial, la falsificación de la información y el populismo, así como la aparente bonanza económica lograda por políticas cortoplacistas, puede generar respuestas  internas mayoritarias de apoyo a políticas erradas. De esa forma y aunque se destruya el futuro y se comprometa la democracia, se pueden ganar elecciones. Lo estamos viviendo desde la instauración del kirchnerato.

Por este motivo, el termómetro de la percepción internacional es más confiable que las mediciones domésticas de apoyo al gobierno. La globalización de la información permite hoy que haya suficiente conocimiento de lo que sucede en cada país para que la comunidad internacional fije posiciones de consenso y las refleje en los organismos multilaterales o en las relaciones bilaterales. En las cuestiones económicas y financieras es donde las opiniones se traducen con la mayor crudeza y sinceridad. Allí donde se ponen en riesgo inversiones y deben decidirse préstamos, es donde llega la hora de la verdad. No hay espacio para actitudes declamatorias o expresiones diplomáticas de amistad.

La Argentina, o mejor dicho su gobierno, no ha respetado en estos años las reglas de convivencia internacional. No lo ha hecho en el trato personal, como lo fueron los desplantes y recurrentes signos de mala educación del ex presidente Néstor Kirchner frente a interlocutores y visitantes internacionales. Ha practicado hechos de inoportuna y gratuita agresión, como el apoyo oficial a la contra cumbre de Mar del Plata o el acto chavista en Ferro cuando el presidente Bush se acercó al vecino Uruguay. Tensó reiteradamente las relaciones con nuestros vecinos, privilegiando el eje diseñado por Chávez, que justamente no recogió la adhesión de los gobiernos socialdemócratas pero serios, como Chile, Uruguay y Brasil. Permitió que un grupo de asambleístas corte fronteras y emita salvoconductos, en el más absurdo planteo ambientalista que ningún gobierno serio hubiera tratado como lo ha hecho y lo hace el kirchnerato.

En la semana anterior se conoció una nota del Fondo Monetario Internacional a nuestro gobierno solicitando seriedad en la información oficial económica y social. El gobierno naturalmente ha buscado la descalificación del originador de esta inquietud, pero le resulta difícil. La falsificación del índice de precios y de otros datos es ya una realidad indiscutida. Los propios técnicos del Indec lo declaman a viva voz y a pesar de ello Cristina Kirchner ha continuado con esta práctica fraudulenta. Sólo el temor y la obsecuencia amortiguan los ecos internos, pero la verdad es que esto es una vergüenza que no registra antecedentes de semejante calibre en nuestra historia. Por otro lado el gobierno ha visto que es inevitable negociar la reestructuración de la deuda en default con el Club de París y ya nos hicieron saber que no modificarán su norma de que previamente sea el FMI el que dictamine sobre la capacidad de asumir compromisos. Para desazón de nuestra Presidente, la presencia del socialista Strauss Kahn en la conducción del organismo no cambia esta regla.

Manuel A. Solanet
Presidente de la Fundación Futuro Argentino
www.futuroargentino.com.ar
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