www.diariocritico.com

Lo que no muere

miércoles 02 de noviembre de 2022, 09:50h

Las dos décadas que para España trascurren entre 1945 a 1965 fueron un tiempo en el que la mayor parte de su ciudadanía vivía o sobrevivía aún acongojada por la fuerte represión político-judicial; acosada por el hambre entre grandes sectores; y a medio camino entre la autarquía del gasógeno y los albores del desarrollismo.

En esa España cariacontecida, temerosa y mustia, que intuía que algo podría ir a mejor, surgió de pronto el fenómeno de la radio de masas. La chavalería salía del colegio, tras haberse tomado un vaso de leche en polvo y una loncha de queso cheddar (las últimas migajas del gran banquete que supuso el Plan Marshall para el resto de Europa), llegaban a casa, se tomaban una cucharada de aceite de hígado de bacalao para intentar hurtar sus cuerpecillos al raquitismo endémico, y junto a la madre, que en la cocina zurcía calcetines o limpiaba las lentejas de palitos y bichos, se aprestaban a oír la radionovela Lo que no muere y posteriormente Ama Rosa, que devendrían en fenómeno de masas. De aquella época y de aquella magia, con sus luces y sus sombras, nos queda el testimonio vivo y radiante de la mítica Carmen Mendoza.

Aunque su padre, gerente de la legendaria librería de viejo Melchor García de la calle Ancha de San Bernardo, quería que estudiara filosofía, a Carmen le tiraba la escena y por ello empezó a formarse en la Escuela de Música y Declamación, para, a no mucho tardar integrase en el Teatro Español Universitario, TEU, fundado en 1941 y que dirigía Modesto Higueras, otrora miembro destacado de La Barraca junto a Federico García Lorca. Carmen rememora con dulce sonrisa aquel tiempo feliz: “Allí empecé a ensayar y a trabajar con una estupenda pandilla de la que luego salieron grandes actores, como Nati Mistral, José Luis López Vázquez, que entonces se dedicaba, sobre todo, al diseño de vestuario, María Jesús Valdés, Valeriano Andrés y Francisco Valladares, “Paquito” que era un sol y siempre ponía un toque de alegría y buen humor en el grupo”.

Con aquellas melodramáticas alforjas, emprendió el camino profesional. En 1947 se presentó como candidata al espacio Tu carrera es la radio, una suerte de escuela y laboratorio a la caza de nuevos talentos, orientada a descubrir y formar locutores y guionistas para Radio Madrid, creada un año antes por Robert Steiner Kieve responsable de asuntos culturales de la embajada de los Estados Unidos en Madrid, fundador de una nueva escuela radiofónica en Estados Unidos, asesor del presidente Dwight D. Eisenhower y autor de un libro de culto: El Arte radiofónico.

Carmen Mendoza con Romy Schneider

Carmen superó la prueba con nota brillante y pasó a formar parte del grupo de actores y guionistas que serían los máximos protagonistas de la radiodifusión franquista en las décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo. Entre los primeros quedan para siempre en el recuerdo, entre otros, Juan del Toro, Juanita Ginzo, Joaquín Peláez, Maribel Sánchez, Julio Varela, Matilde Conesa, Pedro Pablo Ayuso y Matilde Vilariño, los inolvidables protagonistas de Matilde, Perico y Periquín, Eduardo Lacueva, José Luis Pécker y Bobby Deglané, presentadores del popularísimo programa Cabalgata fin de semana, Alicia Altabella, Carmen Martínez o Vicente Marco, “el hombre del gol” en Carrusel deportivo. En cuanto a los guionistas, sobresalen los nombres de Guillermo Sautier Casaseca, Luisa Alberca y Rafael Barón.

Pero volvamos a Carmen Mendoza, quien, tras poner su voz en multitud de espacios, tan variopintos como Los Episodios Nacionales, Cuentos de la Alhambra o Rosario en familia, en 1952 pasó a interpretar el papel de una madre rusa en la radionovela Lo que no muere, con guion de Guillermo Sautier Casaseca y Luisa Alberca. Aquel fue el banderazo de salida para un género que marcaría de manera indeleble la vida cotidiana de millones de españoles durante cerca de tres décadas y que Juana Ginzo sintetizaría sañudamente, años después: “El esquema de las novelas de la radio era siempre el mismo: un trío de personajes en torno al cual se desarrollaba la trama, a menudo descabellada, y que podemos llamar con los nombres de la Virtuosa, la Mala y el Ingenuo. La Virtuosa era la esposa víctima que encomendaba a Dios la solución de los problemas que le causaba la Mala y sólo ella. Ésta era guapísima, seductora y sin escrúpulos que robaba a aquella el esposo Ingenuo quien, llevado por el pecado de la lujuria y solo por la lujuria, traicionaba a la dignísima madre de sus hijos. No existía ningún análisis de los problemas que vivían los personajes que eran, de una pieza, santos o demonios. Ningún gesto de ternura hacia los demonios. Ni un gramo de grandeza para las malas. En cuanto al Ingenuo, dosis de desesperación por su horrible pecado. No se le concedía ningún momento de placer y mucho menos físico, ¡faltaría más!, sino una vida en el Infierno hasta su arrepentimiento final. Ése era el mensaje que recibían miles y miles de españolas de aquella época. Madres y esposas perfectas. Las otras eran mujeres de la vida que hacían algo tan despreciable como querer apropiarse del hombre que no era suyo. Amor posesivo. La sumisa señora acogía finalmente al arrepentido marido y aquí paz y después gloria. Así eran los seriales".

Con los guiones completos de Lo que no muere se publicó un libro que en su primera edición y en pocos días vendió dos cientos mil ejemplares. En la edición que manejo, la cuarta, que salió de imprenta en abril de 1953, Sautier describía a Carmen en estos términos: “Es muy atractiva. Tiene los ojos algo oblicuos y de un color distinto; según a la luz que se les mira pueden ser azules, grises o verdes. Es alta y esbelta y lleva el pelo muy corto. Gusta hablar con ella porque, además de atractiva, posee cierta sencillez encantadora”.

Con el tiempo, la voz aterciopelada y bellísima de Carmen se fue derivando hacia la continuidad, dando vida a los textos que escribían Enrique Llovet y Cayetano Luca de Tena para el espacio La hora de la estrellas, que se emitía en directo al filo de la medianoche; en los poemas que adornaban a cada tanto la Cabalgata fin de semana de Bobby Deglané, o en los pioneros anuncios publicitarios. En 1961 recibió el Premio Ondas a la mejor locutora de programas radiofónicos locales de Madrid.

Carmen Mendoza y Pedro Pablo Ayuso

Y después siguió pasando la vida. Ahora reside confortablemente en el municipio madrileño de Las Rozas, Madrid, y allí, casi al filo de su centenario y en el acogedor restaurante que regenta un chino que parece la versión asiática de Ramón Gómez de la Serna, nos sentamos a charlar de nuestros respectivos achaques y a recordar el tiempo pasado. De vez en cuando, alza sus ojos, que, como dijo Sautier, según a la luz que los ilumine, “pueden ser azules, grises o verdes”. Con Carmen Mendoza y con lo que no muere, me viene a la memoria el arranque del poema Vida de José Hierro: “Después de todo, todo ha sido nada,/ a pesar de que un día lo fue todo./ Después de nada, o después de todo/ supe que todo no era más que nada".

Cuadro de actores de Radio Madrid

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (1)    No(0)

+
3 comentarios