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Belén napolitano del Palacio Real
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Belén napolitano del Palacio Real

Armar y desarmar el Belén

jueves 04 de enero de 2024, 11:10h

He pasado una semana en Italia y en todos los bares, tabernas, osterías, locandas, tavole calde y trattorías que he visitado, entre muchas y bastantes, el tema recurrente de las charlas parroquianas era la irritación por las medidas antisociales del gobierno que preside Giorgia Meloni. Aunque si en algo he percibido un casi general consenso es en la oportunidad de la reciente disposición de proteger, jurídica y normativamente, los belenes, nacimientos, pesebres o portales, en los centros públicos, especialmente en las escuelas, impidiendo que sus directores o las asociaciones de padres de alumnos “transformen las celebraciones navideñas en inverosímiles fiestas invernales”.

Los italianos, en su mayoría, quieren que se siga manteniendo el Belén a la manera tradicional, con su Sagrada Familia, el buey, la mula, los Reyes Magos, los pastorcillos y las lavanderas con los peces en el río, tal y como lo Representación de san Francisco de Asís, en un fresco en la Basílica de Asísconcibió hace ahora ochocientos años Giovanni di Pietro Bernardone, con el tiempo conocido como Francisco de Asís. Obviamente, hay algunas voces disonantes, tal que la de Riccardo Magi, líder del partido + Europa y diputado de la República, que sostiene que la derecha que encabeza Meloni está llena: “… de hipocresía, rayana en la blasfemia”, porque, para los que promueven hoy esas medidas: “… la sagrada familia que huye de la persecución, probablemente acabaría en un centro de detención, tal vez en Albania, a la espera de saber si un juez de Italia les considera o no dignos de pisar territorio italiano”. Se refiere el político al plan anunciado hace unas semanas de trasladar a tres mil solicitantes de asilo al país que está justo enfrente del tacón de la bota, con el Mar Adriático de por medio.

Antes de seguir con el asunto del Belén y su efeméride, y por si algún desinformado considera que hablar a estas alturas de esta materia a más de una semana de celebrada la Navidad es agua pasada y que no viene a cuento, sépase que la tradición católica dicta que el Belén no se debe desmontar hasta la Candelaria, el día 2 de febrero, que cierra el ciclo navideño en conmemoración de la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén.

Aclarado esto, volvamos a ese diciembre de 1223, hace exactamente ocho siglos, en el que “il poverello” de Asís convenció al noble local que regía los destinos de la ciudad de Greccio, hoy provincia de Rieti en la región de Lacio, para que en un saliente de los montes Sabinos, a 665 metros de altitud, se instalara un nacimiento con figuritas, al efecto de dar a conocer a sus súbditos el contexto humildísimo en el que Dios había decidido que viviera al mundo su bien amado hijo.

La iniciativa tuvo tanto éxito que muy pronto se trasladó a casi todas las iglesias de la cristiandad y ya en el siglo XV empezó a montarse en algunos hogares españoles. Lope de Vega, que vivió a caballo entre el XVI y el XVII, presumía de tener uno espléndido en su residencia con huerto rumoroso de la actual calle madrileña de Cervantes.

Del triunfo del invento, además de a san Francisco, el pionero creador de la representación escultórica y figurativa del hecho del nacimiento de Jesucristo, hay que responsabilizar también al misionero franciscano tinerfeño Pedro de san José de Betancur, también conocido como hermano Pedro y san Pedro de Villaflor, que lo difundió con gran notoriedad en el Nuevo Mundo, al tiempo que se convertía en el fundador de la primera escuela popular para niños y adultos, sin distinción de sexos ni raza, ya que podían asistir niños y niñas, blancos, indígenas, mestizos y negros.

Carlos III y María Gabriela de SajoniaDespués, Carlos III de España, “el rey albañil”, y su esposa, Maria Amalia de Sajonia, que venían de reinar en Nápoles y Sicilia, decidieron, en 1760, introducir el Belén en el madrileño Palacio del Buen Retiro, con los máximos honores y atestado de hermosas figurillas de factura napolitana, dotadas de extraordinarios realismo y expresividad.

Y así siguieron las cosas hasta que, en 2007, Benedicto XVI, de nombre secular Joseph Aloisius Ratzinger y sin duda uno de los más grandes teólogos de los siglos XX y XXI, vino a decir que lo del buey y la mula era una tradición procedente de los Evangelios Apócrifos, que no se ajustaba a lo dicho en los canónicos, especialmente en el de Mateo, por lo que la presencia del bovino y el equino hibrido no se ajustaba a la realidad del acontecimiento.

Poco después se empeñó en demostrar el error de cálculo cometido en su día por el monje matemático bizantino Dionisio el Exiguo, recalculando el nacimiento de Jesús de Nazaret: “… entre los años 7 y 6 antes de Cristo”, cuando, según el astrónomo alemán Johannes Kepler, se produjo la conjunción de Marte, Júpiter y Saturno, junto a la aparición de una supernova; fenómeno singularísimo que en su conjunto dio lugar a la estrella que guió a los Magos hasta Belén de Judea. También, atendiendo al Evangelio de Juan y a sus propios cálculos, cambió la fecha de la última Cena, pasándola del jueves tradicional al miércoles. A mayor desiderátum, el Sumo Pontífice pasó a postular la patria de Magos adoradores en el reino de Tartessos, que los antiguos griegos consideraban la primera civilización de Occidente, lo que de un plumazo los trasladaba desde algún lugar asiático-africano indeterminado al espacio que hoy ocupan parte de las provincias españolas de Badajoz, Huelva, Sevilla y Cádiz. Tal cosa, por otra parte, venía a reconsiderar el pretendido delirio del gran poeta sevillano Fernando Villalón, que, según Rafael Alberti en su autobiografía La arboleda perdida, estuvo a punto de llegar a las manos con el torero Ignacio Sánchez Mejías, por su belicoso y provocador empecinamiento de que los Reyes habían embarcado en el puerto de “la Tacita de Plata” en su camino hacia Belén.

Afortunada o desgraciadamente, que como dijo Rafael Gómez Ortega, “El Gallo”, “tié que haber gente pa tó”, las tesis de Benedicto XVI, no encontraron el menor eco en lo real o concreto, y no cabe descartar que su decisión de renunciar al papado el 28 de febrero de 2013, tuviera algo que ver con el mosqueo subsiguiente del Santo Padre a propósito del ninguneo.

Cuesta de los ciegos, desde abajo y desde arribaLo que ya resulta imposible de demostrar es que la idea de montar el primer Belén de la historia se empezara a gestar en el magín del santo Francisco durante su visita a Madrid en 1217, seis años antes de hacerla realidad, y durante aquellos milagrosos momentos en los que devolvió la vista a unos invidentes que moraban paupérrimamente en la Cuesta de los Ciegos, que hoy asciende desde la madrileña calle de Segovia, junto al viaducto, hasta la plazuela de la Morería. Pero como seguramente diría el mismo poverello de Asís: “Se non è vero, è ben trovato”.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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