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Megalomanías y populismos

lunes 21 de abril de 2025, 10:22h

Estas últimas semanas han sido moviditas en todo el mundo. Turbulencias financieras, caídas estrepitosas de las principales Bolsas del planeta, presiones internas a Donald Trump por parte de sus más fieles aliadosneoliberalcapitalistas, de dirigentes demócratas y hasta de su propio partido por las pérdidas millonarias a las que está sometiendo incluso a los mismos ciudadanos estadounidenses… La consecuencia son nuevos repliegues del mandatario norteamericano y la generosa concesión de otros noventa días más al mundo entero de incertidumbre, de tensión, de caos. Si alguien pensó en algún momento que el presidente de EEUU sabe muy bien lo que se hace me parece que ya habrá empezado a ver tambalearse sus convicciones.

Y, entre tanto, otro presidente impredecible, el nuestro, decide viajar en estos días de zozobra mundial a dos países comunistas, Vietnam y China, sin el conocimiento ni la aprobación previa de la Unión Europea, el principal club del que formamos parte y con el que teóricamente nos unen principios políticos, democráticos , económicos y éticos que debiéramos preservar porque, si nuestro papel en el ámbito internacional es hoy prácticamente irrelevante (gracias a las inoportunas políticas veleta de Sánchez y su fiel siervo Albares), lo único que nos quedaba ya por conquistar es la desconfianza de nuestros propios socios. Pues bien, ya la tenemos.

Que Dios nos pille protegidos de tanto iluminado político porque, de otra forma, me parece que nos esperan días aún más negros de los que ya estamos padeciendo.

Si estos vaivenes de Trump tienen sumida en la más absoluta incertidumbre a analistas, sectores económicos y gobiernos de todo el mundo, incapaces ya de adivinar siquiera cual será la próxima reacción del todopoderoso empresario venido a presidente por segunda vez en Estados Unidos, las salidas del nuestro , no por esperadas dejan de producir más y más perplejidad entre los ciudadanos españoles, y entre sus aliados de la UE a quienes, en buena parte, tenía abducidos hasta hace muy poco tiempo.

Las subidas de precios generalizadas en todo el mundo nos llevarán a una contracción del consumo y, posiblemente, también a una nueva y devastadora recesión mundial a la que tampoco escapará la economía estadounidense. Pues bien, en circunstancias como estas, con las que ya están empezando a operar en sus previsiones estados, empresas e instituciones, lo peor que puede hacerse es actuar por libre. Peor aún en China , declarado enemigo de Estados Unidos, país por cierto que aún mantiene bases militares en nuestro país y que, por el momento, sigue siendo socio junto a España de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Con “amigos” así, a Estados Unidos no le hace falta ya buscarse enemigos.

Trump ha suvertido el orden mundial que venía imperando al menos desde la terminación de la II Guerra Mundial. Lo ha hecho de forma directa y extremadamente rápida y, por supuesto, ha pillado a contrapié a países aliados y enemigos. Pero la pregunta que hay que hacerse ahora es muy clara: ¿para conseguir qué? Mucho me temo que no hay que ir más allá de la propia personalidad de Donald Trump para encontrar la respuesta. El presidente estadounidense quiere pasar a la historia -él mismo lo ha dicho-, como una especie de campeón mundial del buen hacer para su país, quiere volver a poner en todo lo alto a Estados Unidos consiguiendo su plena autonomía y liberándolo de toda dependencia (energética, tecnológica, económica, etc.), de cualquier otro país,sea o no históricamente su aliado. Europa es, posiblemente, quién más va a acusar esta actitud egoísta, insolidaria y surrealista de Trump. Pero al presidente norteamericano no habrá nada que lo detenga para poner su nombre con letras de oro en la historia de Estados Unidos. O eso piensa, al menos.

En eso no se dif erencia mucho de su colega presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, que también pensó algo parecid o hace una década, en la primera invasión de Ucrania, después de haber hecho algo parecido con los georgianos y los chechenos y haber tenido intervenciones militares en África y Oriente Próximo. Él sabía muy bien que si la comunidad internacional no reaccionaba a su gesto hostil de invadir Ucrania, el campo estaba libre. Lo demostró en 2022 con una segunda invasión de Ucrania -esta más profunda y sangrienta todavía que la primera–, para ver así empezar a cumplirse el viejo sueño de revivir la antigua URSS.

Esto último podía preverse, pero lo que a nadie se le había ocurrido pensar es que la amistad o la sincronía personal entre Putin y Trump llevara a éste último a acercar posiciones políticas con el viejo enemigo ruso hasta el punto de convertirse (está muy cercano), hasta en un nuevo y verdadero aliado. Quizás todo dependa de la solución que sean capaces de dar entre los dos a una paz inminente en Ucrania que –quiérase oo no–,pasará por una división en dos del territorio, porque eso tendría después quietecito al gigante ruso si a Trump se le ocurre un buen día hacer realidad sus sueños expansionistas de nuevo emperador anexionándose unilateralmente Groenlandia o ampliando sus influencias en zonas estratégicas como el mismo Canal de Panamá.

A mucha menor escala, claro está, pero también a nuestro presidente, Pedro Sánchez, no le deja conciliar el sueño atisbar si este pueblo, el español, sabrá algún día reconocer su grandeza, su amplitud de miras, sus cualidades de gran estadista, sus enormes y permanentes sacrificios personales y familiares (ahora hace un año que se tomó aquellos falsos días de reflexión que culminaron con una romántica carta a toda la nación), para sacar a España de su insignificancia internacional. Y no piensen que esto es una ironía porque, recurriendo a la hemeroteca, fue lo que él mismo confesó a Maxim Huerta, aquel efímero ministro de Cultura que tuvo la elegancia de dimitir por un quítame allá esas pajas con Hacienda. Cuando lo llamó para decírselo, en lugar de justificar su decisión de aceptarle la dimisión, parece que el presidente preguntó a su exministro qué pensaba él de lo que diría la historia de la etapa Sánchez. Inaudito, sí, pero parece que los gobernantes megalómanos, narcisistas, grandilocuentes , personalistas y populistas están ya empezando a ser plaga.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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