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La perversión del pan y el vino

viernes 09 de mayo de 2008, 16:32h
Ser nacionalista ha sido históricamente en nuestro país sinónimo de defensa de un territorio, una cultura y una lengua propia , aderezado convenientemente con el concepto de independencia ,de las que unos han hecho más bandera que otros, según pintaban las circunstancias. Pero también  se ha considerado, desde siempre, a los nacionalistas unos maestros en la utilización del lenguaje, de tal forma que el hecho de no llamar a las cosas  por su nombre  ha sido en ocasiones una táctica para disfrazar  determinadas actuaciones sin causar demasiado revuelo.

Recuerdo lo difícil que me resultaba al principio de mi carrera entrevistar a los nacionalistas vascos porque en la confusión de los términos solían ganarme por la mano en la rapidez de la repregunta. Con el tiempo y a base de oficio, fuí acostumbrándome a discernir el lenguaje del mensaje, simplemente preguntando que querían decir exactamente cuando hablaban, por ejemplo, del "derecho a decidir" y si eso era lo mismo que el derecho de autodeterminación o la independencia. En el fondo me divertía entrando a saco en el apasionante mundo de los sinónimos imaginarios a la vez que ejercitaba el ingenio en un intento de que los lectores descubrieran, a la vez que yo, el enorme esfuerzo de mis entrevistados por maquillar el fondo de la cuestión.

Tras ese trabajo agotador, resultaba un alivio entrevistar a políticos de otros partidos, de carácter nacional, porque llamaban a las cosas por su nombre, aunque lógicamente con mayor o menor acierto según el perfil del entrevistado. He de reconocer que ahora me está pasando con el PSOE lo mismo que antaño me ocurría con los nacionalistas, como si esto de la perversión del lenguaje fuera un virus contagioso y el hecho de haber gobernado con su ayuda en la primera legislatura les hubiera inoculado el mal.

Todo empezó llamando "proceso" a la malparada tregua, "hombre de paz" a un asesino etarra y otras expresiones variopintas para cualquier asunto que pudiera sonar a cesión ante la banda terrorista. Como la cosa del decir "digo donde dije Diego" resultó rentable electoralmente. Ahora la técnica se mejora y amplia, de tal forma que cada vez son mayores las piruetas verbales que se utilizan para ocultar estratagemas. ¿El objetivo? salir del paso y muchas veces describir una realidad pretendiendo hacer la contraria. Si de muestra vale un botón hemos tenido una dosis completa con el Trasvase a Barcelona que, para hacerlo políticamente correcto adaptándolo a la  doctrina antitrasvasista del Gobierno, lo han convertido en una  "conducción temporal "como si el término "trasvase" - del que la ministra del ramo huye como de la peste- fuera una palabra maldita.

Algo similar  ocurre con al cacareada crisis económica que como mucho puede denominarse  "desaceleración". El ministro Solbes ha rizado el rizo  llamando a la crisis " fase bajista del ciclo"o " incidencia en el crecimiento". Todo este esfuerzo para no tener que reconocer que estamos en vacas flacas, que nuestros datos del paro son mas que alarmantes y que la cosa pinta peor que mal.

Se trata en definitiva de cambiar el sentido de las palabras a gusto del consumidor y seguir utilizando el lenguaje como un arma de doble filo. Llamar al  "pan pan y al vino vino" es un ejercicio muy saludable salvo cuando lo que se pretende con el lenguaje no es comunicar sino ocultar. Claro que  nos hemos acostumbrado tanto a llamar "daños colaterales" a las víctimas civiles de crueles guerras o definir acciones  espantosas con nombres como "limpieza etnica "o" guerra preventiva", que todo lo demás nos parece una cuestión menor.
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