Una crisis que trasciende las fronteras geográficas. Mientras Europa se sumerge en el seguimiento de sus crisis internas, en el extremo del Cuerno de África se consolidan los rasgos de una nueva catástrofe política y de seguridad, no menos peligrosa que la que estalló en Libia o Siria. Sudán, un país rico en recursos y desgarrado por guerras, vive hoy un rápido proceso de descomposición, no solo debido a la guerra civil en curso desde abril de 2023, sino también como resultado de la lucha por el poder dentro del propio bloque gobernante y del regreso de las fuerzas del islam político al primer plano, con un respaldo claro de potencias regionales enemigas de la estabilidad.
Al-Burhan y las tácticas de desmantelamiento interno
En medio del colapso institucional y de una crisis humanitaria sin precedentes, el comandante del ejército sudanés, Abdel Fattah al-Burhan, ha optado por gestionar la situación mediante una política de “divide y vencerás”, aprovechando las divisiones entre los movimientos armados firmantes del Acuerdo de Paz de Juba.
Mientras el gobierno de Kamil Idris anunciaba su intención de formar un gobierno “tecnocrático”, se intensificó el conflicto entre los dos movimientos armados más destacados que participaron en el acuerdo: el Movimiento por la Justicia y la Igualdad, liderado por Jibril Ibrahim, y el Movimiento de Liberación de Sudán, dirigido por Minni Arko Minnawi. El conflicto se encendió cuando Al-Burhan informó a Jibril que solo obtendría el Ministerio de Finanzas en el nuevo gobierno, algo que este rechazó, insistiendo en conservar también el Ministerio de Bienestar Social. Por su parte, Minnawi pareció dispuesto a aceptar la oferta, dejando atrás a su antiguo socio de negociaciones, lo que indica una división que podría estallar en cualquier momento.
Fuentes sudanesas confirman que Al-Burhan ordenó a la inteligencia militar redistribuir el poder entre los movimientos armados para reducir la influencia de Jibril, lo cual podría detonar todo el Acuerdo de Juba y reactivar el conflicto entre los propios movimientos.
Influencia iraní y el “modelo Hamás” en Puerto Sudán
Lo más grave, sin embargo, reside en los informes que revelan la complicidad de ciertos sectores del poder militar sudanés con proyectos extranjeros, en particular el proyecto iraní, que busca convertir a Puerto Sudán en una base estratégica para las operaciones del “Eje de la Resistencia”, especialmente para reorganizar a la organización Hamás.
Un reciente informe del diario israelí The Jerusalem Post indicó que Al-Burhan, con la ayuda de sus aliados islamistas en Sudán, está proporcionando un refugio seguro a miembros de Hamás en Puerto Sudán, al mismo tiempo que llegan regularmente al país cargamentos de armas iraníes avanzadas mediante vuelos secretos. Una de las imágenes muestra a un combatiente en Puerto Sudán sosteniendo un proyectil similar a los utilizados por las Brigadas Al-Qassam, el brazo militar de Hamás, en Gaza.
Según el sitio Iran International, la Guardia Revolucionaria Iraní ha enviado recientemente varios cargamentos de armas a Sudán, incluidos drones y equipos sofisticados, en un intento por establecer una base permanente para Teherán en el mar Rojo.
Estos acontecimientos colocan a Europa en una posición delicada. Sudán ya no es simplemente una crisis africana aislada, sino una plataforma potencial para exportar el extremismo, amenazar la navegación en el mar Rojo e incluso poner en riesgo la seguridad nacional europea, en caso de repetirse los escenarios vividos en Yemen y Siria.
Divisiones entre aliados y círculos de fracaso autoinfligido
Dentro del poder militar que gobierna el país desde el golpe contra el gobierno civil, las disputas se agravan día tras día. Otros movimientos, como el grupo de Agar, Abdullah Yahya y Rassas, rechazan el aferramiento de Jibril y Minnawi a los ministerios clave y los acusan de connivencia con los islamistas y la inteligencia militar.
La escalada ha llegado a amenazas mutuas, especialmente después de que se filtraran noticias sobre la intención del vicepresidente del ejército, Shams al-Din al-Kabbashi, de reinstalar a figuras controvertidas, lo que llevó a Minnawi a movilizarse contra esta medida con el apoyo de líderes tribales de los beja.
Se trata de una crisis compleja en la que se entrecruzan intereses personales, conflictos étnicos, competencia por los recursos y un proyecto más amplio de desmantelamiento del Estado sudanés, convirtiéndolo en una fachada al servicio de agendas regionales e internacionales sospechosas.
Catástrofe humanitaria encubierta por los conflictos políticos
En segundo plano, la catástrofe humanitaria se agrava cada día. Las inundaciones estacionales se acercan, el cólera se propaga y el hambre amenaza la vida de millones. Más de 33 millones de sudaneses -incluidos alrededor de 6 millones de niños- están amenazados solo por el cólera, según cifras de las Naciones Unidas, mientras el sistema sanitario colapsa por completo y la ONU fracasa en la entrega de ayuda debido a la inseguridad.
En medio de esta devastación, los líderes militares y políticos del gobierno golpista continúan sus luchas por asientos y cargos, olvidando que hay un país que está siendo borrado del mapa y una sociedad que es triturada bajo el peso de la guerra, el hambre y la enfermedad.
Mensaje a Europa
Europa debe entender que ignorar lo que sucede en Sudán no es solo una postura inhumana, sino un error estratégico grave. Abandonar este país a su suerte significará, en el futuro, enfrentar puertos desestabilizados en el mar Rojo, flujos de refugiados sin precedentes y la expansión de grupos extremistas hasta las fronteras del Mediterráneo.
Ha llegado el momento de ir más allá de las declaraciones de preocupación y participar activamente en la presión a favor de un proceso político serio que excluya a los señores de la guerra y reconstruya Sudán sobre bases civiles reales.
Porque Sudán hoy no es solo una crisis africana... sino una amenaza internacional que está a punto de estallar.