www.diariocritico.com

1 de Mayo: de la lucha histórica a los desafíos contemporáneos de la clase trabajadora

miércoles 30 de abril de 2025, 09:05h

El 1 de Mayo no es solo una fecha simbólica; es un grito colectivo que atraviesa fronteras y generaciones. Nacido en memoria de los mártires de Chicago —aquellos obreros anarquistas ejecutados en 1886 por exigir la jornada de ocho horas—, este día encarna la resistencia contra la explotación capitalista y la opresión. Sin embargo, en un mundo convulsionado por guerras, precariedad laboral y fragmentación política, su significado exige una reflexión crítica y una reivindicación renovada.

  • La herencia de Chicago y la lucha por las ocho horas: conquistas en riesgo

La victoria de la jornada de ocho horas, arrancada a los patrones tras décadas de huelgas y represión, marcó un hito en la historia obrera. En España, por ejemplo, fue la “Huelga de La Canadiense” en 1919 la que logró imponerla, demostrando el poder de la unidad sindical. Hoy, sin embargo, esa conquista se desvanece bajo la fachada de leyes progresistas. La legislación española establece una jornada teórica de 40 horas semanales y ahora en trance de una mayor reducción, pero la realidad es un infierno de contratos basura, horas extras no pagadas y empleos temporales que condenan a millones —especialmente jóvenes— a una existencia precaria. La flexibilización laboral, promovida por gobiernos y patronales, ha convertido los derechos en "papel mojado", mientras las plataformas digitales y la economía “uberizada” perpetúan formas modernas de esclavitud asalariada.

Este retroceso no es casual: responde a un capitalismo global que, ante sus crisis cíclicas, descarga sus costos sobre los trabajadores. La pregunta es clara: ¿dónde están los sindicatos?

  • Sindicalismo en crisis: atomización, burocracia y la trampa de las "nuevas izquierdas”

El movimiento obrero español enfrenta una paradoja devastadora: mientras la precariedad se expande, la afiliación sindical no supera el 10% del total de trabajadores. Los sindicatos mayoritarios, como CCOO y UGT, han sido acusados durante años de priorizar la negociación con patronales y gobiernos antes que la movilización callejera. Su integración en estructuras de diálogo social los ha desconectado de las bases, especialmente de los jóvenes y migrantes, quienes sufren las peores condiciones. Por otro lado, los sindicatos minoritarios, aunque más combativos, carecen de fuerza real y su energía a menudo se diluye en luchas internas o en ataques mutuos y contra los “mayoritarios”. Hay que buscar la unidad sindical.

A esta debilidad estructural se suma un fenómeno reciente: la irrupción de corrientes "woke" o posmodernas en espacios sindicales y políticos del trabajo. Su enfoque individualista y su obsesión con la identidad fracturan la unidad de clase. En lugar de construir alianzas en torno a la explotación económica común, fragmentan las luchas en mil reivindicaciones dispersas, facilitando que la patronal y la derecha dividan a los trabajadores. Mientras, partidos que se autoproclaman de izquierdas abandonan el lenguaje de la lucha de clases, adoptando un discurso liberal pequeño-burgués que aliena a obreros tradicionales, empujándolos hacia la extrema derecha.

  • Guerras imperialistas y la traición a la solidaridad internacionalista

La Primera Internacional (AIT), fundada en 1864, dejó un mandato claro: "¡Proletarios de todos los países, uníos!". Frente a las guerras entre Estados, llamó a los trabajadores a negarse a matarse entre sí por intereses ajenos. Hoy, ese principio es más urgente que nunca. En Gaza, el ejército israelí —nutrido por reservistas que son trabajadores— comete un genocidio con el respaldo de Occidente. En Ucrania, la OTAN y Rusia libran una guerra proxy que sacrifica a miles de civiles y soldados pobres. En el Sáhara Occidental, Marruecos pisotea la autodeterminación del pueblo saharaui con la complicidad de Europa.

Ante esto, el movimiento obrero debe alzar la voz. No basta con declaraciones tibias: hay que exigir a los soldados israelíes que deserten, a los gobiernos de la OTAN que corten el flujo de armas, y a las multinacionales que dejen de lucrarse con la ocupación. Claro está, esta postura no implica pacifismo absoluto: las guerras revolucionarias (como la resistencia antifascista en los años 30) o las luchas anticoloniales (como la de Argelia, Vietnam, Palestina o el Sáhara) son legítimas. Pero la izquierda debe diferenciar entre guerras de opresión y guerras de liberación, sin caer en el doble rasero de condenar a Rusia mientras se arma a Israel.

  • Reconstruir la clase: ¿Qué hacer?

La crisis actual del movimiento obrero es profunda, pero no irreversible. Urge un proyecto que:

  1. Recuperar los sindicatos como herramientas de lucha, democratizándolos y priorizando la acción directa (huelgas, ocupaciones) sobre el burocratismo.
  2. Tejer alianzas entre generaciones y sectores precarios: riders, temporeros, semiesclavos migrantes, tituladas y titulados universitarios convertidos en camareros, jóvenes sin estudios que son en carne de cañón de especuladores, patronos negreros y narcotraficantes. La clase trabajadora ya no es solo la fábrica; es también el repartidor de Glovo, la cuidadora sin contrato o el jornalero de la informática.
  3. Combatamos el ascenso de la extrema derecha no con discursos moralistas o pensando que la mayoría juvenil tiene problemas de identidad, sino ofreciendo soluciones materiales: vivienda, salarios dignos, derechos laborales.
  4. Revitalicemos el internacionalismo, vinculando la lucha contra la precariedad en España con la solidaridad activa con Gaza, África anti-neocolonial, las luchas latinoamericanas o el Sáhara.

Los mártires de Chicago no murieron por un contrato temporal o un tweet de apoyo. Su legado exige que, en un mundo al borde del colapso, los trabajadores recuperemos la conciencia de que sin lucha, no hay victoria. El 1 de Mayo debe ser, nuevamente, un día de rabia, de organización y de esperanza.

¡Contra las guerras imperialistas! ¡Contra la precariedad! ¡Por un movimiento obrero unido y combativo!

Carlos Martínez García

Politólogo y ex portuario. Miembro de la plataforma socialista pro PSF.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios