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Las claves de la evolución de Batasuna y ETA, desveladas en un libro

Las claves de la evolución de Batasuna y ETA, desveladas en un libro

lunes 07 de febrero de 2011, 13:12h

No es suficiente, pero es un inicio: los abartzales de izquierda condenan por fin la violencia de ETA. Es cierto que lo hacen bajo el subterfugio de una 'condena global' a 'toda la violencia' -también, por tanto, la del Estado, con los GAL-, pero ahora le dicen a ETA que también condenan la suya "en cualquiera de sus manifestaciones". Es decir, que los nuevos batasunos, los que eran el brazo político de ETA, le dicen a los más sanguinarios de la banda que la nueva fuerza política resultante "ni justifica ni ampara la utilización de la violencia, sea quien sea quien la utilice".

Era un paso esperado y necesario; un paso que muchos analistas políticos y de la lucha antiterrorista habían previsto; un paso que, desde luego, ya estaba contemplado y desarrollado en el libro editado por Península "El Zapaterato. La negociación. El fin de ETA" del que son autores el editor de Diariocrítico.com, Fernando Jáuregui, y el corresponsal político de este mismo diario, Manuel Ángel Menéndez.

Un libro en el que los autores han desgranado no sólo el proceso de negociación con ETA que el Gobierno de Rodríguez Zapatero desarrolló entre 2004 y 2007, sino también todos los procesos anteriores de negociación que mantuvieron los gobiernos de Adolfo Suárez-Lepoldo Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar. Un libro en el que se revelan datos fundamentales del pensamiento de la banda, como, por ejemplo, que los terroristas propusieron 'amañar' un referéndum en Navarra para que esta Comunidad aceptara incluirse en el País Vasco.

De "El Zapaterato. La negociación. El fin de ETA" ofrecemos aquí un amplio extracto de su capítulo 10, en el que se avanzaba, ya en mayo de 2010, lo que está pasando hoy.

* * *

Capítulo 10
¿Muerte en Venecia?

A finales de 2009, Manuel Ángel Menéndez titulaba así una información en Diariocrítico.com: “2010 puede ser el fin de ETA”. Recogía las impresiones de fuentes policiales de la mayor solvencia y poco proclives a lanzar las campanas al vuelo.

La pregunta ahora, bien entrado ya el año 2010, es: ¿estará empezando a morir ETA, al menos tal y como hasta ahora la conocíamos? La impresión que existe en algunos ambientes que conocen bien -o creen conocerla- a la banda dicen que se aprecian movimientos importantes en su seno. Unos movimientos que demostrarían que los presos más veteranos –empezando por los que fueron más sanguinarios-- están cansados y desesperanzados, que los auténticos líderes han sido detenidos, que una parte de la organización terrorista quiere volver a la negociación y que la última resolución del Tribunal de Estrasburgo, condenando a una ETA acostumbrada a recibir árnica en los foros internacionales, ha sido un mazazo incluso para los más ‘duros’ en el espectro del terror.

Resulta significativa la declaración leída el sábado 14 de noviembre de 2009 en la sesión matinal de la Conferencia sobre procesos de paz y resolución de conflictos, organizada por el Centro Pace y el ayuntamiento de Venecia en la Biblioteca Marciana de la ciudad de los canales, a un paso de la catedral de San Marcos. Señalaba esa resolución que “la voluntad popular expresada por vías pacíficas y democráticas se constituye en la única referencia del proceso de solución” del conflicto vasco, lo que suscitó algunas esperanzas. Y ello, por más que el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, mostrase una actitud despectiva acerca de una declaración que, según dijo, “es más de lo mismo, un camino que no lleva a ninguna parte”.

La declaración fue leída por Jone Goirizelaia, representante de Ezker Abertzalea y abogada de Arnaldo Otegi, en prisión desde un mes antes a raíz de una decisión del juez Baltasar Garzón, que le encarceló, junto a varios compañeros, como el ex dirigente sindical de LAB Rafael Díez Usabiaga. La declaración se titulaba “Un primer paso para el proceso democrático, principios y voluntad de la izquierda aberztale”, y constaba de un largo y retórico preámbulo y de siete puntos.

De esos puntos, el séptimo era el más sustancioso. Tras reiterar su compromiso con la oferta de Anoeta de 2004, extensamente mencionada en este libro, Batasuna pedía la apertura de “un proceso de diálogo y acuerdo multipartito” regido “por los principios del senador Mitchell”. Y afirmaba: “Por otro lado, debe establecerse un proceso de negociación entre ETA y el Estado español que verse sobre la desmilitarización del país (vasco), la liberación de presos políticos vascos, la vuelta de los exiliados y un tratamiento justo y equitativo al conjunto de víctimas del conflicto”.

