Rubalcaba les pone de los nervios

Con ese estilo muy suyo de cantarle las cuarenta al más pintado, el gesto desgarbado habitual y, eso sí, la sonrisa permanentemente de oreja a oreja, Soraya Sáenz de Santamaría cumplió su primer cara a cara con el supervicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba. Buen oficio, mensajes claros pero en el mismo tono de siempre, que no necesita del grito ni de la expresión crispada para poner en un brete y hasta descalificar al contrario.

Pero a este marcaje “por civil” siguió de inmediato la persecución “por lo penal”. Como dos perros de presa, los diputados populares Rafael Hernando e Ignacio Gil Lázaro profirieron en la sesión de control todo tipo de invectivas y acusaciones contra Rubalcaba en tono airado, a grito pelado y con la sobreactuación propia de los malos actores que solo saben destacar por la bulla que meten, dando casi  igual el texto que declaman. Con todo nos dejaron una perla parlamentaria difícil de superar: “usted pierde el pelo pero no el vicio”.

 ¡Hala, además de calvo, vicioso!, se lamentan en la oposición después de sacar a relucir, ¿cómo no? el GAL. Es una expresión inequívoca de que se les agotan los argumentos y los recursos para derribar al enemigo –absténganse, por favor, de pensar esa cursilería de que en política hay solo adversarios, que nunca enemigos; no cuela-. Es como cuando José Luis Rodríguez Zapatero recurre a recordarle a Rajoy la participación española en la invasión de Irak, aunque al menos haya que agradecerle que no pierda el gusto en hablarle de la coloración de su pelo o de su barba. Pero parece que todo le vale al PP para contrarrestar al supervicepresidente Rubalcaba que les pone de los nervios.

Rubalcaba les ha crispado. Es como si les hubiera sacado de una especie de nirvana alimentado de encuestas favorables, malos datos económicos y réplicas a piñón fijo, nerviosas y a veces atropelladas, como las de la sobrepasada María Teresa Fernández de la Vega. El Gobierno antes del supervicepresidente Rubalcaba no sabía cómo defenderse; ahora ha pasado al ataque. En menos de una semana el ingenio y la mala baba de Rubalcaba ya ha colocado dos adjetivos sobre los populares, que van a ser como dos banderas a seguir por la bancada socialista: son unos vagos, ha dicho, y, además, profundamente antisociales. No hay gran novedad en los argumentos pero dichos por el maestro de la comunicación política entran como un cañón en  los titulares de los periódicos o en los totales de radios y televisiones. Y a diferencia de la actuación habitual en sus perros de presa, el supervicepresidente lanza ambas maldades -y las que vendrán- sin torcer el gesto, elevar la voz o  perder esa sonrisa del viejo zorro que se regocija por el efecto devastador que sabe que va a producir en sus víctimas.

Es la guerra del fin de legislatura que se va a crispar hasta límites que puedan equipararse a la anterior.  Según los socialistas servirá para enardecer a sus seguidores y, de rebote, sacar a flote lo más radical del PP. Es justo lo que piensan sus estrategas que necesita este Gobierno para que los votantes desencantados acudan finalmente a las urnas para evitar la llegada al poder de la derecha. Hay partido y puede resultar hasta entretenido para llenar tertulias y artículos de opinión. El problema es que esa crispación pueda volver a centrarse en la lucha antiterrorista como antaño. Los Mayor Oreja de turno empiezan ya a asomarse denunciando nuevos pactos inconfesables del Gobierno con ETA y Batasuna. Y la bola puede crecer y hacerse de fuego alimentada además por la propaganda de los batasunos que quieren salir del agujero antes de las elecciones de mayo. Además de un mal rollo sería una insensatez volver con esa bronca ahora que sí que puede ser verdad que, ¡por fín!, el final está cerca. Hay demasiada sangre derramada, demasiado sufrimiento, como para que el Gobierno se precipite o la oposición ponga zancadillas solo por razones electorales.

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