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Lo nuestro es pasar

viernes 02 de febrero de 2024, 09:23h
Hotel Florida
Hotel Florida

Inauguramos este febrero bisiesto con el centenario de la inauguración del Florida, “el hotel de los corresponsales”, mundialmente famoso por haber sido el alojamiento señero de un gran número de corresponsales que cubrieron la Guerra Civil española para distintos medios internacionales de comunicación. Morada ocasional de personajes como Ernest Hemingway, Antoine de Saint-Exupéry, André Malraux, Robert Capa, Gerda Taro, John Dos Passos, Martha Gellhorn, Langston Hugues, Virginia Cowles, Herbert L. Matthews, Ksawery Pruszynski, y otros grandes del periodismo, derribado en 1964 para construir los grandes almacenes Galerías Preciados.

Antonio PalaciosCentenario inaugural que, a mayor abundamiento, coincide con el 150 aniversario del nacimiento del arquitecto que le dio forma, Antonio Palacios, diseñador de las primeras estaciones de Metro madrileñas y de su logotipo en forma de rombo, y autor de la traza de tres de los edificios más representativos de la capital de España: el Palacio de Comunicaciones, hoy sede del Ayuntamiento de Madrid; el Hospital de Jornaleros de Maudes, actualmente sede de la Consejería de Transportes de la Comunidad; y la Casa de las Cariátides, que en el presente acoge a la central del Instituto Cervantes.

Cuando derribaron el Florida yo tenía 14 años y mi prima y madrina, María Esther Monzonís, solía llevarme con cierta regularidad a la Plaza de Canalejas para agasajarme con tortitas de nata, tras un paseo de ida y vuelta por la calle de Carretas. Sin embargo, no tengo memoria alguna de aquella demolición.

Sí que recuerdo, como si fuera ayer, el cierre de los Almacenes SEPU en 2002, porque, además de visitarlos con frecuencia en mis años de pellas colegiales, en los días dictatoriales de los sesenta era casi el único lugar donde se podía hacer una bromita ligada al régimen franquista, ya que en tono antifalangista, se decía que a SEPU se entraba por José Antonio (que es como entonces se llamaba la Gran Vía, en honor del fundador de Falange Española José Antonio Primo de Rivera) y se salía por Desengaño, vía paralela a la gran Avenida entre las calles de Valverde y de Concepción Arenal.

La lista de las cosas que han desaparecido entre los años de mi lejana infancia y mi presente senectud, que ya se sabe, porque así nos enseñó Antonio Machado: “Todo pasa y todo queda, / pero lo nuestro es pasar”, sería interminable, pero en mi memoria golpean con fuerza dos productos: Mirinda y Pinrelina. El drama, otrosí, cobra ingente dimensión cuando descubro que estos productos no han pasado, sino que nos los han hurtado vilmente por absurdos y esperpénticos motivos.

MirindaMirinda, que en esperanto es un adjetivo que significa asombroso, magnífico, estupendo y fantástico, era una bebida carbonatada de naranja que anunciaba en la tele de los setenta una suerte de superheroína de mallas ajustadas, minifalda y capa menguada. El spot lo interpretaba una actriz adolescente mexicana de nombre Lucero Hogaza León y nombre artístico “Lucerito”, que cautivó mi juventud casi en la misma medida que el refresco, verdaderamente excepcional. Registrado y patentado en España por PepsiCo en 1957, hubo de enfrentarse a la dura competencia de la marca vitoriana Kas, que un año antes se había presentado en el mercado y a la de Fanta, auspiciada por la todopoderosa The Coca-Cola Company. En 1992, PepsiCo compró Kas, y como quiera que Mirinda ya había triunfado en el mercado internacional, la multinacional decidió, como casi siempre equivocadamente, sacarla del mercado español, a excepción de Canarias, y apostar por Kas en el territorio peninsular. El final de la historia, ciertamente imaginable, es que Fanta se llevó todos los gatos al agua y dejó a PepsiCo compuesta y sin refrescos.

Sentí que había perdido la Mirinda para siempre, pero en 2017 viajé con mi hijo Francisco Almodóvar a Ereván, capital de Armenia, y en el primer supermercado en el que entramos pudimos comprobar que el añorado refresco estaba en todos los lineales y en lugar protagonista. Adquirimos unos cuantos botellones y al poco, mientras mi hereu constataba sus notables excelencias, yo recuperaba satisfechísimo mi memoria del paladar. No tardamos en descubrir que mezclada con el vodka local Artsakh, se obtenía un combinado de máximo nivel. Así, mientras gozábamos de venturosísimas jornadas, me puse a indagar en Internet para descubrir con asombro que aún se comercializa con éxito en más de cuarenta países. Anonadante.

PinrelinaAlgo similar y en tiempos paralelos me pasó con Pinrelina, que en mis años mozos era una crema de inconcebible eficacia para combatir el mal olor de los pies en situaciones extremas, al tiempo que trataba con inusitada eficacia las rozaduras provocadas por los pétreos zapatos de Segarra, las escoceduras provocadas por el deporte practicado con calzado de ínfima calidad, y las grietas que producían las largas caminatas que a diario practicábamos cuando el país estaba escasamente motorizado. La crema era un invento de principios de siglo y de un joven, Manuel Moyano Espejo, hijo y nieto de boticarios del municipio malagueño de Cuevas de San Marcos. Una fórmula magistral a base de glicerina, mentol, aromatizantes, y otros elementos, que, como en cualquier receta de éxito, se mantienen en riguroso secreto.

A principios de los años ochenta del pasado siglo, el entrenador del equipo Interviú Fútbol Sala, fundado en 1977 por el periodista deportivo José María García, prescribía a sus jugadores el uso cotidiano de Pinrelina y en 1997, el ya hacía ocho años Nobel de Literatura Camilo José Cela, cantaba sus excelencias en una entrevista. Pero de pronto, la milagrosa crema desapareció del mercado, arrollada por sustitutos de inferior calidad, pero fuertemente promocionados en medios de comunicación por las poderosas multinacionales que los fabricaban.

Durante años he hablado de la insustituible nobleza del producto a todos aquellos que han tenido la paciencia de escucharme. Siempre con resignación y nostalgia, hasta que de pronto la firma se pone en contacto conmigo por Instagram y me confirma que el producto se sigue fabricando, aunque su clientela prácticamente se reduce a las provincias de Málaga, Córdoba y Granada. También a parte de Cataluña, seguramente como consecuencia del efecto migratorio andaluz de tiempos pasados.

Me atrevo a aventurar que el declive de Pinrelina se debe en gran medida al desprecio por las palabras que en nuestra lengua derivan del caló, como es el caso de pinrel, que la RAE dice heredera del caló pinré, para designar a la extremidad inferior del cuerpo humano. No ocurre lo mismo, sin embargo, con expresiones del mismo origen romaní como chungo, para designar algo malo o difícil; currar por trabajar; molar por gustar y resultar agradable; mangar por sustraer o robar; o cate por suspenso. Sí es verdad que han perdido presencia en lo coloquial expresiones como pureta para nominar al anciano; chingar como práctica del coito; diñar por morir; o hacer el paripé, como sinónimo de fingimiento o acto hipócrita.

El caso es que el gerente de Pinrelina ha tenido la gentileza de hacerme llegar una muestra de su crema, que estoy feliz y que desde aquí le digo “Sastipen ta lí”; “Salud y libertad”. Que muy agradecido.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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