Hacía tiempo que este crítico no escuchaba, a la vez, tantas y tan elogiosas frases de los asistentes en perfecta mezcolanza con las sonrisas que aún les provocaban algunas de las mejores escenas humorísticas de las que está preñada esta versión teatral de la ya mítica película del no menos mítico
Ernst Lubitsch.
Que, por cierto, era el guionista del film pero a medias con el autor real del texto, el hoy triste e injustamente olvidado
Melchor Lengyel. En esta versión, dirigida con clase, ritmo y evidente sentido dramático por
Ángel Lavín, ha sido otro grande de nuestras adaptaciones para las tablas,
Julio Salvatierra, el que ha dado en el clavo como responsable del texto.
Un texto que desarrolla el argumento respecto a una compañía también teatral polaca, la de los esposos de
María (a la que da vida una
Amparo Larrañaga eficaz pero demasiado engolada y que es la única que desentona del sobresaliente del resto de actores) y
Joseph Tura (encarnado por un
José Luis Gil genial que derrocha su ya conocida vis cómica), que se ve obligada a cancelar el estreno de 'Gestapo' debido a la invasión alemana.
Poco a poco y de forma involuntaria, sus integrantes pasan a formar parte de la resistencia. Entonces, deberán utilizar sus habilidades artísticas conviriténdose en nazis si quieren salvar sus vidas. Si a esto le añadimos el amor de un joven aviador (ajustado
Diego Martín) por la bella María Tura, aquí tienen la sencilla sinopsis de 'Ser o no ser', de la que no hay que adelantar más aquí.
Hallazgos escenográficos
Baste decir que con múltiples extraordinarios hallazgos de la escenografía, incluso con una pequeña aportación cinematográfica de tipo documental, todo esto llega al espectador y cala sus fibras sensibles desde que se alza el telón hasta que concluye, tras hora y media larga de divertimento y teatro, buen teatro.
Destacar finalmente e insistir en que medida comicidad desplegada por José Luis Gil, unida a ciertos matices dramáticos, convierten a Joseph en punto de referencia inevitable durante la función.Él llena el escenario, pero los demás -con la excepción de Larrañaga- no desmerecen, y ni siquiera alguna sorpresa que surge desde el público. En definitiva: hay que verla.