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París amanece con un nuevo presidente

París amanece con un nuevo presidente

lunes 07 de mayo de 2007, 13:05h
Mientras los primeros programas de televisión analizaban la incontestable victoria  de Sarkozy la prensa abandonaba el Ministerior de Interior, donde además había un 
buen número de invitados satisfechos al encontrar a su anterior jefe en el Palacio del Elíseo.
A escasos quinientos metros estaba el lugar de celebración, motos con globos azules, grupos con camisetas de "dimanche, tout devient posible" -el domingo todo
es posible- y bastante vigilancia policial hasta la plaza de La Concorde.

El Obelisco napoleónico fue testigo de los fastos de este nuevo "président" de aires napoleónicos. La cuarta derrota socialista se celebraba al ritmo de cantantes afines con cánticos populares adaptados para el evento.

Se quiere borrar el "mayo del 68", pero en todo momento se coreaba la Marsellesa.

Los allí congregados eran, en su mayor parte, jóvenes exaltados, de vaqueros y bambas "converse", polo lacoste o camiseta azul, para ser uno más de "les bleus" que apoyan al ganador.

Celebrando en el semáforo El grito más cantado, sin duda, fue el que invitada a Ségolène a quedarse en su feudo: "Ségolène a Poitiers, Nicolas a L'Elysée". Con más ahínco, si cabe en la  fuente, sin complejos, en una explosión de regocijo compartida salpicando a cualquier periodista que osase acercarse.

Cerca de la media noche, tímidamente, asomaron algunas bengalas en las manos, como no, azules. Pocos eran los franceses de "ultramar" allí concentrados, salvo algún magrebí que no perdió ocasión de presentarse con carrito a vender agua, refrescos y cerveza para regar la celebración.

De vuelta, Campos Elíseos arriba, rumbo al Arco del Triunfo, una bandera belga  de grandes dimensiones dejaban ver unas letras: "Les belges avec Sarkozy", como si por  ser una gran bandera mostrase el "placet" de todo un pueblo...
 
Vendiendo la edición especial La prensa no perdió su ocasión, ya se vendían ejemplares de "L'express" con un
especial de cincuenta páginas de Le Président. Por tres euros y en plena celebración pocos eran los que no se llevaban un ejemplar bajo el brazo. No eran horas de baguette, pero sí de lectura.

Los Campos Elíseos seguían siendo ese "tontódromo" de los turistas, con bicicletas de un lado a otro,algún descapotable despistado con un poster de Ségolène que subía y bajaba sin sentido, coches policiales escoltando la comitiva del nuevo presidente y periodistas de narices largas: en su puesto no pasó el recién "laureado" Nicolás Sarkozy.
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