Un estrépito ensordecedor

Para quien, como me ocurre, ha vivido estos días a caballo entre Madrid y Valencia, el estrépito está resultando ensordecedor. La controversia política va por medios, más que discurrir entre partidos. Cierto es que el secretario general del Partido Socialista Madrileño, Tomás Gómez, ha pedido la creación de una comisión gestora, nada menos, para la Comunidad de Madrid, pero la verdad es que los socialistas, especialmente los valencianos, capitaneados por el aún casi inédito Jorge Alarte, actúan como con sordina. Como temiendo que la caja de Pandora reviente y aquí se organice una buena de fuegos artificiales precisamente en vísperas de las fallas.
 
¿Quién sustituirá a Garzón?  
El caso es que Baltasar Garzón ha acabado –como era de esperar—inhibiéndose en el ‘caso Gürtel’, pero armando la marimorena antes de irse. Ahora, los ‘casos Madrid y Valencia’ van a parar a los respectivos tribunales superiores de Justicia, en el caso valenciano presidido por un dicen que íntimo amigo de Camps. Lo cual no hace sino acentuar la desesperación, me cuentan, de un presidente de la Generalitat que se siente herido en su honorabilidad y que este sábado no salía demasiado bien parado en según qué periódicos.  No faltó quien, en el entorno de Camps, atribuyera al president, harto, tentaciones de tirar la toalla, lo cual quedó desmentido con la salida al ruedo del propio Camps para reiterar su compromiso de seguir en el puesto.  Nunca, desde los tiempos de la fallecida directora de RTVE Pilar Miró, unos trajes habían ocasionado tanto revuelo político…

 
Lo de Madrid parece más serio. La presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, que no tiene ninguna implicación directa en las imputaciones que hace Garzón en su muy polémico sumario, hace lo que puede por esparcir la basura hacia el rival político, el PSOE, pero ya vemos que el socialista Gómez dispara por elevación, consciente de la oportunidad, para él inesperada hace apenas dos meses, que se le abre. Sin duda, la ‘batalla de Madrid’ va a ser larga y llena de episodios hoy por hoy inimaginables. De momento, ya hay tres alcaldes que se han convertido, de la noche a la mañana, en ex alcaldes. Y me da la impresión de que no serán los últimos que dimitan.

…Y Rajoy, en un relativo silencio  

El caso es que Mariano Rajoy se ha colocado en una posición de relativo silencio, dosificando y controlando mucho sus apariciones. Es la secretaria general, María Dolores de Cospedal, quien hace el mayor gasto ante los medios en esta circunstancia difícil de acusaciones de corrupción que afectan al partido y que ya casi han disipado las mieles del triunfo electoral de Núñez Feijoo (y de Rajoy, claro) la pasada semana en Galicia y el nuevo peso que el PP adquiere en el País Vasco merced al esperable apoyo que prestará al socialista Patxi López: una auténtica revolución en Euskadi, que las veladas amenazas de ‘echarse al monte’ del PNV no van a lograr detener. A Rajoy le aconsejan que no se desgaste demasiado en esta coyuntura, que aparezca en las condiciones que sean favorables y no en las circunstancias o marcos polémicos.  Y eso es lo que trata de hacer.

Sin embargo, tiene mucha cancha para jugar en el ámbito nacional, olvidando los ‘casos particulares’ de Madrid y Valencia y ofreciendo, sin decirlo demasiado explícitamente, su apoyo a Zapatero en estos tiempos de crisis económica, cuando los medios comienzan a hablar masivamente de la necesidad de un gobierno que cuente con el consenso más amplio posible para hacer frente a una situación cuyo fin no solo no se vislumbra, sino que parece que aún no ha mostrado sus peores perfiles.
 
Pero ZP no está por la labor 

Puede que Rajoy tienda, interesadamente o no, la mano a La Moncloa. Puede que Patxi López acepte –y qué remedio le queda--  los votos, cargados de peticiones, del PP para lograr su investidura como lehendakari. Pero la verdad es que Zapatero ya ha hecho saber, a quien conviene que lo sepa, que no está pensando en un gobierno de gran coalición ni nada semejante; acuerdos puntuales con el PP, sí. En materias diversas. Pero nada que se parezca a lo de Obama, o a lo de Sarkozy y, menos aún, al gran pacto en Alemania: Zapatero quiere gobernar en solitario, y, si es posible, mantener aún algunos meses a sus ministros. No hay más que ver el respaldo público de este sábado a la ‘ministra estrella’ Bibiana Aído, la impulsora, se supone que a falta de cosa mejor que hacer, de la reforma de la despenalización del aborto. O la confianza depositada en el responsable de Trabajo, Corbacho, cuando se avecina la hecatombe en las relaciones entre sindicatos y patronal, con la amenaza de una convocatoria de huelga general incluída. El caso es que el Gobierno, por su cuenta y sin pacto social, aprobaba en el Consejo de Ministros del pasado viernes unas medidas de fomento del empleo bienintencionadas, pero que serán papel mojado si los agentes sociales deciden no cooperar.
 
Todo se mueve, parece, menos La Moncloa. Pero, si tuviese que apostar, ahora mismo apostaría que acabará habiendo una movida. Vaya si la habrá, en las semanas y meses apasionantes que nos vienen.