Lo más esperanzador era que Goirizelaia había anunciado previamente su deseo de no seguir militando en Batasuna, aunque en ningún momento condenase a ETA. Tampoco lo hacía en esta ‘declaración de Venecia’, leída justamente en el aniversario del mitin de Anoeta, en el que Otegi, el 14 de noviembre de 2004, inició, de hecho, el proceso de negociación entre el Gobierno de Zapatero y la banda terrorista.

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Para dar más fuerza a esa ‘declaración de Venecia’, los abertzales proyectaron un mensaje grabado en vídeo con la intervención de Otegi, en ese momento en prisión. También hubo mensajes en vídeo de Gerry Adams, presidente del Sinn Fein, y de Nelson Mandela, ex presidente surafricano y Nóbel de la Paz, en apoyo de un nuevo proceso. Y aún más, junto a Goirizelaia, en la mesa de Venecia se sentaron el abogado sudafricano y mediador en diversos conflictos Brian Currin -que llevaba trabajando en silencio durante los 18 últimos meses con la izquierda abertzale-; el ex miembro del IRA y diputado del Sinn Feinn Raymond McCartney, y Emine Ayna, representante del partido kurdo DTP.

“Tengo la esperanza de que ETA declare el alto el fuego permanente”

Como preguntaba el diario El País a Brian Currin, ¿significaba eso que ETA estaba dispuesta a dejar las armas y había aprobado el documento? “Esto es solo el principio. Yo espero que ETA dé la bienvenida a la declaración, y si Madrid libera a los presos, no veo por qué ETA no debería declarar un alto el fuego definitivo. Eso sería lo lógico. En la mención de los ‘principios Mitchell’ está implícita la obligación de renunciar a la violencia y entregar las armas. Y yo tengo la esperanza de que ETA declare el alto el fuego permanente”.

Se supo entonces –revelado por el propio Currin- que los abertzales Otegi, Díez Usabiaga, Sonia Jacinto, Miren Zabaleta –la hija de Patxi, el creador de Aralar- y Arkaitz Rodríguez, encarcelados desde el 13 de octubre en la prisión madrileña de Estremera por orden del juez Baltasar Garzón, tenían previsto hacer pública una declaración similar a de la Goiricealia en Venecia y con una alusión directa a los ‘Principios Mitchell’ que condujeron al acuerdo de Viernes Santo en Stormont.

Pero la verdad es que ni los medios oficiales ni los periodísticos dieron excesivo significado a este acto de Venecia; no era la ‘muerte de ETA’ en Venecia, ni mucho menos, dijeron a los autores fuentes de Interior, que apostaban por muy otras vías: básicamente, las de la dureza. No en vano, tras Otegi y sus compañeros fueron encarcelados varios miembros de las ‘juventudes etarras’ Segi. No, no era el momento para contactos ni negociaciones, por mucho que el debate interno en el mundo de la ilegal Batasuna apostase por vías no violentas para llegar a sus fines –incluso algunos que predicaban métodos ‘duros’, es decir, una vuelta al terrorismo, llegaron a ser expulsados de algunas de las asambleas que se celebraron durante meses-.

Zapatero, escarmentado

Zapatero, escarmentado del anterior proceso negociador –que ha sido el objeto de este libro-, se mostró muy poco receptivo y muy escasamente esperanzado ante ese comunicado leído en Venecia y Alsasua y publicado el domingo 15 de noviembre por el diario El País, exclusivamente. De la misma manera que en Interior se mostraron muy poco receptivos ante el comunicado hecho público por ETA a mediados de enero de 2010, apostando por la ‘vía democrática’, quiera decir eso lo que quiera en los términos etarras.

Pero, sin duda, y en esto coinciden todas las fuentes consultadas por los autores de este libro, ‘algo’ se está moviendo, y con cierta rapidez, en el mundo abertzale; ‘algo’ que parece desmarcarse crecientemente de una ETA que parece también cada vez más desnortada.

En este marco, en el Ministerio de Interior ni siquiera admiten que en el último trimestre de 2009 pudo haber sido un error la detención y encarcelamiento de Otegi, Díez Usabiaga y otros, entre ellos Miren Zabaleta, la hija del líder de Aralar, Patxi Zabaleta, un hombre que, como contamos en el capítulo correspondiente, varió sus planteamientos y se decantó por formar un partido independentista pero que abominaba de la violencia. Las fuentes consultadas en el País Vasco y en Navarra consideraban que Zabaleta no estaría demasiado lejos de la plataforma que intentaba, aunque ahora desde la cárcel, montar Otegi cinco años después de su famoso mitin en Anoeta. Una plataforma, más que un partido, a la que se dijo que podrían llegar a adherirse, incluso, personajes radicales del peneuvismo, como Xabier Arzalluz o el ex lehendakari Garaikoetxea.

