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¿Para que queremos la jornada de reflexión?

lunes 20 de junio de 2016, 09:25h

Desde que volvimos a votar allá en 1977, nos encontramos con aquello de que los españoles, que somos todo impulso e improvisación, deberíamos de tener 24 horas para reflexionar antes de meter el voto en la urna, lo cual no deja de ser una paradoja. Lo que realmente se pretendía era mantener el orden en una democracia recién estrenada y que en sus albores se vio empañada por unos hechos gravísimos como el asesinato el 24 de enero de ese mismo año, de los abogados laboralistas en el despacho de la calle Atocha, donde fallecieron 5 personas y resultaron heridas otras 4 en un atentado de la extrema derecha franquista aun removiéndose en sus rescoldos. Por coincidencias del destino,una de las abogadas del bufete, la actual alcaldesa de Madrid Manuela Carmena, pudo evitar el atentado porque Luis Javier Benavides, uno de los asesinados, le había pedido usar su despacho para una reunión ese día. Este gravísimo hecho, puso a prueba el recientemente iniciado proceso de la Transición que meses después traería la legalización de todos los partidos, incluido el Partido Comunista de España (PCE) dando un nuevo sobresalto a los sectores más conservadores del viejo régimen, que seguían describiendo a Santiago Carrillo, entonces Secretario General del PCE con cuernos y rabo cual figura mefistofélica. Con aquellos precedentes parecía aconsejable tomar todas las medidas posibles para preservar el feliz día del reencuentro de los españoles con las urnas después de la larga noche del franquismo, e insertar un día sin propaganda, como elemento descompresor de la efervescente activad de la campaña política.

Oír en boca de Adolfo Suárez aquello de la jornada de reflexión, parecía como una llamada a la prudencia, en un país que acabada de descubrir que al igual que Teruel, “el centro también existe”, que las urnas vuelven a salir de la cueva tras tantos años de oscuridad, que los colegios donde los niños recibían sus clases, serian las sedes de la voluntad popular con las listas del censo y las cabinas con cortina para mantener la confidencialidad del voto y que por aquel entonces, cualquier recomendación que viniese de los que ponían en marcha el nuevo proceso político, podía ser muy recomendable, llámese jornada de reflexión, o más bien jornada de descanso y recuperación, después de una campaña electoral tan intensa como novedosa.

Pero no todos los estados tienen tal jornada de reflexión, pues la legislación varía para cada país e incluso en algunos, como por ejemplo Alemania, los Estados Unidos de América o el Reino Unido entre otros, no existe legislación al respecto ni se conocen restricciones. Recuerdo que con motivo de un viaje de trabajo a Brasil en 1989, llegué en pleno proceso de elección presidencial en segunda vuelta y presencié por las calles y la televisión, el duro debate entre un sindicalista llamado Luiz Inácio da Silva “Lula” y el representante de la oligarquía brasileña Fernando Collor de Mello. Era la primera elección directa desde 1960 y según yo me imaginaba, como demócrata español ya “experto en procesos electorales”, si las elecciones eran el domingo 17 de diciembre, el viernes día 15 se cerraría la campaña para dar paso a una jornada de reflexión al día siguiente. Ya sabemos que los brasileños son todo pasión y ese sábado, teóricamente de reflexión, estaban abarrotando Copacabana con un acto multitudinario en favor de Lula, con música y baile como si la canarinha hubiese ganado nuevamente el Mundial de Futbol. Ingenuamente le pregunte a un ciudadano si allí no había jornada de reflexión como en España y me contestó: “si aquí nos dan tiempo para reflexionar, no votamos a ningún político”.

En España la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, dice que no puede difundirse propaganda electoral ni realizarse acto alguno de campaña electoral una vez que ésta haya legalmente terminado. Esto implica que no es legal repartir propaganda ni pedir directamente el voto la víspera y que durante los cinco días anteriores al de la votación, queda prohibida la publicación y difusión de sondeos electorales por cualquier medio de comunicación, teniendo como objetivo “permitir la reflexión no condicionada del votante”.

En la actualidad, la tecnología ha encontrado formas para saltarse esta prohibición, pues a partir de las 00.00 horas del día anterior a la votación, internet y las redes sociales quedan fuera del control de la Junta Electoral Central, órgano que se encarga de velar ese día por el silencio político. Querer ejercer el control sobre Twitter, que genera unos cientos de millones de mensajes diarios en todo el mundo, o Facebook, que cuenta con más de 15 millones de usuarios solo en España, es inviable y, además, es algo a lo que los usuarios se niegan de forma rotunda. Si a esto le sumamos que la propaganda política continúa colgada de las farolas y en las marquesinas de los autobuses a un solo día de las elecciones, la pregunta es: ¿para qué sirve hoy en día la jornada de reflexión?

Ha perdido sentido en la era digital, donde los usuarios de las redes sociales día a día, no entienden de jornada de reflexión, ni falta que les hace. El 15-M, inició el debate sobre si era legal o no manifestarse en internet e incluso salir a la calle el día de la jornada de reflexión, siempre que no se hiciese ninguna proclama política que influyese en el voto. De hecho, las redes sociales fueron clave, como en otras ocasiones, para reunir a miles de personas en la madrileña Puerta del Sol y otros lugares de España antes de las elecciones autonómicas y municipales del pasado año, donde no hay más que ver el impacto que tuvieron, antes de los comicios, las manifestaciones convocadas. El Tribunal Constitucional ratifico con su sentencia permitir las concentraciones ese día, siempre y cuando la capacidad de influir en el electorado “sea remota”, una prueba más de que la jornada de reflexión tiende a extinguirse. Para el alto tribunal, el hecho de que haya unas elecciones no puede anular el derecho de reunión y manifestación.

Ese absurdo eufemismo sobre la reflexión como ayuda a los indecisos que aun no tienen decidido el voto, es tan poco solido que se han inventado para no reconocer que indeciso es sinónimo de abstencionista, a los que yo les sugeriría ir pensando en hacerse formación política activa, pues al ritmo que vamos, sin duda será el partido mayoritario el 26-J…...y como se repitan nuevamente, seguirá creciendo sin parar. La reflexión se la deberían hacer los que programan debates insulsos donde todos son ganadores, o los candidatos que dicen que no confían en las encuestas, pues los españoles son muy españoles y muchos españoles, que es una reflexión que aun me tiene conmocionado desde el día que Rajoy la soltó y se quedo sonriente y feliz con el mensaje de marras y yo aun me pregunto qué quería decirnos.

JOSE JOAQUIN FLECHOSO

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