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Fernando Jáuregui

Pedro, no viniste a la fiesta de la Constitución …

Pedro, no viniste a la fiesta de la Constitución …

martes 17 de noviembre de 2009, 19:37h

Pedro, no viniste a la fiesta de la Constitución …

 

Fernando Jáuregui

 

Se nos ha muerto Pedro Altares, un inmenso periodista, uno de esos que facilitaron esta transición que tuvimos, y ni nos hemos enterado de que ya no está. Ya no estaba desde hace algún tiempo, aunque aún se arrastraba a las fiestas de la Constitución , a la copa navideña del PSOE, su partido más cercano, que tan poco caso le hizo, me temo, en estos últimos, desesperados, años. Altares fue el alma de aquellos ‘Cuadernos para el Diálogo’ que tanto hicieron precisamente para eso, para el diálogo, de la mano de Joaquín Ruiz Giménez, que murió no hace mucho, y de la de su director, Pedro Altares, que se nos acaba de ir ahora. Con la cantidad de cosas que le quedaban por contarnos, cagoenlamar.

 

Las nuevas generaciones de periodistas seguramente ni siquiera habrán oído hablar de Pedro Altares, sin embargo una leyenda, un tipo magnífico que luchó, desde la moderación y la bonhomía, por facilitar el acceso a la democracia desde la oscuridad del franquismo. Ser periodista, en aquellos años de la oprobiosa, no era cosa fácil, si no estabas instalado en el Régimen. Y Pedro Altares no estaba, desde luego, instalado en el Régimen: era uno de los de la oposición  emblemática, un ‘sociata’ confeso, uno de los que  hicieron posible que los democristianos de ‘sor intrépida’, o sea, Ruiz-Giménez, los liberales de Satrústegui, los socialdemócratas de Francisco Fernández Ordóñez y los socialistas de la nueva hornada de ‘Isidoro’, es decir, Felipe González, se encontrasen. Y que luego, todos ellos se encontrasen con los comunistas de Carrillo, a quien tuve este domingo, en la fiesta de la Constitución , que comunicar que Pedro se nos había muerto. No se podía creer, el viejo ex comunista nonagenario, que te nos hubieses marchado tan pronto, tan relativamente pronto.

 

Se lo dije, en los pasillos del Congreso, entre canapé y canapé –te hubiera gustado el sarao, Pedro, aunque este añono hubo ni caviar ni angulas; la crisis, sabes--, a muchos de los viejos amigos: Landelino Lavilla, Fernando Alvarez de Miranda, Gregorio Peces-Barba, Leopoldo Torres, yo qué sé. Allí estaban ellos, y tú, Pedro, ya no estabas. Ellos, que, como yo, tantas fiestas compartimos el día de tu santo en tu casa-museo de Torrecaballeros. Se lo dije a los mandamases socialistas, y ví a Teresa Fernández de la Vega afectada; a otros, la verdad, menos. Están a lo que están.

 

Pero creo que ellos te deben un homenaje, un recuerdo, una calle, una placa, algo. Cuántas veces, maldita sea, te pedí un artículo en mi periódico, que siempre prometías enviarme, aunque lo aplazaste siempre. Me parece que una de las dos españas, pero muy probablemente las dos, te habíamos helado el corazón, que todo lo había entregado por la causa de la democracia, cagoenlamar, y no supimos pagártelo en vida.

 

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