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EEUU y España: Debates de aquí y de allá

martes 26 de febrero de 2008, 03:50h

Las comparaciones son odiosas, pero cuando se trata de las campañas electorales de dos países tan disímiles –en todo, absolutamente todo– como España y Estados Unidos, también puede ser interesante ver cómo cada quien maneja una misma herramienta política.

El presidente de gobierno español y candidato presidencial por el Partido Socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, y el candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy, sostuvieron este lunes un debate televisado que causó mucha expectativa en España, entre otras cosas porque han pasado 15 años desde la última vez que los españoles vieron enfrentarse cara a cara a sus candidatos presidenciales.

En Estados Unidos, sólo los precandidatos demócratas llevan ya 20 debates, sin contar las casi dos decenas que también sostuvieron los republicanos, a lo largo de los últimos 12 meses, con motivo de las elecciones presidenciales del 4 de noviembre.

John McCain, Hillary Clinton y Barack Obama son los sobrevivientes de esos encuentros que al principio involucraban demasiados aspirantes como para recordar los nombres de todos. Tras el proceso de primarias que ha llevado a McCain a convertirse en el claro candidato republicano, son Clinton y Obama quienes todavía protagonizan debates en los que no siempre hay un claro ganador.

Es cierto: Clinton y Obama pertenecen al mismo partido y todavía son precandidatos, al contrario de Rodríguez Zapatero y Rajoy que luchan, sin intermediarios, por mantenerse en la Moncloa, el primero, y por convertirse en el próximo presidente de gobierno, el segundo.

Sin embargo, está claro que en muchos detalles, los medios de comunicación de Estados Unidos que organizan los debates y los aspirantes presidenciales que participan en ellos, hacen gala de una habilidad y una experiencia que supera lo que vimos este lunes en España. Los medios porque explotan al máximo la puesta en escena –cada debate es un espectáculo que atrae millones de espectadores en todo el país–, y los candidatos porque hacen uso de su habilidad retórica y su capacidad para reaccionar rápidamente a las preguntas de los moderadores.

A diferencia del debate de este lunes en España, extremadamente preparado de antemano, con las condiciones del encuentro pactadas, y al que los candidatos llegaron con cada palabra medida, la dinámica de los debates en los que se enfrentan los aspirantes a la Casa Blanca suelen incluir dos periodistas haciendo preguntas y un moderador que no sólo mide el tiempo, sino que además complementa los temas con preguntas adicionales.

Es decir, un sistema en el que los medios y los candidatos están más expuestos a la sorpresa, porque estoy segura de que un periodista de la CNN que tuvo que regañar a Hillary Clinton cuando ésta intentó hacer propaganda al final de un debate, no esperaba tener que decirle, “senadora, aquí las despedidas las hacemos nosotros”.  

Y nada de pasar el día alejado de las obligaciones laborales y políticas el día del debate para descansar y llegar relajado, como hicieron Zapatero y Rajoy. En los últimos dos debates, Barack Obama y Hillary Clinton llegaron al lugar del encuentro con la misma corbata él y el mismo traje de chaqueta ella con los que habían estado animando a los votantes durante todo el día, porque en este país de 300 millones de personas no hay tiempo que perder. Eso sí, se presentaron ante las cámaras con las ojeras bien maquilladas y muchas tazas de café en el cuerpo para no bostezar.

Ahora bien, lo que protagonizaron Zapatero y Rajoy fue un debate, en todo el sentido de la palabra, y no una conversación a medias tintas como las que vemos en Estados Unidos. En España los dos candidatos estuvieron sentados uno frente al otro, dirigiéndose los ataques y acusaciones directamente y respondiendo punto por punto.

Zapatero y Rajoy se atacan el uno al otro cuando hacen campaña y dicen barbaridades de su oponente, y han vuelto a hacerlo cara a cara frente a todos los españoles: se llamaron mentirosos, hipócratas, inútiles y mentirosos otra vez.

En Estados Unidos las cosas son distintas: a los estadounidenses no les gusta ver a sus candidatos polemizar públicamente. Los pone muy nerviosos. Y está claro que verse obligado a contenerse no debe ser sano para los candidatos. Hace mucho tiempo que Hillary Clinton tiene ganas de cantarle a Barack Obama unas cuantas cosas y provocar en él una respuesta firme durante un debate, pero las veces que lo ha hecho, el análisis posterior la desfavorece.

Entonces nos toca ver y oír a las candidatos tirándose los trastos por separado durante sus campañas, para luego verlos sentados uno al lado del otro –como si fueran niños de escuela compartiendo el mismo pupitre– sonrientes y diciéndose cosas como “estoy muy honrada de estar aquí con Barack”, mientras que Obama empieza a cansarnos con una frase que ya ha repetido al inicio de los últimos dos debates: “era amigo de los Clinton antes y lo seré cuando termine la campaña electoral”.

Un debate como el de Zapatero y Rajoy hubiera escandalizado al votante más liberal en Estados Unidos, porque aquí es la retórica emocional la que funciona. Sin embargo, la frase de “nosotros [ella y Obama] vamos a estar bien, lo que debe preocuparnos es si el pueblo americano va a estar bien”, que Hillary usó en el último debate con lágrimas en los ojos y que arrancó el aplauso de los asistentes, provocaría las risas del cínico electorado español.

Aunque después de escuchar hablar a Rajoy al final del debate sobre una niña que nace en una España que le ofrece esperanza y protección, empiezo a pensar que el candidato del PP cree que la estrategia de Hillary podría funcionar.

(La autora es periodista y editora de Diario Hispano de Nueva York)

 

 

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