www.diariocritico.com

Una noche con El Brujo: ¡Qué buen descanso!

lunes 22 de septiembre de 2008, 13:04h
Rafael Álvarez El Brujo ha vuelto al teatro Infanta Isabel, su refugio madrileño de las últimas temporadas, para presentar “Una noche con El Brujo”, divertido y entrañable bululú en el que rinde homenaje a su familia mientras repasa algunos de los poemas de los Místicos castellanos.
El Brujo es uno y único. Hace tiempo que renunció a trabajar sobre el escenario en compañía. Sus monólogos, difícilmente clasificables aunque lleven títulos como Lazarillo de Tormes, San Francisco o El Contrabajo, se convierten en recitales de cómico que sabe enganchar al respetable desde que aparece en el palco escénico. En la función del domingo, con el teatro lleno, el público aplaudió veintiuna veces durante la  representación. Las conté.

Crítica del descanso
Alude Rafael en su espectáculo a que nunca se ha criticado el descanso de una función. Bueno, ahora sí. Porque lo que él llama descanso, tras un descacharrante prólogo con el brazo incorrupto de Santa Teresa como “leitmotiv”, es la lectura comentada de las “Gracias y desgracias del ojo del culo”, de don Francisco Quevedo. Por si el texto original no tuviera suficiente gracia, El Brujo lo representa, recordándome en algunos momentos el delirante surrealismo de Tip y Coll enseñando a llenar un vaso de agua. Para remarcar la distancia en el tiempo lo hace tenuemente iluminado por una batería de luces que dan del intérprete una imagen de rapsoda al viejo estilo, anterior a la llegada de la luz eléctrica. Máiquez, Emilio Mario, Vico el Grande o Calvo, debieron aparecer así sobre la escena.

Y de postre, la familia
Agotado el capítulo místico Rafael homenajea a su familia, fundamentalmente al padre. O no. Porque en el epílogo deja la duda de si lo dicho anteriormente fue real, o él cree que fue real o el público se ha creído que fue real. En cualquier caso utiliza todos sus resortes para llevar al público desde la carcajada al nudo en la garganta. Las representaciones de sus padres y de su abuela son absolutamente entrañables. Supongo que Rafael no se enfadará si recojo una escena que define a su abuela. Siendo un niño le dijo que ella veía en la oscuridad pero Rafaelito se la cruzó por el pasillo alumbrándose con una vela.
“¿No me habías dicho, abuela, que veías en la oscuridad?, le preguntó el niño.
Sí.
¿Por qué llevas entonces una vela encendida?
Para que me veáis vosotros y no tropecéis conmigo.”
Fellini hubiera rodado una magnífica secuencia con esa anécdota.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios