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Otra vez

viernes 07 de marzo de 2008, 18:01h
Y van dos elecciones generales en las que la única reflexión posible es el dolor, la rabia y le necesidad de aferrarse como sea a la esperanza. Vuelven -otra vez- las condenas, los anuncios, el silencio de las manifestaciones, las declaraciones solemnes y los gestos. Vuelve el tiro en la nuca en esta ocasión contra un trabajador que "se había atrevido" a ser concejal en Mondragón por el Partido Socialista y eso, en Euzkadi, es ya colocarse en la diana de los terroristas de ETA y sus secuaces. Se llamaba Isaías Carrasco y desde 2007 se ganaba la vida en la cabina de una autopista cobrando el peaje.

Y hoy toca reflexionar y sería bueno hacerlo pero no sólo sobre el partido que al que votar sino sobre qué exigir a los hombres y mujeres que salgan elegidos el domingo. No se trata de pedir más allá de lo justo y hoy, lo justo, es lo  mismo de siempre, algo tan elemental como la unidad de todos frente al terrorismo. Que al menos por la memoria de tanto muerto, de tanto asesinado, nunca más volvamos a asistir al triste espectáculo del enfrentamiento sobre quien ha roto el pacto, que nunca más esta sangría sea capaz de enfrentar a los que defienden la libertad. Es algo a lo que tiene derecho la sociedad española y la próxima legislatura debe ser el comienzo tras el tremendo borrón de la que hemos pasado.

También sería útil que el Gobierno vasco entendiera que no basta con condenar un asesinato para luego abonar las sospechas sobre si hubo o no torturas a dos asesinos. La tortura hay que investigarla siempre y erradicarla de raíz, si es que existe. Pero ante la muerte cierta, mejor esperar a que se confirmen otras sospechas. Y este ejemplo sólo es una anécdota frente al comportamiento del PNV en lo que está ocurriendo en Euzkadi desde hace demasiados años.

Me gustaría oír al Lehendakari decir que hoy por hoy en la País Vasco hay déficit democrático, que no hay la libertad necesaria ni siquiera para hacer un simulacro de referéndum porque ser ex concejal del PSOE es jugarte la vida y perderla de tres tiros por la espalda. Muchos son lo que han caído, demasiados para andarnos ahora con filigranas de consultas populares ni aun disfrazándolas de atajos para la paz. Aquí solo ocurre una cosa: que hay unos asesinos dispuesto a matar y demasiados ciudadanos en el punto de mira de sus pistolas. Aquí ocurre que no puedes decir lo que piensas en voz alta porque te la juegas y que si quieres ayudar a tu pueblo y vas de concejal a un ayuntamiento, ya sabes que deberás ir escoltado, cambiar de itinerario y mirar cada día los bajos de tu coche.

Y todo eso, Lehendakari, no es libertad; en Euzkadi funciona la dictadura del miedo y eso lo sabe usted y los saben los cientos de familias víctimas del terrorismo y lo sabemos todos. Podemos seguir fingiendo que no pasa nada, que son un grupo de indeseables que en absoluto pueden condicionar nuestra vida, la vida de cada día en cada rincón de Euskadi. Podemos; pero es mentira. Quien afirme hoy que en el País Vasco hay democracia, sencillamente, miente porque falta lo más elemental: la libertad. Jamás he escrito ni he pensado que el nacionalismo tenga nada que ver con ETA; pero siempre he creído y sigo creyendo que en sus manos está, en buena medida, la solución a este drama feroz, salvaje e inútil. Y la solución, Lehendakari, no es precisamente un referéndum.
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