¿Dé qué voy a morir?

Un reportaje de John Carlin, publicado en un diario madrileño, nos trae una información vital para esas personas que, arrastradas por una insaciable curiosidad, quieren saber incluso de qué van a morir. Una empresa islandesa, Decode, por la módica cantidad de 636 – y módica en la relación del precio con el servicio prestado - ofrece a cualquier ciudadano  del mundo un perfil genético personalizado. Este perfil, que no puedo dejar de asociar con Perfil del aire, el primer  libro de poemas de Luis Cernuda, quien, por el veneno que las críticas le inocularon en la sangre, se puso muy malito aunque todavía sin ningún riesgo de irse a la tumba, este perfil, digo, se basa en una prueba de saliva. Con esta prueba se analiza el ADN y ofrece indicadores de riesgo fiables respecto a las probabilidades de que el cliente del test esté genéticamente predispuesto a sucumbir a  enfermedades como la  el cáncer, el alzhéimer y cualquiera de las dolencias que desembocan en un infarto. Como ya son muchos de los grandes negocios modernos, a esta empresa se la localiza por Internet y la comunicación se efectúa a través del correo electrónico. ¿Es aconsejable saber qué enfermedad nos va a llevar, con bastante probabilidad, a la tumba? No es mi intención restarle clientes a esta empresa, pero, desde luego, esta prueba puede ser letal para hipocondríacos. Luis Cernuda murió, en 1963, de una dolencia cardíaca, la misma dolencia, por cierto, de la que había muerto su padre hacía ya más de 40 años.