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La universalidad de ser de pueblo

domingo 26 de febrero de 2023, 10:43h

El noveno aniversario de la muerte, el 25 del corriente, de Francisco Sánchez Gómez, Paco de Lucía, se conmemorará con multitud de actos, homenajes y eventos, que coincidirán con la salida al mercado de un disco, Paco de Lucía: The Montreux Years, cuidado recopilatorio de los conciertos del considerado como mejor guitarrista de flamenco de la historia, y mayor virtuoso del instrumento, que a lo largo de los años tuvieron lugar en el prestigioso y mundialmente afamado festival suizo.

Unánimemente considerado como una de las grandes figuras del flamenco moderno y contemporáneo, fue el bruñídor de la reforma y el cambio que llevaron al arte flamenco a dimensiones planetarias, propiciando su inclusión en ritmos en principio ajenos a sus esencias, como la música clásica, el jazz o la bossa nova, en colaboración con figuras de la talla de Carlos Santana, Al di Meola o John McLauglin, al tiempo que innovaba y actualizaba el flamenco clásico a través de sus trabajos con peritos del cante y el toque hondo como Tomatito o Camarón de la Isla.

En sus días, Paco nos dejó escrito que: "Un artista ha de ser fiel a sí mismo, gustarse, creérselo porque así lo refleja automáticamente y llega a todos. Dicen que para ser universal tienes que ser de tu pueblo. Yo creo que si sólo piensas en lo que puedes gustar a los demás te vuelves loco y te pierdes". En estos, la figura de otro gran artista del flamenco, Eduardo Guerrero, alcanza esa fidelidad sublime, que vendría a ser antípoda del fementimiento quijotesto, con un espectáculo Origen, concebido para el escenario del madrileño Corral de la Morería, el tablao flamenco más prestigioso del mundo.

Lo presenta Eduardo, cómo no, desde su pueblo de plata, Cádiz, que de partida tiene sobrados mimbres para aspirar a la universalidad con sus "cantes de Cádiz", un hechicero grupo de palos flamencos en el que reúnen las alegrías, el mirabrás, las romeras, los caracoles, las tosas y las cantiñas. Y lo hace tras recorrer en una extensa gira los teatros más importantes del mundo, para dar por buena la sentencia de Paco de Lucía en una dialéctica de va y viene; de lo local a lo universal.

La crítica docta asegura que, subido a un escenario, Eduardo Guerrero es: "… brutal y radical; baila con rabia y con las vísceras, que en él destacan su técnica portentosa, su zapateado poderoso, y sus giros perfectos, pero que, por sobretodo, jamás pierde la elegancia y el estilo, su seña de identidad".

Reminiscencias del ballet clásico

Desde la sima de mi ignorancia, en la que chapoteo amor y admiración infinitas hacia el flamenco, añadiría, en osadía siempre atrevida, que además de lo dicho, en el arte de Guerrero hay reminiscencias de ballet clásico y movimientos salidos de la Escuela Española de Equitación de Viena. Pero también de la prudencia del umbro Francisco de Asís, "Il Poverello", en un neblinoso día de 1214 y cuando regresaba de rendir visita a su buen amigo el prior de la iglesia de San Martín, templo entonces ubicado en la Plaza de las Descalzas. Le había regalado éste un par de cantarillas de aceite, en correspondencia por los peces del Manzanares que el buen Francisco le había llevado. Haciendo acopio de fuerzas para acometer el penoso ascenso de la Cuesta de Arrastraculos que llevaba a la Morería desde la calle de Segovia, fue a dar con el enjambre del gremio madrileño de ciegos que lo habitaban. Algunos de ellos salieron a su paso suplicando caridad, que el de Asís proporcionó sin demora ungiendo sus ojos exánimes con el aceite previamente bendecido, ya santos éleos, de resultas de lo cuál recuperaron la vista varios de aquellos infelices. Logrado el propósito, Francisco siguió ascendiendo hasta alcanzar los cercados de los yeseros, en la cúspide del desmonte y justo en el lugar donde hoy se halla el Corral de la Morería. Allí se detuvo a recuperar fuerzas y es más que probable que en tal lugar dejara esencias del arte ciclónico pero medidamente refrenado que hoy atesora Eduardo Guerrero. Decía Antonio Gades que: "Lo grande del flamenco es su contención. No llega a explotar, pero hay una energía descomunal, sensualidad y erotismo que vibra todo el tiempo, pero también están la austeridad, el ascetismo". Así es también el hipnótico baile y zapateado de Guerrero, un tornado salvaje en torbellino, pero a la vez espartano y sobrio, que con tanto tino sentenció el gran bailarín y coreógrafo eldense: "Una cosa es zapatear y otra pisotear la tierra. La tierra no se pisotea, se le sacan sonidos acariciándola".

El espectáculo en su conjunto es estupefactivo y apabullante, gracias a Guerrero y por supuesto a un portentoso elenco formado por las cantantes Ángeles Toledano, Ana Polanco y Pilar "La Gineta", el pasmoso y jovencísimo guitarrista Benito Bernal, y la bailaora Sara Jiménez, que acompaña su embrujadora danza con repiques de castañuelas, que en mi memoria vicaria evocan las animadas charlas por las tierras matritenses que unen Chinchón y Colmenar de Oreja, entre los afrancesados, anacreónticos y bucólicos Fray Juan Fernández de Rojas y Francisco de Goya, quien le retrató primorosamente en un magnífico lienzo que hoy cuelga de las paredes de la Real Academia de la Historia. Entre tiro y tiro de escopeta a liebres, conejos y perdices, Juan le relataba a Francisco los pormenores de su obra El triunfo de las castañuelas, dedicada al autor del libro Crotalogía ó ciencia de las castañuelas, Francisco Agustín Florencio, que no era sino él mismo bajo uno de los varios pseudónimos que utilizó durante su carrera literaria. Tiempo y espacio en versos de Juan Ramón Jiménez.

Tan rico y complejo mosaico tiene como telón de fondo, ahora y desde 1956, el lienzo Pelando la pava, original del artista costumbrista Juan Barba, que fue magistralmente restaurado, eliminando capas de hollín, nicotina y suciedades variopintas, acumuladas sobre el original durante décadas, aprovechando que la pandemia había parado el mundo con un hachazo invisible y homicida.

En todo su esplendor, hoy es el paisaje sobre el que se desarrolla el electrizante y bellísimo espectáculo flamenco Origen, del genial Eduardo Guerrero y su equipo, a los que acompañan una interesante oferta restauradora de un chef estrellado Michelin, David García, y la sapiencia telúrica de Santi Carrillo, un sumiller único en el mundo y máximo especialista de los finos de Jerez y los Montilla-Moriles. Pero eso, como diría el ameno y británico Rudyard Kipling, ya es otra historia y además se la debo a mi buen amigo Koldo Royo. En breve.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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