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Ante el final de la legislatura

lunes 17 de diciembre de 2007, 11:32h

La legislatura que ahora acaba ha estado condicionada, en primer lugar, por la minoría del PSOE en el Parlamento, lo que ha provocado la necesidad de someterse a pactos y a negociaciones puntuales en función de la necesidad legislativa con todos los grupos políticos minoritarios nacionalistas, moderados y radicales. Acuerdos que llevaban consigo un inevitable precio político y que no siempre han satisfecho a las partes, destapándose posteriormente recelos.

El segundo elemento que ha definido esta legislatura ha sido una cierta dejadez de la política económica. Al PSOE no le ha quedado más remedio que hacer continuismo de la política económica del PP, pero al ser contraria a sus planteamientos programáticos no ha puesto entusiasmo, por lo que siempre les ha fallado cierta credibilidad en este tema y han mostrado la falta de convicción que se ha traducido en una merma de la capacidad de la economía española. Con esta falta de iniciativa, Zapatero ha relegado la gestión económica a un segundo plano.

El tercer paso en falso que dio el Gobierno del PSOE fue el de borrar toda huella del anterior gobierno de Aznar. Anuló los pactos que tenían con el Partido Popular, el de Justicia, el Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo, del que Zapatero presumía ser impulsor; suspendió la reforma de Educación, sin permitir la implantación de la Ley Orgánica de Calidad de la Enseñanza; y anuló el Plan Hidrológico Nacional. Todas estas decisiones unilaterales se tomaron de manera precipitada, sin consenso y sin proponer alternativas.

Esta actitud generó cierta incertidumbre y desconfianza y fue vista por muchos como muestra de la debilidad e inseguridad de un Gobierno que no tenía la mayoría del Parlamento y que necesitaba de apoyos y simpatías que no les complicara la tarea parlamentaria.

La política internacional ha sido el cuarto desacierto del Gobierno socialista. Zapatero llegó a La Moncloa con el antecedente de su desaire a la bandera de Estados Unidos, a lo que sumó su estreno como Presidente retirando las tropas de Irak. Estos actos le valieron el desprecio del Presidente Bush, cuyos gestos hacia la persona de Zapatero, todavía hoy, son inexistentes.

El gobierno socialista decía entonces que España tenía que “volver a Europa”, en clara alusión a su postura antiamericana, así que reforzó las relaciones con Francia y Alemania, siendo entonces sus dirigentes, Jacques Chirac y Gerhard Schroder. Pero estos aliados poco le duraron porque sus gobiernos cambiaron de signo político.

Tradicionalmente la política exterior de España ha sido siempre fruto de un consenso entre las fuerzas políticas, pero esto también ha cambiado con Rodríguez Zapatero. Otro ejemplo vivido en esta legislatura ha sido el viraje de la postura oficial de España respecto al Sáhara, donde ahora se elude hablar de un futuro referéndum sobre su independencia.

Todos estos aderezos han dado lugar a una legislatura que ha evolucionado con la sombra continua de ETA. En mayo del 2005 el Congreso, con la excepción del PP, aprobó una resolución autorizando al Gobierno a dialogar con ETA, posteriormente vino la tregua, rota hace unos meses. Durante este tiempo el debate político y social en torno a la actitud ante la tregua ha sido muy duro y combativo. Tras el último atentado de los etarras en Francia contra dos guardias civiles, el Gobierno ha dado un giro tratando de recuperar la unidad con el Partido Popular y el fiscal ha iniciado los trámites para la ilegalización de ANV y del PCTV.

Rodríguez Zapatero ha apostado por una política social de impacto, especialmente en la primera parte de la legislatura, cuando, bajo el estribillo de la ampliación de los derechos sociales y civiles nació el matrimonio gay. Le han acompañado otras medidas como la Ley de Violencia de Género, la subida del salario mínimo interprofesional, o las más recientes de la Ley de Igualdad, el cheque bebé de 2.500 euros. Ha enarbolado también la bandera de defensa del medioambiente anunciando medidas para el ahorro de energía y el fomento de viviendas ecológicas. Todas estas medidas han sido positivas y transmite una imagen social y cultural de vanguardia.

El debate institucional en esta legislatura ha sido muy intenso. Las reformas estatutarias abiertas han supuesto la ruptura del consenso autonómico, el Estatuto de Cataluña ha traído mares de tinta y todavía hoy está pendiente de una resolución del Tribunal Constitucional. No nos olvidemos de Ibarretxe y sus intenciones de celebrar un referéndum vasco; ni de la negativa de ciertos ayuntamientos a cumplir con la Ley y colgar la bandera de España en sus balcones... acontecimientos que se han ido sucediendo uno tras otro. Zapatero ha presenciado este debate con una falta total de firmeza y se ha cuestionado su idea descafeinada del modelo de Estado y la liviandad con que defiende los símbolos estatales.

Como decía al inicio del artículo, este Gobierno ha desarrollado una política económica plana, en modo stand by, sin grandes actuaciones pues no ha sido su prioridad, en parte, por su falta de convicción. Esta dejadez se cuestiona ahora cuando la economía muestra las primeras debilidades con una inflación disparada, una incipiente crisis en el mercado inmobiliario, la reducción del crecimiento, la tendencia al aumento del desempleo, el incremento de tipos de intereses, situación que se podía prever hace unos meses y sobre la que no se han tomado las medidas ni reformas necesarias para afrontarla con solvencia. En plena temporada electoral Zapatero deberá tomar las riendas y apostar por la puesta en marcha de medidas que reactiven la economía. De ahí que su última propuesta electoral hay sido la eliminación del Impuesto de Patrimonio.

Dentro de tres meses acudiremos a las urnas. Hoy por hoy, la relación de fuerzas entre los dos principales partidos es de equilibrio, con una ligera ventaja para el PSOE pero no suficiente para asegurar la victoria. Nos podemos esperar cualquier resultado. La legislatura se agota porque Zapatero no ha tenido en ningún momento la superioridad electoral suficiente para ganar sin necesitar a las minorías, si hubiese tenido esta ventaja las elecciones se hubieran convocado con anterioridad. El PSOE necesita ganar con el resultado suficiente que le de libertad para prescindir de las minorías.

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