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Mejor con los demócratas

miércoles 30 de abril de 2008, 08:53h
Leo en los medios de comunicación españoles, y me cuentan mi familia y amigos, que España se ha dejado contagiar por el entusiasmo con el que se vive la campaña política para escoger al próximo presidente de Estados Unidos. Y tengo la impresión, por lo que leo y por lo que me cuentan, que en España se tiene prácticamente asumido que ese próximo presidente será un demócrata. Y sólo por ir un poco más lejos, las encuestas no científicas de los periódicos -esas que preguntan a los lectores en su portal de Internet “¿Quién cree que será el candidato demócrata en EEUU?”-, me indican que los españoles se han dejado conquistar por el carisma de Barack Obama.

Falta poco más de un mes para que termine el proceso de primarias y seis meses para que los estadounidenses elijan presidente. Y en este punto, ya quisiera yo tener las cosas tan claras como parecen tenerlas en España. Pero lo cierto es que no es así. Asomándose mayo, pienso que la tenacidad de los Clinton todavía puede sorprendernos este verano, y también creo que el pueblo estadounidense, tan sensible al poder del miedo, podría dejar su entusiasmo de lado una vez más, y votar por John McCain en las elecciones de noviembre.

Ello, sin embargo, no me impide aceptar que la percepción y la esperanza de los españoles son sensatas: España tendría muchas más posibilidades de recuperar una relación diplomática abierta y relajada con Estados Unidos si es un demócrata el llamado a ocupar la silla presidencial del Salón Oval el 20 de enero del 2009.

Salvando las muchísimas distancias que separan el espíritu del partido demócrata de Estados Unidos y los principios socialistas del recién reelecto gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en España, lo cierto es que demócratas y socialistas comparten puntos de vista fundamentales, empezando por la guerra de Irak, ese “pequeño” desacuerdo entre Bush y Zapatero que llevó al traste las relaciones entre ambos mandatarios. 

Rodríguez Zapatero cumplió con su promesa de campaña al retirar las tropas españolas que José María Aznar había enviado a Irak tras la invasión del país árabe liderada por Estados Unidos en 2003. El gobierno socialista, como la gran mayoría de los ciudadanos españoles, considera que esta guerra es ilegal. Hillary Clinton y Barack Obama también se oponen a la continuación de la guerra y han prometido retirar las tropas estadounidenses de Irak.  

Por otra parte, aunque para millones de estadounidenses, la palabra “socialismo” todavía es un sinónimo de “comunismo”, son los demócratas, y no los republicanos, los que tienen una política más cercana a España a la hora de proteger a la población en temas tan básicos como, por ejemplo, el derecho a la atención médica. Aunque Barack Obama ha hablado de ello, un sistema de salud sostenido con el dinero de los impuestos de los ciudadanos que cubra por igual a cada uno de los ciudadanos estadounidenses, es todavía impensable. Sin embargo, ambos candidatos demócratas –especialmente Clinton- han hecho de la cobertura médica universal uno de los pilares de su campaña. El propósito de ambos es que los ciudadanos tengan acceso a la atención sanitaria sin tener que vender sus casas para poder pagar una cirugía.

Tanto Hillary como Obama son unos entusiastas de fomentar las relaciones internacionales -Obama casi más que Clinton, aunque ella haya viajado a un mayor número de países- y si bien las relaciones con España no son noticia en la campaña presidencial de ninguno de los dos, es de esperarse que las invitaciones entre la Casa Blanca y Moncloa se reanuden.  

Ahora bien, hay un punto geográfico en el que demócratas y socialistas podrían tener dificultades para encontrarse: América Latina. Mientras España ha procurado fomentar las relaciones con Latinoamérica y Zapatero ha dicho que Iberoamérica es prioridad en su política exterior, Hillary Clinton y Barack Obama miran con mayor atención hacia oriente medio y Asia. 

Como senadores,  ambos se oponen al tratado comercial con Colombia, mientras que Cuba es un punto sensible. Clinton ha repetido en sucesivas ocasiones que, de llegar a la presidencia, las puertas de la Casa Blanca seguirán cerradas para Raúl Castro, una situación que sólo cambiaría en caso de que la isla muestre un cambio de dirección en su política dictatorial y después de un intenso acercamiento diplomático previo. Barack Obama también aboga por un acercamiento diplomático inicial con Cuba antes de que se produzca un cambio en la política actual, aunque sus planes de “tender puentes” hacia los países “enemigos” contempla incluso un nuevo acercamiento con Venezuela, a pesar de Hugo Chávez.

Aunque las relaciones entre los presidentes de España y Estados Unidos se hayan suspendido, ambos países siguen manteniendo fructíferas relaciones comerciales y culturales. Por poner algunos ejemplos muy simples y concretos, es una empresa española la que tiene en Nueva York la concesión para renovar todas las paradas de autobuses y otras estructuras de uso público; el Instituto Cervantes tiene representaciones en cuatro estados; y hace una semana la infanta Cristina y su esposo, Iñaki Urdangarín, estuvieron en Massachussetts con motivo de un viaje de apoyo a la cultura, a la lengua y los intereses económicos españoles en Estados Unidos. Los duques de Palma visitaron la empresa Instrumentation Laboratory, que pertenece al grupo empresarial español Werfen Group, dedicado a la fabricación de aparatos de análisis para hospitales e investigación, y también estuvieron en el Real Colegio Complutense, apéndice de la Universidad Complutense de Madrid instalado en la Universidad de Harvard, y cuyo objetivo es promover la cooperación académica, científica y cultural entre ambos centros de formación superior. 

Si la colaboración fuera de las paredes de la presidencia va viento en popa, ¿por qué preocuparse de que los presidentes no se hablen?

Lo que ocurre es que se ve muy feo que los presidentes de dos países como España y Estados Unidos, que podrían ser aliados en temas globales como la defensa de los derechos humanos, el establecimiento de la paz en puntos conflictivos del planeta o la lucha contra el cambio climático, apenas se hablen. Es muy vergonzoso que George Bush haya tardado cuatro días en llamar a Rodríguez Zapatero después de haber ganado las elecciones del 9 de marzo, y que no se haya cumplido el anunciado encuentro entre ambos durante la Cumbre de la OTAN.  Y creo que nadie ha olvidado el vídeo en el que se ve a Bush entrar en una sala de las Naciones Unidas, espetarle a Zapatero en perfecto español un “Hola, cómo está”, y Zapatero quedarse de piedra, con apenas tiempo para esbozar una sonrisa y tenderle la mano.

Durante su discurso de investidura, Zapatero dijo que es hora de iniciar un nuevo capítulo con Estados Unidos, “desde el respeto mutuo para encarar juntos los retos comunes e intensificar nuestra cooperación”.

Curiosamente, el único que parece estar de acuerdo con él es el candidato republicano John McCain, quien en una entrevista con el diario El País expresó su interés por “dejar atrás las discrepancias con España”, y manifestó su deseo de que Zapatero visite Estados Unidos para tratar “asuntos y desafíos a los que tenemos que hacer frente juntos”.

Pero McCain quiere perpetuar la presencia de Estados Unidos en Irak y, al contrario que España, se opone a un acercamiento con Cuba.

Gane quien gane las próximas elecciones, Estados Unidos tiene que superar la etapa Bush-Aznar. Y España deberá estar dispuesta a un nuevo intento de comunicación y prepararse para ello. ¿Estará ya Zapatero aprendiendo a hablar inglés? 

(La autora es editora de Diariocrítico de Nueva York:
http://www.diariocritico.com/nyc/)
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