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Pues lo siento, pero Ruiz Zafón se repite

Pues lo siento, pero Ruiz Zafón se repite

Carlos Ruiz Zafón
El juego del ángel
Ed. Planeta, 667 páginas
24,5 euros

domingo 20 de abril de 2008, 11:13h
Pues sí, siento mucho decirlo, porque este escritor apunta maneras de enorme novelista, porque pienso que el éxito no se le ha subido del todo a la cabeza y porque se ha realizado un importantísimo esfuerzo editorial. Lo siento porque la novela me ha atrapado desde el comienzo, porque alguien va a decir que ya estamos machacando al triunfador. Lo siento, pero Carlos Ruiz Zafón se repite, y leyendo ‘El juego del ángel’ (un millón de ejemplares de tirada) he recordado demasiadas veces a ‘La sombra del viento’ (diez millones de ejemplares vendidos, una sacudida literaria en su momento). No, la una no es continuación de la otra, con lo que mi afirmación es aún peor: no se trata de enmarcar las dos grandes novelas –grandes, sí—en un universo faulkneriano, ni siquiera benetiano –aquella Región en la que se desarrollaban algnos de los tochos de Juan Benet, hoy languideciendo en el olvido--. Ni tampoco borgiano –hay reminiscencias librescas con el mito bonaerense, por ejemplo en el ‘cementerio de lis libros olvidados’--. No: hay repetición de calles, sombras, personajes demoníacos y hasta situaciones.

El juego del ángel’ empieza muy bien y termina muy mal. Poco convincente, diría yo. No es que una novela tenga que transitar por los senderos de lo verosímil, desde luego; Zafón sabe muy bien cómo debe evadirse de la realidad. Pero, simplemente, incluso lo mágico, lo onírico, tiene que hacerse creíble para el lector. Lo otro, recurrir al viejo truco de la inmortalidad, hace que corras el riesgo de que lo que escribes parezca un cuento de niños con aditamentos para mayores con reparos, como antes se decía en las calificaciones morales cinematográficas en las parroquias.

¿He disfrutado leyendo ‘El juego del ángel? Pues claro que sí. Ruiz Zafón tiene oficio y sabe cómo construir un relato que apasiona, aunque los ingredientes de la cocina se hagan demasiado evidentes: no falta nada, incluso la magia y el amor inmarcesible, ese amor total que solamente existe en las novelas de amor. Pero, a la hora del análisis, los agujeros son demasiado patentes.

Y una advertencia a la editorial: he detectado al menos dos faltas de ortografía (‘atajo’ cuando en la acepción usada debería haber sido ‘hatajo’, y ‘urgar’, así, sin ‘h’). Cosa que puede resultar no fácilmente evitable en otras obras, pero que no es admisible en una edición de un millón de ejemplares, lanzada a bombo y platillo, como ya conté en días pasados.
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