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La vie en rose de Yolanda

domingo 09 de abril de 2023, 10:50h

Escribo esto en plena Semana Santa así es que no tengo más remedio que confesar mis pecados, incluso y sobre todo políticos. Un día no llegué a amar a Yolanda Díaz, pero me la creí, que aún es mucho peor. Su dulzura, su languidez, su cercanía, me hicieron pensar que era de las pocas ministras que se creía su propio discurso, aunque este fuera radicalmente opuesto–al menos distinto–, del que proclamaba en su etapa casi, casi juvenil, aquella en la que no le dolían prendas en proclamar su admiración por Hugo Chaves, el inspirador y prócer de Nicolás Maduro, que es tanto como echarse encima a mucho más de la mitad de la población venezolana, gran parte de la cual hoy tenemos la suerte de que esté entre nosotros, los españoles.

Pero a Yolanda Díaz, después de ese pequeño baño de masas del domingo de Ramos en el Polideportivo Magariños (que no es, precisamente el Palacio de los Deportes, Las Ventas o Vistalegre), ya no le basta con ser vicepresidenta 3ª de un gobierno progresista, sino que aspira a ser la primera presidenta de ese mismo gobierno en España. No digo yo que lo tenga fácil, pero en este país y en los tiempos que corren, nada desdeño como posible. Menos aún eran los que creyeron que Pedro Sánchez desbancara a Mariano Rajoy y, mira por dónde, lo tenemos ya cinco años como presidente del gobierno de España y protagonizando uno de los mayores sunamis políticos del último siglo junto al de la Transición que, a mi juicio y al menos por el momento, sigue yendo varias cabezas por delante del sanchismo.

Para el objetivo político de la rubia comunista gallega no bastan los apoyos de Más País, Más Madrid, Izquierda Unida, el Partido Comunista, o de líderes políticos y mediáticos como Mónica García, Ada Colau, Joan Ribó o Jorge Javier Vázquez. Lo quiera o no, le guste poco o nada, ese objetivo es literalmente imposible sin el apoyo de sus hasta ahora amigos de cama (política, se entiende), las chicas, chicos y chiques de Unidas Podemos. Aunque el blanco inmaculado de la lideresa y el rosa de Sumar, la nueva marca aglutinadora de esa nueva sensibilidad política reunida en torno a la “musa roja”, pretendan gobernar a solas con Sánchez, mucho me temo que a algún tipo de entendimiento habrán de llegar con Iglesias, Montero, Belarra y compañía (pienso en ERC, Bildu y algunos otros partidos nacionalistas más) si lo que buscan es no abandonar la moqueta, el BOE, los coches oficiales y los palacios y palacetes.

Y, además, tendrán que vencer y convencer no solo en las urnas y en el parlamento, sino también ganarse día a día después la simpatía y el calor de la calle, un espacio que, una vez que alcanzaron el poder, se le resiste tanto a Pedro Sánchez, que prefiere sobrevolarla en Falcon o en Puma, como a Pablo Iglesias, mucho más cómodo refugiándose delante de las cámaras de su propio canal televisivo o ante los micrófonos de la Cadena SER.

Podemos cree –y yo también -, que es Sánchez quien está utilizando a Yolanda Díaz para deshacerse de ellos, aun creando frentes casi irreconciliables. Que es Sánchez quién está propiciando ese ascenso aparentemente irrefrenable de Yolanda Díaz como nuevo producto político capaz de ofrecer a los españoles eso tan etéreo como es el flower power, la felicidad, la ilusión, lo utópico. Vamos, que Yolanda quiere reeditar a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, pero en rubio, en guay y apartada de todo lo que parezca falta de transparencia o corrupción, que es el lugar en donde han desembocado también quienes venían proclamando justamente lo contrario.

Lo malo es que este nuevo producto del marketing político perfectamente medido y lanzado a lo largo de estos últimos meses y que ha cristalizado el domingo pasado en el Magariños, es también quién está radicalmente en contra de las empresas del IBEX, y detrás del falseamiento de los datos del paro, con la complicidad del INE al contabilizar a los fijos discontinuos como trabajadores en activo, rebajando así sustancialmente el número de personas desempleadas en España. Eso tiene un nombre, el de Yolanda Díaz, que enfrenta así el marketing político y la realidad, el estatalismo y la libre empresa, el paro y el humo rosa y aparentemente melifluo que, en el fondo, es comunismo de etiqueta y de marca blanca (lo digo por la tendencia a ese color de la señora vicepresidenta), que no permiten nunca que la verdad o la realidad les estropee un buen titular al más puro, ortodoxo y académico estilo marxista leninista, que es el origen ideológico de Díaz, no lo olvidemos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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