Estimado, Pedro,
Hoy soy yo, una ciudadana más, la que te escribe. Ya que tú te tomaste la molestia de enviarnos una carta ¿qué menos que responderte?
Te confieso, presidente, que no he estado entre esas “multitudes” que clamaban para que no les abandonases ni me he dado golpes en el pecho ante la posibilidad de tu marcha. Me parecía que el motivo que aducías era el más poderoso de todos: el motor que mueve el mundo, el que hace que te levantes o te caigas y no tengas ganas de seguir, el que implica compromiso, el que va más allá de un “Te quiero”. El sentimiento más profundo que, cuando es sincero, le da sentido a nuestras vidas: el amor.
¿Quién era yo para manifestarme y condicionar una decisión que tomabas por amor? Y además, por amor a tu esposa, Begoña. No hay una razón más importante que un hombre “profundamente enamorado” tras más de 20 años de relación, toda una heroicidad en los tiempos que corren. En principio, pensé que cuando se es presidente de España, la responsabilidad, el respeto a sus ciudadanos, el interés general, la imagen internacional, el deber y el amor a ese país deberían estar por encima de todo, pero claro, no caí en que ese hombre que llevas dentro tenía que defender a SU mujer, por si ella no podía hacerlo sola, de esos feroces ataques en forma de informaciones y de apertura de diligencias, en un país donde la libertad de prensa es un derecho fundamental y los jueces son independientes ¡qué despropósito!
Y tras esa carta, que según tú ella desconocía, fue TU mujer la que acaparó las portadas internacionales, por la que preguntaba todo el mundo hasta quien no sabía quién era ni tan siquiera le ponía cara, la que abría informativos en todos los idiomas, la que protagonizaba tertulias, crónicas y horas de televisión, la que muchos no sabían a qué se dedicaba y ahora todos saben de su brillante carrera en los últimos seis años. Visto así, podría parecer que la jugada te salió regular y que pusiste a Begoña al pie de los caballos… pero no, seguro que estoy equivocada en mi apreciación.
Igual pensante que a la ciudadanía nos conmoverían tus razones porque ¿Quién no ha hecho una locura por amor? ¿Quién no se ha liado la manta la cabeza alguna vez por la persona a la que amaba? ¿Quién no ha renunciado y renuncia a algo o a alguien por amor? ¿Quién no ha perdido el sueño, el apetito y hasta las ganas de vivir por un desamor?
No sé, Pedro, creo que quisiste romantizar tu decisión y puede que detrás de ella sea cierto que está el amor, pero, después de escucharte, me da la sensación que no es el que creíamos sino el tuyo propio. Tú eres la democracia, tú eres la regeneración, tú eres el verificador de las informaciones, tú eres infalible, tú repartes carnés de periodistas y jueces buenos y malos, tú calificas los medios y los “pseudomedios”, tú te tomas cinco días porque tú lo vales. Tú vuelves para salvar un país que te aclama y va a la deriva siendo tú el que lo gobierna ¡Qué paradoja!
El amor tiene infinitas formas aunque para ti, Pedro, parece que solo tiene una: Te amarás por encima de todas las cosas… y las personas. Lo del prójimo, luego ya si eso.