El problema del PP

El Partido Popular ha demostrado que tiene en buena parte de España una gran base electoral, insuficiente en todo caso para ganar las elecciones generales. Su problema está muy localizado y se llama Cataluña y Euskadi, pero, lejos de interpretarlo así, el PP ha abierto un debate ideológico que, si bien es muy interesante –incluso divertido-, no profundiza en su verdadera debilidad: su incomprensión del catalanismo y del vasquismo. Dicho de modo más directo: si el PP no fuese un partido marginal en Cataluña y Euskadi, podría estar gobernando en España.

Es posible que a ese problema territorial del PP puedan sumarse muchos otros, como su mirada atrás en materia de los derechos de la gente, y que estos mismos problemas incidan en la política catalana, debilitando aún más la posición del PP, pero el problema de fondo es que el discurso que le permite arrasar en algunas partes de España resulta incompatible con lo que quiere escuchar la gente en otras zonas del país. Desde Madrid, por ejemplo, creen que su exitosa fórmula electoral es extrapolable a toda España y ahí está uno de los errores estratégicos de la liberal Esperanza Aguirre.

Todo parece indicar que Mariano Rajoy ha sabido leer la derrota del 9-M y que está dando pasos en la buena dirección, apoyado por un político de corte moderno como el valenciano Francisco Camps. Otra cosa es que esté administrando bien toda su fuerza, al meterle el dedo en el ojo a Esperanza Aguirre y, sobre todo, a los medios de comunicación afines a la derecha madrileña, cuya influencia se extiende a todo el país. Digamos que el PP busca en el debate ideológico de altura lo que no es capaz de resolver en un campo más personal, sin que ni unos ni otros acaben de encontrar la manera de reconciliarse con Cataluña y el País Vasco, sus verdaderas asignaturas pendientes, mientras ya ven como Galicia también sigue sus pasos.