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El PNV, ¿culpable? Pues no

lunes 22 de septiembre de 2008, 09:50h
Hay sectores en la sociedad española que, en voz alta, se las arreglan para, de alguna manera, culpar también al Partido Nacionalista Vasco de las locuras y crímenes de ETA. El último grito en este sentido ha sido el de mi querido paisano y amigo el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, con quien tantas coincidencias mantengo en la tertulia radiofónica de Luis del Olmo, que semanalmente compartimos. Lamento mucho, por tanto, volver a discrepar de él en este punto concreto, aunque comprendo bien la rabia, el dolor, de Revilla ante el cadáver, en la amada localidad de Santoña, de un militar, Luis Conde, un buen hombre que tuvo la mala suerte de estar ahí, donde la estupidez de los asesinos quiso, por tercera vez en dos días, derramar  sangre, siempre inocente.

Son esa estupidez, esa locura, ese odio irracional al sistema de estos ‘redentores’ sin causa que conforman la banda del horror, los únicos culpables, a mi juicio, de los coches bomba, el tiro en la nuca, las extorsiones. Querer extender esas culpas a un gobierno central que fue calificado como ’demasiado tolerante’ -ahora su política ha dado un giro de 180 grados de la mano de Pérez Rubalcaba-, a una oposición a la que se acusó de ‘estar por el no a todo’, o a un PNV al que algunos llegan a llamar “cómplice” de ETA, me parece un desenfoque. Un error en el diagnóstico que nos aleja de las verdaderas soluciones.

Ya sé que afirmar esto resulta siempre polémico, y, por decir cosas semejantes en el pasado, no ha faltado hasta quien me etiquetase como ‘filonacionalista vasco’. Palabra de honor. Así de sectarias, lineales, dogmáticas y esquemáticas están, muchas veces, las cosas. La verdad es que, si tengo simpatías por el nacionalismo vasco, no he llegado a detectarlas; quizá otros más agudos las hayan visto antes que yo. Tras tantos años de comentarista político, ni siquiera he llegado a conocer personalmente a este lehendakari, porque, me dice su jefe de prensa, no les gustan los periodistas ‘de Madrid’. No comprendo que, a estas alturas de la película, se pueda hacer política en nombre de ‘Dios y las leyes viejas’, ni que el busto simbólico de alguien como Sabino Arana presida el ideario del partido.

Pero eso, y las contradicciones entre los distintos sectores -o lo que alguien llamó ‘sensibilidades’-peneuvistas, es una cosa, y llamarles cuasi terroristas, como este lunes hacía el editorial de urgencia de un gran periódico madrileño, por no citar de nuevo a mi admirado Revilla, es otra. Puede que los lenguajes de los nacionalistas vascos sean ocasionalmente de doble filo, acaso sus condenas verbales no sean lo suficientemente tajantes -a veces-, quizá Ibarretxe guarda silencio cuando no debería hacerlo y habla cuando estaría mejor callado. Tengo para mí que la política reivindicativa fuera de texto y contexto que está llevando adelante el tozudo lehendakari  acabará mal ante las urnas, si es que en su propio partido, donde crecen las voces críticas hacia esta política, lo ratifican como candidato. Pero ya digo: pedir una consulta de autodeterminación y protestar ante el Tribunal de Estrasburgo por los hipotéticos abusos del ‘Estado español’ nada tiene que ver con los asesinatos de ETA, que es acaso el peor enemigo de un PNV que, al paso al que le lleva una parte de sus dirigentes, acabará por perder las elecciones y el poder.

Y, además, extender las culpas al terreno político difumina lo esencial: la lucha contra ETA, que debe aislarse, a mi entender, de las reivindicaciones -que yo no comparto, pero que son legítimas- del nacionalismo, que ya se sabe que es un estado de espíritu más que una doctrina. Señalar hacia Sabin Etxea, la sede peneuvista, o hacia cualquier otro lado, nos distrae a todos del objetivo esencial, esta ETA que lleva cuarenta años siendo la peor pesadilla de todos los españoles, sospecho -aunque a ellos no les guste que se diga- que los del PNV incluidos.
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