Los acontecimientos se precipitan en el seno del Partido Popular. La baja de María San Gil y el adiós de Ortega Lara, han colmado la paciencia de una parte de la militancia conservadora, que ya no disimula su desafecto por Mariano Rajoy.
Nunca se había visto en España a un partido cuya división interna nace de la crispación que provoca el líder entre un sector de sus votantes. Sí hay memoria de luchas por el liderazgo (Borrell "versus" Almunia; Arzallus vs Garaicoetxea; Frutos vs Llamazares...), pero lo que está pasando en el PP es hasta cierto punto insólito porque,de momento, contra Rajoy, formalmente, nadie ha levantado bandera o lista alternativa. Viven lo que los marxistas denominaban un "momento gramsciano": lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer.
A Rajoy le está saliendo mal su proyecto de supervivencia política porque le ha faltado tacto y hasta decoro a la hora de imputar la derrota electoral a sus más allegados (Acebes,Zaplana,etc) y ,porque la gente que le votó el 9-M percibe, con desazón, que frente a Zapatero volvería a perder .
Sus dudas desconciertan a los militantes; sus contradicciones (Gallardón no, Gallardón, sí), les irritan. Ha convertido al Partido Popular en las casa de los líos. Cuando un líder desune a sus partido, es que su liderazgo es una impostura. Tengo para mí que sólo es cuestión de tiempo -no demasiado- que Mariano Rajoy asuma que en esta crisis el principal problema es, precisamente, Mariano Rajoy. Lo demás vendrá por su propio pie.