Esos (malditos) catalanes…

No si no tienen remedio… Que los catalanes son muy suyos. No hay más que verlos. Hablan rarito entre ellos. Tienen apego a sus cosas y, encima, al día de su comunidad (regional, por supuesto) le llaman Diada Nacional de Catalunya. Son unos separatistas. Y, además, unos separatistas inconsecuentes, a poco que se fije uno en los resultados electorales de 1977 a esta parte. Sólo un 16% vota por opciones independentistas. ¿En qué quedamos? O España una, grande y constitucional o una Cataluña soberana. Que se aclaren, leñe.
Coges a Jordi Pujol –al que hace la tira el diario ABC nombró Español del Año—y el tipo (y no debe ser cuestión de edad, que ya tiene sus añitos) dice que las relaciones entre Cataluña y España como que van muy malamente. Pero le preguntas si por eso los suyos, los de Convergència i Unió, son soberanistas y va y te dice que nones. Que ellos son nacionalistas catalanes y que no conciben a una Cataluña fuera de España y a una España fuera de la Unión Europea.

¡Ay, esos (malditos) catalanes! Tienen al socialista José Montilla como presidente de la Generalitat. Un tipo que no es de fiar, porque se declara catalán de Iznájar (Córdoba) y, encima, se empeña en que se cumpla el Estatut(o), especialmente en lo tocante a la financiación. Dice el tal Montilla que él fue elegido para servir a los catalanes y que si eso le lleva a tenérselas tiesas con el Gobierno pues qué se le va a hacer (en catalán, què hi farem!), que así es la democracia.

    Esos (malditos) catalanes… Siempre quejándose. Siempre defendiendo su identidad. Y luego, en las elecciones generales, como que el PSOE es el partido más votado en el Principado. Aunque, eso sí, los peperos catalanes las pasen electoralmente canutas. Como les ocurre a los Ciudadanos/Ciutadans.
No, si está bien lo que dice la Constitución sobre las autonomías. Y la milonga esa de las nacionalidades y regiones. Y lo de las lenguas propias. Todo eso está muy bien siempre y cuando esos (malditos) catalanes no pretendan que se cumpla, claro. Hasta aquí podríamos llegar, ¿no? Que una cosa es reconocer los derechos de los demás y otra cosa es que los ejerzan. Y por ahí no hay que pasar, que para algo España es una, grande –lo sería más sin Rodríguez Zapatero—y constitucional. Que lo sabe muy bien Rosa Díez, que es una señora con un pico de oro: las autonomías son intrínsecamente perversas de toda perversidad. O sea, que esos (malditos) catalanes son todos unos perversos. Y, encima, cualquier día de estos La Caixa va y compra España entera…

    [Estrambote histórico de mal café y peor leche: decía Manuel Vázquez Montalbán que lo peor que le puede ocurrir a un paranoico es que le acaben persiguiendo. Algo parecido ocurre, en pleno siglo XXI, con los catalanes. El otro nacionalismo, el español, de no existir Cataluña tendría que inventarla. Dicho sea hoy, 11 de septiembre de 2008, cuando se cumplen los 294 años de la caída de Barcelona frente a las tropas de Felipe V de Borbón. Y eso que los catalanes luchaban a favor del otro candidato al trono de España, o sea, por la Casa de Austria, que llevaba dos siglos reinando…]