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La racionalidad de Carme Chacón

La racionalidad de Carme Chacón

martes 01 de julio de 2008, 21:50h
Regreso ayer de la ministra de Defensa tras su baja maternal. Comparecencia de cinco horas ante la correspondiente comisión del Congreso de los Diputados y la exposición de un programa, que es el del gobierno, el de este gobierno, pero que ella debe gestionar.  Entre cambio de pañales, bañitos a la criatura, se nota que Carme Chacón ha hecho los deberes y se ha empapado de la asignatura. Otra no –o sí—pero la ministra es trabajadora y hasta empollona, además de rápida. Aparte de que los asesores están siempre para algo…

Lo que el inclasificable José Bono, a su paso por el ministerio con aire zarzuelero, no supo –y también no quiso— hacer, y que a José Antonio Alonso, su sucesor, no le dio tiempo, lo acomete la ministra. Y por lo dicho –dejando de lado lagunas involuntarias y omisiones voluntarias—parece que se está en el buen camino.

Vayamos a lo que para el columnista es auténticamente importante. La adecuación de las Reales Ordenanzas de Don Juan Carlos I y las ordenanzas particulares de cada ejército al marco constitucional. Ya que fueron promulgadas en 1978 pero antes de la entrada en vigor de nuestra Carta Magna. Esto en primer lugar, a una cabeza de distancia del Estatuto del Militar Profesional, prometido por Rodríguez Zapatero en la anterior legislatura, pero cuyo borrador ha estado –por decirlo en términos castrenses—“rebajado de servicio” hasta la fecha. O durmiendo el sueño de los (in)justos que casi viene a ser lo mismo.

En segundo lugar están, al hilo de la obligatoria Directiva de Defensa Nacional, que debe redactarse y aplicarse coincidiendo con el inicio de cada legislatura, todos los apartados relacionados con presupuestos de material y de personal. Son un tocho, de ello no cabe la menor duda, pero son necesarios. Aquí la ministra va  tener que lidiar por un lado con las peticiones de los Estados Mayores de los tres ejércitos y, por el otro, con el vicepresidente económico Pedro Solbes. Los primeros –entra dentro de la lógica—pidiendo la Luna y las estrellas. El segundo, actuando como Eduardo Manostijeras, recortando lo recortable y lo no recortable. Está en su papel.

Carme Chacón ha anunciado el relevo de los jefes de Estado Mayor del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Es una cuestión de su competencia formal. De hecho, los relevos se han efectuado con normalidad a cada cambio de Gobierno. Quienes llegan a la cumbre de su carrera militar saben que tienen fecha de caducidad. De hecho, almirantes y generales, por ley, sólo pueden estar ocho años en activo, a contar desde el momento en el que se ciñeron el fajín, al alcanzar el empleo de contralmirante o general de brigada. En el aspecto del escalafón –y también de las escalillas internas—los tres relevandos  están ya con un pie en la reserva.

Ciertamente, resulta enojoso para cualquier profesional el ver acercarse la jubilación. Los profesionales de las Fuerzas Armadas no son una excepción. Como todo quisque –seamos serios—tienen una adhesión inquebrantable a la nómina y al escalafón. Y al sumar y poder computar trienios.

La ministra de Defensa, no obstante, cuenta con un amplio plantel de oficiales generales donde elegir a los tres jefes de Estado Mayor. Por primera –y rara, añado—vez los cuadros profesionales son de notable altísimo y, en algunos casos, bastantes casos, de sobresaliente. Las Fuerzas Armadas, en democracia, son un instrumento de la política interior y exterior del Gobierno. Y esto ha empezado a calar entre nuestros militares.

A la que Carme Chacón le coja el tranquillo al lenguaje profesional, huya del voluntarismo y deje de lado algunas cursilerías progres, va a poder hacer un buen trabajo. Con que se convenza de que las FFAA no son una oenegé y se comporte con la racionalidad de la que ha dado muestras en su vida política anterior, va a tener recorrido un buen trecho de ese cincuenta por ciento que le falta. Que esa es otra. Porque Carme Chacón tiene el santo de cara. Ya tiene sabida la mitad de lo que debe hacer como ministra de Defensa. Le basta con no seguir el ejemplo de sus antecesores inmediatos (no cuenta José Antonio Alonso, tanto por su discreción como por el poco tiempo que estuvo como titular de la cartera), a saber: José Bono Martínez (PSOE) y Federico Trillo-Figueroa y Martínez-Conde (PP). Por las esperpénticas actuaciones de ambos al frente del ministerio casi se podía sospechar su condición de miembros infiltrados de la Internacional Antimilitarista.

Que Carme Chacón cumpla honradamente con su trabajo. Y si así lo hiciera, que la Patria se lo premie y los electores la vuelvan a votar. Que de eso se trata.
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