ETA y sus objetivos

La alianza entre Pedro Sánchez y Arnaldo Otegi, es decir, entre el gobierno de la nación y los representantes de Bildu –los herederos de ETA-, es un pacto perfecto de intereses. El primero, Sánchez, no podría seguir presidiendo el gobierno sin el apoyo de sus socios vascos, mientras que estos no habrían acercado ya a más del 60% de los presos etarras al País Vasco y Navarra –la mayoría a la prisión alavesa de Nanclares de Oca-, sin ese acuerdo perfecto en el que ganan las dos partes contratantes.

Ni siquiera Nicolás Maquiavelo, el autor que parece sigue a pies juntillas el presidente del gobierno, habría podido creer que, en pleno mes del 25 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, Sánchez se hubiera atrevido a proclamar -en pleno homenaje al concejal asesinado, en Ermua y en presencia de S.M. Felipe VI-, la equiparación de una nación vasca y España. Pero es que -a más a más, que dirían sus otros socios, los catalanes-, a lo largo del mes de julio y en pleno debate del estado de la nación, ha vuelto a defender los pactos con Bildu, la redacción de una Ley de Memoria Democrática redactada al alimón con los proetarras, y a afirmar, con la seguridad y el engolamiento que le caracterizan, que ni existe la banda terrorista ni hay el más mínimo rastro de la banda asesina.

Debe de ser que la presencia del fantasma de Franco, 47 años después de muerto y superada ya la etapa de la posguerra con la proclamación de la Constitución española de 1978, es mucho más perniciosa que la alargada sombra de ETA y sus mil muertos en su nutrido currículum. Por cierto, muchos de ellos compañeros del viejo PSOE, cuyo parecido con el actual hay que buscarlo con extrema paciencia, detenimiento e imaginación tras el paso de Pedro Sánchez por su secretaría general.

No es necesario que seamos nosotros quienes busquemos la réplica a Sánchez. Basta con rescatar unas cuantas preguntas que Carlos García Adanero (Navarra Suma), le lanzó a Pedro Sánchez durante el pasado debate del estado de la nación, sin que recibiese respuesta alguna por parte del aludido. Adanero habló de la "traición" de Sánchez a los votantes y cargó contra el presidente por afirmar que ETA ya no existe. A partir de ahí el diputado navarro formuló unas cuantas preguntas al presidente, cuyas respuestas podemos buscarlas entre todos: “Si ETA no existe, ¿por qué cambió presos por presupuestos?, Si ETA no existe, ¿por qué permiten los homenajes a etarras?, ¿por qué hay aún pintadas de gora ETA?, ¿por qué se da el pésame por la muerte de un etarra?, ¿por qué seguimos aguantando incidentes el 7 de julio?”…

O sea, que ETA existe, que es evidente que está vivita y coleando, aunque haya abandonado las armas. Y -como te digo una co, te digo la o, que diría Sabina-, quien está más muerto que muerto es Franco, pero interesa sacar de procesión a los fantasmas para así distraer al personal, derivar su atención para que no piense en lo esencial. Ahora, por ejemplo, para evitar que vuelva a renacer aquel espíritu de Ermua al que dio origen el vil asesinato de Miguel Ángel Blanco, que pueda quitar el foco de la actualidad a un presidente que no duda en utilizar los mecanismos que sean para conseguir sus objetivos, que no son otros que los de mantenerse el mayor tiempo posible en la Moncloa.