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¿Estamos locos o qué?

La columna de Gema Lendoiro: ¿Es la lavadora lo que libera a la mujer?

martes 10 de marzo de 2009, 11:21h
El domingo pasado, 8 de marzo, fue el día internacional de la mujer y desde distintas partes del mundo se han hecho celebraciones varias o menciones especiales. El Vaticano, a través de su periódico oficial, El Observatore Romano, también ha querido poner su granito de arena. Y, como siempre: escándalo.

Antes de nada quiero hacer dos puntualizaciones. En primer lugar defiendo el derecho que la Iglesia Católica tiene a decir lo que realmente opine y en segundo lugar soy católica, pero no de las buenas, es decir, no acepto todo lo que dicen desde Roma, no porque no me convenga (que puede ser) sino porque me parece que algunas cosas no tienen ni pies ni cabeza y además no tienen nada que ver con el origen del cristianismo. Pero voy al lío que me pierdo.

En el Observatore han hecho un repaso sobre qué revoluciones, acontecimientos o inventos han hecho que la vida de la mujer mejore. Y han llegado a una conclusión: el nacimiento de la lavadora. Hombre, la lavadora tiene su aquél y no es lo mismo lavar una toalla a mano que a máquina y qué duda cabe que es un gran invento. Pero el Vaticano en este caso hace como quién ve llover (porque la verdad la saben que no son tontos) y alaba este invento por encima de la píldora anticonceptiva (verdadero demonio para los sectores más conservadores de la iglesia) o la incorporación de la mujer al trabajo.

Pero hay una cosita, un detalle sin importancia que la Iglesia parece obviar: la mujer no es una mula de carga, no es la persona que se pone en las casas para hacer la colada y que, por lo tanto, el nacimiento de la lavadora la ha emancipado. Lo que verdaderamente ha emancipado a la mujer es su acceso a la educación, acceso que le ha permitido ser libre y por tanto escoger, y escoger lo que verdaderamente quiera, utilizar o no anticonceptivos, ser una mujer que trabaja fuera de casa (y en casa) o sólo en casa haciéndose cargo de cuidar personalmente a sus hijos. Porque ninguna opción no tiene que ser mejor que la otra. Lo que es bueno es tener capacidad de poder escoger y tener los recursos necesarios para poder llevarlos a cabo. Ésa es, desde mi punto de vista, la verdadera revolución y liberalización de la mujer. Es tan libre una mujer que decide no casarse y no tener hijos porque no quiere que otra que tiene seis y se queda amorosamente en su casa cuidándolos porque le da la gana y porque puede.

Precisamente porque la educación es lo que nos libera (a todos y a todas), el proceso no está terminado. Hay todavía mucha mujer oprimida en todos los países subdesarrollados. Todas esas mujeres que carecen de libertad para pensar, elegir, estudiar, escoger marido… tampoco tienen lavadoras pero estoy segura de que esas no son sus máximas pretensiones en este momento. Estoy convencida de que en el fondo de cada una de ellas se guarda en secreto la esperanza de que la vida de sus hijas sea un poquito mejor que las suyas.

Se agradece el detalle por parte del Vaticano pero, sinceramente, la libertad no pasa por un centrifugado corto.

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