Para el parroquiano desprevenido, la mención de los Ponchos Rojos pocría sonar al nombre de un conjunto folclórico rival de los ponchos blancos que los Kajrkas lucen en sus conciertos. A propósito, ocupa un lugar de privilegio entre los “bushismos” la idea que tenía el creador de los mismos, el actual Presidente de los Estados Unidos de que los talibanes eran un grupo de rock.
Pero, como canta Arjona, “vayamos aclarando el panorama””; y para continuar con los términos musicales, es más apropiado asociar a los ponchos rojos con una banda cuyos instrumentos favoritos no son las trompetas no los platillos sino unas reliquioas percutivas conocidas como mausers, aunque uno de sus ex miembros, ahora Vocepresidente de la República –de Bolivia, puntualicemos- se jacta de haber tocado un instrumento más moderno llamado FAL.
Cuando queda claro que no son una banda, almenos en el sentido musical del término, aflora la ambigüedad, recurso magistralmente manejado por los pobladores de Omasuyos, de donde son nativos. ¿Terroristas?, ¿paramilitares?, “ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario”, parecen responder.
En todo caso, por lo que expresan y por cómo lo hacen, seguramente no son arcángeles arcabuceros. No, estos personajes son, por lo menos, unos pendencieros pintorescos: ¿Qué son pocos?, ¿Qué exhiben armas en desuso?, ¿Qué no molestan a nadie? Probablemente, pero el símbolo y el lenguaje que emplean no pueden ser más amenazadores; remiten a sangre, confrontación, anarquía. Todo ello bendecido por el alcalde de su capital, Achacachi, quien no sólo los justifica sino que se declara impelido a hacer su voluntad so pena de “ser degollado” (sic) si no se cuadra anta la ponchada vermelha. En mi pueblo a eso se le llama asedio.
Hace bien el Gobierno –el ministro de Gobierno, en particular, en esta su primera prueba- en solicitar la entrega de estas aparentemente inocentes armas –se las podría cambiar por charangos de última generación- que, por muy en desuso que estén, el rato que a alguna de ellas se le ocurra funcionar lo de Huanuni va a parecer un juego de canicas a su lado, y de los ponchos rojos vamos a pasar a los Cascos Azules. Por lo pronto, mejor batir pañuelos blancos al compás de una cuequita. (Puka Reyesvilla)