Los socialistas valencianos asisten al XXXVII Congreso federal del PSOE con la vitola de la derrota electoral colgada de sus siglas. Desde los comicios generales de 1993, el PSPV-PSOE ha ido tejiendo un rosario de descalabros ante las urnas, sufriendo en sus carnes políticas una pérdida progresiva de poder y apoyo ciudadano inversamente proporcional a los éxitos alcanzados por el PP valenciano en el mismo periodo de tiempo.
El primer triunfo electoral cosechado por José Luis Rodríguez Zapatero en marzo de 2004 rompió con una especie de leyenda política según la cual el PSOE necesitaba ganar en la Comunidad Valenciana para poder gobernar en España. No era cierto. Y, por si restaba alguna duda, los resultados del pasado 9-M ratificaron lo que ya se había apuntado cuatro años antes: al frente del Ejecutivo repetía un Gobierno del PSOE cuyas candidaturas en las tres provincias valencianas, sin embargo, habían “pinchado” clamorosamente… Y ello a pesar de que liderando las mismas, por decisión personal de Zapatero, habían sido situados tres candidatos de lujo y relumbrón: la vicepresidenta Mª Teresa Fernández de la Vega, el ministro de Sanidad, Bernat Soria, y el ex ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla.
La sensación de crisis interna y provisionalidad que han transmitido los socialistas valencianos durante los últimos quince años forma parte del problema pero no lo explica en su totalidad. Es difícil que un partido político, en la oposición, articule un discurso capaz de generar ilusión y entusiasmo cuando padece continuos vaivenes en su dirección y liderazgo: en trece años el PSPV-PSOE se ha visto sometido al gobierno de cuatro gestoras diferentes nombradas para ocupar el vacío de poder provocado por las dimisiones, voluntarias o forzosas, de diferentes secretarios generales. El último episodio de estas características se produjo el pasado mes de octubre, al dimitir Joan Ignasi Pla y nombrarse una gestora presidida por el ex portavoz socialista en el Senado y ex presidente de la Generalitat, el histórico Joan Lerma.
Para los socialistas valencianos este XXXVII Congreso federal es un puro trámite del que no confían extraer demasiado beneficio, pero que dará paso a la auténtica batalla que vienen librando, más o menos taimadamente, desde hace tres meses: la celebración de su propio Congreso previsto para el último fin de semana de septiembre.
De momento, han hecho públicas sus intenciones de aspirar a la secretaría general del PSPV-PSOE tres precandidatos. Se trata del diputado autonómico y alcalde de Morella (Castellón), Joaquín Puig; del presidente de la Fundación “Jaime Vera” , Francesc Romeu, y del alcalde de Alacuás (Valencia), Jorge Alarte. Aunque no debemos descartar la irrupción de nuevas figuras ansiosas de demostrar su capacidad para diseñar una hoja de ruta del socialismo valenciano con la que lograr, por fin, desalojar al PP del gobierno de la Generalitat.
La secretaria de Estado de Cooperación, la alicantina Leire Pajín, figura en todas las quinielas, siendo su principal patrimonio político, dada su juventud, la estrecha relación familiar y de amistad que le une a Zapatero. Éste, por cierto, en las escasas ocasiones que ha girado visita por la Comunidad Valenciana, no ha perdido la ocasión de alabar en público las bondades de su patrocinada, lo que ha llevado a muchos a sospechar si el ánimo del líder socialista no alberga la intención de lanzar a Leire Pajín como candidata socialista a la presidencia de la Generalitat en 2011. Pero eso, ahora, es hablar por hablar.