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De cara al futuro, el primer movimiento serio le toca a ETA, insisten fuentes policiales, que rechazan, como lo hacen los portavoces del Gobierno, cualquier paso desde el Ejecutivo en dirección a un nuevo proceso negociador, aunque los contactos nunca se hayan perdido del todo. El hecho de que ‘Josu Ternera’, considerado partidario de un pacto con el Estado, sea el único de los cabecillas etarras que participaron en las negociaciones de la legislatura anterior que siga sin ser detenido no deja de parecer sintomático a algunos observadores. Otros lo juzgan, simplemente, “extraño”, puesto que se cree que ha estado localizado por las fuerzas de seguridad en más de una ocasión. Y no falta quien diga que, en puridad, ‘Josu Ternera’ ya ni siquiera podría considerarse formalmente encuadrado en la banda, tal es la fluidez de la situación en el interior de la misma.

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¿Qué ocurre en el colectivo de presos?

En algunos medios policiales relacionados con la lucha antiterrorista se esperan, en uno u otro sentido, reacciones por parte de ETA, que mantiene un cauto silencio ante lo que están haciendo algunos de los que eran su ‘brazo político’ en Batasuna. Y que, al tiempo, muestra una patente irritación ante algunos movimientos que se están experimentando en el colectivo de presos, donde, según decía, con evidente optimismo, una información de la agencia Servimedia, dos de cada tres reclusos etarras están ya en contra de la violencia.

En todo caso, el 5 de enero de 2010, la víspera de Reyes, el mundo radical se encontró con un extraño ‘regalo’ de la banda terrorista: su dirección había decretado la expulsión de otros cinco reclusos del colectivo de presos de ETA por saltarse la disciplina. No se trataba de simples nombres, sino de cinco terroristas que en su momento habían sembrado el terror y que algunos habían tenido responsabilidades en la banda: Valentín Lasarte -ex miembro del ‘comando Donosti’ hasta su captura, el 25 de marzo de 1996; su nombre está unido a los asesinatos del político del PP Gregario Ordóñez y del socialista Enrique Múgica-; Ignacio Recarte Ibarra –ex miembro del ‘comando Mugarri’; Andoni Muñoz de Vivar - formó parte del ‘comando Lambroa’ hasta la desarticulación, el 25 de octubre de 1994-; Esteban Murillo Zubiri –vinculado al ‘comando Nafarroa’-, y Jorge Uruñuela –reputado miembro de la kale borroka-.

Para algunos expertos antiterroristas, ya no hay duda: 2010 es el año del gran debate en ETA, del fin del final de la banda armada. Y a ese final anunciado se llegará tanto por la presión del abertzalismo desencantado como por la de sus presos en cárceles españolas y francesas. “ETA acabará diluyéndose como un azucarillo, o, a lo sumo, convirtiéndose en una banda parecida al GRAPO, auténticamente residual”, nos dijo a los autores un alto cargo de Interior. Por ahora, la labor de zapa de la política de Rubalcaba-Gallizo con los presos de ETA en las cárceles españolas está dando su resultado, tal y como ya hemos analizado en la primera parte de este libro –ver Capítulo 6: La serpiente despierta de su letargo: espiral de violencia etarra-.

Por otro lado, la llegada del socialista Patxi López, y, en alguna medida, del PP vasco, al poder en Euskadi ha cambiado muchas cosas: resulta también muy significativo el relativo silencio de López y de su consejero de Interior, Rodolfo Ares (que participó en las negociaciones de Loyola con Batasuna en 2006 y en las de 2007), ante la permanencia de Otegi y sus compañeros en prisión. No parecen compartir plenamente la actual estrategia de Rubalcaba, pese a la sintonía de éste con Ares. El ministro del Interior ha declarado en diferentes ocasiones su satisfacción por la detención de Otegi, que llegó a ser calificado como “hombre de paz” por el propio Zapatero, cuando la negociación Gobierno-ETA estaba en pleno fragor. Pero está claro, como hemos pretendido demostrar a lo largo de este libro, que, en este terreno, la vida da muchas vueltas.

 

A comienzos de 2010, los mentideros madrileños eran un continuo rumor relacionado con ese ‘proceso subterráneo’ que se había abierto en el mal llamado mundo abertzale (patriota). Puede que en Anoeta se iniciase en 2004 un camino que ETA se encargó de malograr, aunque es cierto que el Gobierno también cometió errores en la negociación con la banda, que ya desde 2007 se encuentra nuevamente en una línea de franca violencia.

