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Juan Ramón Biedma, autor de ‘Antirresurrección’

“Tenemos que parar y renovarnos si no queremos convertirnos en muertos andantes”

“Tenemos que parar y renovarnos si no queremos convertirnos en muertos andantes”

sábado 04 de junio de 2011, 14:09h
Tal y como está el panorama, imaginen una Sevilla actual ocupada en sus tres cuartas partes por zombis. Imaginen personas sin nada que perder, absueltas de efectos y afectos, donde las consecuencias de sus actos sea ya un asunto baldío. Puestos a ello, imaginen también un policial de ritmo frenético en torno a unos elaborados personajes y a una trama demasiado pulcra para la “descomposición” del momento. Imaginen a un escritor de esos con personalidad, voz punzante, expuesta, que se ha ganado por méritos propios su particular espacio dentro del género negro en nuestro país.              Antirresurrección (Dolmen Editorial), una novela de resucitados ambientada en la capital hispalense, con todo lo que eso conlleva. ¿Qué tal ha sido la acogida, Juan Ramón? Cuando inicié la presentación de la novela por distintos lugares del país iba dispuesto a aproximar su contenido a un público que quizás se mostrara extrañado ante una historia donde confluían el género policíaco y el de zombis, con la extravagancia, además, de estar emplazada en una ciudad como Sevilla. Pero, para mi sorpresa, me he encontrado con la complicidad y la aceptación de un gran número de lectores que no sólo han entrado con naturalidad en el juego que propone Antirresurrección, sino que se han mostrado ávidos de enfrentarse a fórmulas literarias que se salieran del desarrollo habitual.   Tengo entendido que el nacimiento de esta obra fue casual: una propuesta en principio casi rechazada pero que poco a poco comienza a tomar forma en su cabeza… No es extraordinario que los autores recibamos ofertas para escribir relatos o artículos sobre temas concretos, pero una novela de encargo, con todo el tiempo y las dificultades de ejecución que conlleva, es bastante menos frecuente. Por eso mi primera reacción fue negativa, ya que por entonces estaba preparando un proyecto completamente distinto. Sólo cuando estuve seguro de que podría utilizar dicho encargo para montar un entorno en el que escenificar una trama lo bastante personal, desmarcada de lo que se estaba haciendo en aquel momento pero al alcance de los seguidores al género, acepté implicarme en él.   Usted, que me consta es buen conocedor del universo zombi, ¿qué referencias ha tomado para confeccionar algunos elementos de la trama? La enorme ventaja de que estemos hablando de un mito tan extendido es que se crea una especie de lenguaje de claves comunes que nos permiten movernos por el género sin tener que reinventarlo constantemente. Por ejemplo, en mi novela no se explica en ningún momento el origen de la plaga de los no muertos. No hace falta. Eso ya lo explicaron los que vinieron antes que yo. Todos sabemos que es perfectamente posible que el día menos pensado los muertos se pongan de pie. Eso me ha permitido centrarme en la peripecia de los personajes, en enriquecerla, sin perder el tiempo en detalles conocidos por todos.   Quizá, dentro de esa caracterización creada por el maestro George A. Romero, una de las innovaciones más llamativas que introduce en Antirresurrección sea la velocidad de movimiento en los resucitados… Introducir innovaciones en los manuales de patología zombi es muy peligroso; como te descuides, y esto le ha ocurrido en más de una ocasión al propio Romero, pierdes toda credibilidad y terminas bordeando el ridículo o cayendo abiertamente en él. Por eso puse mucho cuidado en que mis seres tuvieran un comportamiento bastante ortodoxo, que ya los incluiría yo en una narración fuera de lo convencional. Pero lo que sí hice fue cambiar la mecánica del movimiento del podrido, de manera que recién muerto aún conservaba toda su velocidad, agilidad que iba disminuyendo hasta quedar en la lentitud romeriana que todos conocemos. Esta facultad me permitía hacerlo menos predecible y era en cierta medida explicable por cuestiones neurodegenerativas.   Aunque, ambientación aparte, esta novela es en esencia un policial y su peso recae en esa trama negra… Unos meses después de haber sido publicada, después de haber conversado ya con muchísimos lectores, puedo decir que todos coinciden en que el argumento funciona perfectamente como una novela negra, al margen del contexto de resucitados en el que se mueve, aunque al final procuro que todos los hilos de la historia estén conectados con el mundo en el que tiene lugar. El telón de fondo de los zombis me ha permitido, además, retomar un recurso ya gastado como el del asesino en serie, en este caso por motivos religiosos, y darle una nueva vuelta de tuerca.   Aquí lo peor no son los muertos vivientes, sino las propias personas que deben convivir entre ellas para sobrevivir… En un pasaje de Antirresurrección se dice que el mundo ya ha terminado, que la gente está viviendo su epílogo. Es inevitable que en un mundo donde lo peor ya ha ocurrido, el régimen moral que comparten los personajes se vaya desdibujando. Para enfocar la plaga de los zombis, he tenido muy presentes otras epidemias e incluso catástrofes ocurridas durante la historia, y no hay ni una sola de ellas que no haya dejado traslucir lo mejor y lo peor del ser humano.   Esa “putrefacción” tiene mucha fuerza simbólica, mucho de metáfora, ¿no?  La descomposición apreciable en la novela, más que simbólica, es bastante realista, prácticamente costumbrista. Los movimientos sociales espontáneos que se están produciendo en nuestras ciudades y en cuyos principios tantos nos reconocemos, nos están enviando un mensaje de que las formulas en las que se asienta el sistema están agotadas, que tenemos que parar y renovarnos si no queremos convertirnos en muertos andantes.   ¿Es el del zombi un espacio netamente cinematográfico o puede desarrollarse también con éxito en la literatura? Ni siquiera la mayor superproducción de Hollywood resiste el examen atento de un primerísimo plano. La novela, en cambio, tiene una gran ventaja y es que el departamento de caracterización de los monstruos está a cargo de cada lector. Eso es algo que tuve muy presente mientras escribía Antirresurrección: que cualquiera que accediera a sus páginas podría tener a su alcance al más espantoso de los seres con sólo proponérselo; de mí dependía proponerle un mundo propio donde echarlo a andar.
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