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Más días que judías

miércoles 29 de enero de 2020, 07:38h

Mil cuatrocientos es la cifra mágica calculada por los encantadores de sueños que acompañan al presidente Sánchez. Quedan establecidos, pues, los límites temporales de la peligrosísima singladura que afronta el nuevo gobierno. Esa cantidad suena bien, muy bien, con la misma armonía que vibran los números que persiguen el gordo de la lotería navideña. Imagínense ustedes a los chavales del Colegio de San Ildefonso cantando tan llamativo guarismo: ¡Mil cuatrocientos…. cuatro años de legislatura!

En ese mogollón de jornadas ejecutivas cabe de todo, desde las maniobras ocultas del golpismo catalán hasta las utopías imposibles de Podemos, caben los pragmáticos sensatos y los aventureros irresponsables, caben las promesas hechas y la traición miserable a lo prometido, caben los perjuros y caben los leales a la legislación vigente.

En términos políticos, como se ha visto tantas veces, el tiempo se alarga o se encoge extraordinariamente. Incontrolable y sutil, puede extenderse por toda una eternidad o convertir el calendario previsto en papel mojado. Lejos de los mil cuatrocientos días anunciados, próximamente, en los primeros meses de la hégira Sánchez, su equipo económico tendrá que negociar con los impropios la Ley de Presupuestos Generales del Estado.

Cuando tal cosa suceda, más temprano que tarde, no le valdrá a Sánchez la mayoría simple que le permitió aprobar la reválida de su investidura, el gobierno tendrá que conseguir la mayoría absoluta de los diputados que se sienten ese día en el congreso. Después, por si no fuera poco lo hecho, tendrá que obtener el visto bueno de los organismos financieros de la Comunidad Europea. Para ganar esa carrera de obstáculos y no quedar descalificado a las primeras de cambio, la coalición de Sánchez necesitará del apoyo activo de Esquerra Republicana.

Ahí radica el problema. Sánchez deberá colarse por la angostura del independentismo catalán y satisfacer el rescate que se le pida. Sabido es, tal y como quedó escrito en el diario de sesiones del Congreso, que la gobernabilidad de España, en toda su extensión y significado, le importa un comino a los pretorianos de Junqueras. Incapaces de remangarse para resolver los muchos problemas de la ciudadanía catalana, poco o nada puede esperar de ellos el resto de los ciudadanos españoles.

Desde que se inició el proceso unilateral de secesión, hace ya más de dos años, la mayoría de los habitantes de Cataluña, nacionalistas o no, han quedado abandonados a su suerte. Con los separatistas no se puede hablar de sanidad, educación, servicios sociales, dotaciones comunitarias o financiación autonómica, su discurso se centra exclusivamente en la autodeterminación de Cataluña y en la libertad de los condenados por el Tribunal Supremo. Aunque haya más días que judías, como decía mi abuela, en esas condiciones es muy difícil, casi imposible gobernar nuestro país mil cuatrocientos días.

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