Pero puede que también en Venecia –sea tomada esta ciudad como referencia formal- se haya dado un paso, tímido, hacia el fin de esa pesadilla que los españoles padecen desde hace cuarenta años y que se llama ETA, una sanguinaria organización que, día a día, va perdiendo apoyo incluso entre los suyos. ¿Será esta la última Legislatura de la banda? “Cautela” es la respuesta que te dan cuando lo preguntas a quienes, presumiblemente, verdaderamente saben.

En el otro lado de la ‘muga’, a finales de 2009 ETA –y su entorno en la izquierda abertzale- se encontraba prácticamente partida en dos: los más radicales, que abogaban por seguir atentando hasta que el Estado “doble las rodillas” y que se aglutinaban en torno a la propuesta ‘Mugarri’ que declaraba concluido el tiempo de la política, y los otros, más pactistas, que seguían el camino preconizado por Otegi, Rafa Díez Usabiaga, Etxeberria, Iruin y Jone Goirizelaia. Este segundo grupo sostiene que sería terrible que se produjera –como parece posible- la derrota de la banda terrorista sin obtener nada a cambio.

Las ambigüedades de Otegi

Dentro de la lucha antiterrorista se analiza con optimismo el hecho de que las bases de la izquierda abertzale, en las localidades que siempre han sido feudo de la banda terrorista, expresen con claridad su ansiedad porque ETA deje de actuar para que el resto pueda acceder a las instituciones. Pero aún –al cierre de esta edición- no se ha escuchado alta y clara la frase definitiva: “La hora de ETA ha pasado”. Y probablemente tarde algo en oírse, porque el sector liderado por Otegi, que inició una huelga de hambre en prisión, seguida sin demasiado interés por la opinión pública, no se atreve a consumar una escisión, al igual que el propio Otegi no se atrevió a dar un golpe en la mesa cuando ETA le obligó a cerrar las conversaciones de Loyola.

Por otro lado, sin embargo, ese mismo sector proclive a la incorporación a la vida política también teme que el resultado final de una actuación como la arriba planteada sea un ‘irse de vacío’ después de tantos años de lucha; es decir, de no conseguir réditos políticos. He ahí su gran dilema, más allá, incluso, del miedo a la represalia de los duros de las pistolas.

Y parece que ahí, como resolución de ese dilema, Otegi y los suyos buscan la siguiente síntesis: abrir otro proceso de negociación. Pero para ello tienen que controlar la acción de ETA para utilizarla en su provecho, que no es otro que conseguir la complicidad de la comunidad internacional y hacer ver su buena fe, alegando el principio Mitchell con el que abríamos este capítulo final; es decir, el principio establecido en el conflicto irlandés para evitar la violencia entre ambas partes.

Ahora bien, Otegi y los suyos se enfrentan a dos problemas. Por un lado, el ya referido de los radicales de ETA, y, por otro, la posición que mantiene hasta ahora férreamente el Gobierno y que se resume en una simple frase: hace unos años hubiera sido una buena propuesta; ahora es absolutamente insuficiente.

En ese contexto es en el que hay que situar la decisión de la Fiscalía de la Audiencia Nacional de solicitar el procesamiento de Arnaldo Otegi, Rafael Díez Usabiaga, Rufino Etxebarría y otros seis abertzales por intentar reconstruir la Mesa Nacional de Batasuna y crear un nuevo referente político que iba a llamarse “Bateragune”. En su escrito al juez Baltasar Garzón, el fiscal Vicente González Mota solicitaba que se diera por finalizada la investigación y se procesara a Otegi y Díez Usabiaga en calidad de dirigentes y como integrantes al resto de los imputados: Arkaitz Rodríguez Torres, Miren Zabaleta Tellería –la hija de Patxi-, Sonia Jacinto García, Amaia Esnal Martiarena, José Luis Moreno Sagües y José Manuel Serra Ugarte.

El fiscal González Mota –insistimos nuevamente en que la Fiscalía es un órgano absolutamente jerarquizado- entendía ya que ese grupo formaba parte de un referente institucional dentro de ETA; o, dicho de otra forma: que se trataba de una estrategia de “combinación criminal de votos y bombas”, con el objetivo de seguir en el “aparato institucional”. Qué diferencia con los planteamientos de la Fiscalía entre 2005 y mayo de 2007, cuando se negociaba con ETA. Esta actitud demuestra a las claras que el Gobierno –este Gobierno, al menos- ya no quiere componendas con la banda armada, que ahora la única salida es dejarlo.

(...)

 

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