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Memoria compungida del Teotoburgo español

domingo 04 de julio de 2021, 17:11h

Algunos historiadores han encontrado singulares parecidos y concomitancias entre la batalla de Teotoburgo, que tuvo lugar en el año 9 y en la zona de la actual Baja Sajonia alemana, con otra catástrofe bélica, la acaecida en el verano de 1921 y en el territorio del Protectorado español de Marruecos. En la primera, perdieron la vida tres legiones romanas, fuerzas auxiliares y civiles en número de entre veinte mil y treinta mil personas; en la segunda, murieron varios miles de militares españoles, la inmensa mayoría soldados rasos sin apenas entrenamiento y pésimamente equipados, proletarios y campesinos que no habían podido reunir las dos mil pesetas con las que entonces se podía eludir el servicio militar y los deberes cívicos para con la patria.

Antes de irse, Jorge Martínez Reverte, nuestro lector más fiel y entrañable amigo a quien cada día recordamos y añoramos, nos dejó escrito un libro, El vuelo de los buitres, que nos acerca a: “…un combate que se resolvió con una escandalosa derrota provisional de las tropas coloniales españolas en un lugar llamado Annual, aunque siguió en otros sitios, como Nador, Zeluán o, sobre todo, Monte Arruit. Entre ocho y trece mil soldados españoles perdieron la vida en aquellos días. Algunos a manos de los rifeños y otros a causa de la sed, el hambre, el paludismo, el agotamiento...”.

En el primero de los sucesos, el cónsul Publio Quintilio Varo expuso irresponsablemente a su ejército y le condujo hacia la total aniquilación a manos de sus enemigos, una alianza de tribus germánicas encabezada por el líder querusco Arminio. En el segundo, los máximos responsables de la catástrofe fueron los generales Felipe Navarro y muy especialmente Manuel Fernández Silvestre, quienes propiciaron la masacre perpetrada por la unión de un conglomerado de kábilas rifeñas lideradas por el caudillo Mohamed Abd el-Krim.

A los pocos días, el desconcertado gobierno presidido por el rey Alfonso XIII, comisionó de urgencia al general malagueño Juan Picasso para que elaborara un informe sobre las circunstancias que habían precipitado el ya popularmente conocido como “desastre de Annual”. Picasso, sigue explicado Jorge Martínez Reverte: “… hizo en pocos meses un trabajo espléndido por su profundidad, su contención y su capacidad para no dejar nada suelto con los datos que se conocían por entonces”.

El informe fue presentado a las Cortes pero sus consecuencias fueron entre pocas y ninguna: “En 1923, el golpe militar de Miguel Primo de Rivera sirvió, entre otras cosas, para que los principales responsables de aquello no pagaran sus muchas culpas. Miles de cadáveres de oficiales del ejército y de soldados de reemplazo quedaban pudriéndose bajo el sol africano sin que el país pudiera conocer de quien o de quienes era la responsabilidad de aquellos bestiales hechos… Aparte de quien eran los autores directos, claro”. Aquellos bestiales hechos de los que escribe Jorge Martínez Reverte acaecieron entre el 22 de julio y el 10 de agosto de 1921. En unos días hará cien años sin que hasta el presente se haya depurado responsabilidad alguna y, lo que sin duda es mucho más doloroso, sin que el sacrifico heroico de aquellos miles de soldados españoles haya merecido el tributo de memoria, honor y gratitud que de sobra merecen.

En Annual queda eso sí, una lápida construida, dispuesta y solemnemente inaugurada por la Asociación Cultural y social del Mediterráneo el día 15 de chaâban (octavo mes lunar) de 1399 Hégira, correspondiente al 11 de julio de 1979 de nuestro calendario.

El texto viene a decir: “En el Nombre de Allah el Misericordioso, el Clemente: “Puesto que en muchas ocasiones un pequeño número de sinceros creyentes se impuso sobre un crecido número de incrédulos, y tened paciencia, puesto que la ayuda y el auxilio de Allah llega a los pacientes”. Allah tiene razón”.

En España no hay monumento alguno que recuerde específicamente a los caídos en aquella horrorosa carnicería. Parte de los restos fueron inhumados en el Panteón de Los Héroes de las Campañas del cementerio de Melilla, inaugurado el 8 de junio de 1915 y en el que comparten espacio con los otros muchos caídos en las distintas campañas del Rif. En el Monte Arruit si se hizo una pequeña necrópolis al efecto, donde fueron sepultados los restos de los más de tres mil soldados, salvajemente torturados y pasados a cuchillo tras haber negociado su rendición. Todo ello, presidido por La Cruz de Monte Arruit, fue trasladado al cementerio de Melilla en 1948.

Al “desastre de Annual” sobrevivieron, al menos en teoría, unos mil quinientos militares y civiles que fueron hechos prisioneros en condiciones infrahumanas en la zona de Axdir. Algunos lograron salvar sus vidas gracias a la iniciativa personal del empresario vasco Horacio Echevarrieta, quien, contando con la aquiescencia del general Primo de Rivera, se embarcó en su yate Cosme y Jacinta para entrevistarse con Abd el-Krim en la bahía de Alhucemas. Se encontraron en la playa de Espalmadero o Isly, sita entre las de Cala Bonita y Sfiha. Tras duras negociaciones, Echevarrieta consiguió un compromiso por parte del rifeño para liberar a lo que quedaba del contingente a cambio de 80.000 duros de plata, unos cuatro o cinco millones de pesetas de la época, que el empresario puso de su pecunio. Oficiales, soldados, mujeres y niños fueron finamente puestos en libertad el 27 de enero de 1923. Cuentan que su majestad el rey don Alfonso XIII hizo un estremecedor comentario a propósito de lo cara que se había puesto la carne de gallina.

A unos días del centenario de los trágicos sucesos, este diario ha descubierto que aún queda un leve atisbo de recuerdo sobre una placa de mármol que, semiescondida entre un enjambre de cableado eléctrico, sobrevive en la calle Algodonales del barrio madrileño de Tetuán. Sin embargo, el rótulo pétreo no fue colocado por iniciativa del Ayuntamiento de Madrid sino por la voluntad de un municipio aledaño que fue incorporado al ámbito capitalino el 5 de junio de 1948. El texto reza: “El pueblo de Chamartín de la Rosa a los mártires de Annual”.

Algo es algo. El vestigio honroso de aquella frase que un día pronunció el escritor alemán Johann Paul Friedrich Richter, conocido como Jean Paul: “La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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