La eliminación de Champions en Milán, la final de la Nations frente a Portugal habían sido, hasta la fecha, las dos únicas grandes decepciones en la fulgurante aparición de Lamine Yamal. Un jugador que presume de ser el mejor y que anoche consideró como un fracaso ser el segundo jugador elegido tras Dembelé en la gala del Balón de Oro y tener el premio Kopa de mejor jugador joven del mundo. Me da igual lo que vendan desde Barcelona o la prensa afín.
Esto del Balón de Oro es un premio que se ajusta a cualquier debate. Elegir el mejor siempre es difícil porque es subjetivo. Y más si lo hace un periódico francés con los votos de periodistas en todo el mundo en plena época del marketing y las redes sociales. Es evidente que Lamine Yamal es el jugador referencia para los jóvenes que se han sumado al fútbol en la última década.
Lo es tanto con tanta diferencia, como escepticismo provoca en los veteranos que han visto jugar desde Maradona, a Messi o a Cristiano Ronaldo. Pero a Lamine no le importa esa opinión. Se sabe superior y confía en sus capacidades, aunque eso puede ser su tumba. Muchos jugadores anteriormente a él prometían lo mismo y el fútbol y la vida les ha puesto en un sitio muy diferente al que esperaban. Manejar el ‘no’ es lo más complicado. Y si bien sus dos fracasos anteriores eran colectivos, esta no elección como Balón de Oro 2025 puede venderse como una derrota individual. Un portazo a sus aspiraciones de conquistar el mundo del fútbol a la misma velocidad que su nombre avanza en las redes sociales. Y encima ver como un ex jugador del Barça, que el pasado año no figuró entre los 30 primeros, es el que le ha quitado ese primer Balón de Oro en sus propias narices. Si Ousmane Dembelé, el mosquito, el jugador que fue un martirio para los aficionados del Barcelona, heló la sonrisa de Lamine Yamal en París ante todo el planeta fútbol.
Las declaraciones del padre, como siempre, no le hacen ningún bien al jugador, pero eso ya parece una batalla perdida y asumida. Sin embargo hace crecer el escepticismo a que su entorno pueda acabar con su calidad. En los aficionados veteranos del FC Barcelona crece una teoría acerca de que no es bueno poner el futuro del club en las botas de Lamine Yamal. Ven con cierto escepticismo todo lo que le rodea ajeno al terreno de juego y saben que eso, tarde o temprano, pasa facturas. De momento habrá que ver cómo gestiona este tercer fracaso y su primer no individual. El club venderá que es un éxito lo alcanzado, pero no se lo crean. Estén atentos.