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Ana Contreras, una directora de escena en la frontera: "¡Bastante tengo con ser fiel a mí misma!"

jueves 04 de enero de 2024, 12:12h
Ana Contreras
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Ana Contreras (Foto: Anita Manez)
Licenciada en Dirección de Escena y Dramaturgia (RESAD), en Derecho (UBU) y doctora en Estudios Teatrales (UCM), Ana Contreras Elvira es profesora de dirección de escena en la RESAD, directora de la revista Acotaciones e investigadora teatral, y cuenta ya en su haber con más de 40 montajes teatrales. Inasequible al desaliento, sigue siendo una amante sin condiciones de todo lo que pueda llamarse verdaderamente teatro. En los últimos años, está profundamente interesada en el llamado teatro conventual y -sobre todo-, en la relación existente entre lo teatral, lo ético y lo político con perspectiva feminista y decolonial.

Burgalesa de origen y nacida en el seno de una familia humilde que nada tenía que ver con las artes en general y el teatro en particular, el arte de Talía se adueñó muy pronto de Ana. Fue en un colegio religioso en dónde dio sus primeros pasos académicos y, al tiempo, teatrales porque ya a la tierna edad de cinco años “interpretaba a la Virgen María y a Santa Catalina de Siena”. Desde entonces, su pasión por todo lo que rodea al teatro no la ha abandonado. Y eso que, en cierto modo, y por no tener tradición familiar, no se molesta ni mucho menos cuando le decimos que si se considera una especie de “intrusa” en este mundillo y ella, sonriendo, nos admite la mayor, no sin matices: “Sí, me gusta el término que aplicas. Vengo de una familia de clase baja, y a veces he podido llegar a sentirme una intrusa. Hoy, desde luego, no”.

Retrocediendo de nuevo en el tiempo, el caso es que, más tarde, a los 17, vendría su vinculación a la Escuela Municipal de Teatro de Burgos, y algo después, en 1998, se trasladaría a Madrid a estudiar dirección de escena en la RESAD.

A Contreras es difícil etiquetarla en alguna línea concreta de dirección de escena porque ha hecho y sigue haciendo cosas muy diversas, que van desde su Hamlett (2009) y Rey Lear (2011), a La poesía es mi manta (2018), Esta divina prisión (2019), Vano fantasma de niebla y luz (2021), o Me trataste con olvido (Clásicas en rebeldía (2023), hasta su reciente Érase una vez un G.I. Joe en la Cólquide de Uganda (2023).

Pero fue, a nuestro juicio, la materialización en octubre de 2019 del Festival Místicas, surgido con el ánimo de ahondar en la relación profunda que hay entre arte y espiritualidad, el gran proyecto de Ana Contreras. Una idea maravillosa, utópica, anticomercial, poética, mística y artística que ya justifica toda una carrera y que surgió del interés que Santa Juana de la Cruz levantó en la Ana investigadora y que luego la artista llevó a los escenarios.

Con esta mujer tranquila e hiperactiva al mismo tiempo, autoexigente, independiente, reflexiva y amante incondicional del teatro es con quien queremos compartir una mañana otoñal precisamente en el madrileño, coqueto e íntimo Café del Teatro.

Comenzamos fuerte preguntando a la profesora y directora si, a su juicio, tiene algo que ver la situación de crisis espiritual vivida en el paso de la Edad Media al Renacimiento, con la que se vive actualmente, sumidos como estamos en un claro cambio de civilización, y Ana, sin dudarlo un instante, nos asegura que sí, que tiene muchísimo que ver y, que “precisamente por eso nació el Festival Místicas. Estamos al final del ciclo capitalista, lo cual no quiere decir que eso sea o no bueno. Pero caminamos hacia otra cosa, y claramente. Por eso me pareció imprescindible mirar hacia los inicios de esta civilización, aquellos momentos en los que se vivía de otra manera”.

“En todas las épocas de la historia -continúa diciendo Ana-, coexisten muchos mundos posibles, lo que pasa es que hoy en día, precisamente por la globalización, puede llegar a parecernos que sólo hay uno. Y lo interesante es mirar hacia otros mundos que han existido y que ahora, se vean o no, también existen”. Y con esto, nos insiste, no pretende hacer valoración alguna sino constatar un hecho incuestionable. “Me interesa mucho fijarme en los márgenes -continúa afirmando Ana-, analizar en detalle esos puntos de intersección entre los que viven dentro y los que lo hacen fuera del sistema, por ejemplo, quienes habitan en los monasterios. Y, aunque parezca que no, por los prejuicios existentes sobre la Iglesia Católica, tanto dentro como fuera de los propios monasterios hay muchas visiones y sensibilidades distintas, nada uniformes. Me interesa explorar los puntos que puede haber en común entre mundos bien distintos, incluso aparentemente antagónicos, como son los de la clausura y las artes corporales, las órdenes monásticas y todo un abanico de posturas denominadas antisistema, como la desaceleración, el friganismo, los nuevos eremitas, la economía feminista, etc. Hay que borrar las fronteras y ver qué hay en común entre las personas, por muy distintas que parezcan”. Y, conectando con la primera parte de su respuesta, Ana concluye subrayando la aparición, en aquellos finales de la Edad Media, de ciertos movimientos pauperísticos como el que podía encarnar Francisco de Asís, que plantean modos de vida que, aun procedentes del mismo cristianismo, confrontaban de lleno con la Institución. Entonces, como ahora, hay quienes no ven necesidad alguna en meterse de cabeza en el mundo del consumo alocado”.

Relaciones humanas, fraternidad y sororidad, son valores intemporales y universales y por eso mismo la artista y profesora ve en San Francisco de Asís un verdadero precursor del ecologismo. Afirmación que, casi al final de nuestra conversación, la artista vuelve a conectar con la realidad de nuestro tiempo: “El teatro está en todas partes, no sólo en los escenarios. En la vida política, en la calle… Hasta en el discurso del Rey porque es de una teatralidad suma. Si tuviera más tiempo me dedicaría a analizar el lenguaje político con la minuciosidad del entomólogo. La verdad es que las palabras y los personajes me divierten mucho…”.

Espejo mágico

Ana ContrerasEquidistante también de los diversos tipos de teatro que hoy conviven en nuestros escenarios, la profesora Contreras no se siente especialmente identificada ni con el teatro poético, que tanto ha cultivado, ni con el reflexivo o el realista: “Me interesan todos los tipos de teatro y, es más, creo que poesía y reflexión deberían estar presentes en todos los espectáculos. Son formas distintas que obedecen a momentos distintos, y como yo no tengo una línea que mantener, me siento igual de cercana a ambos. Sean proyectos personales o de encargo, en todos veo aspectos en los que indagar, tanto en la forma como en el contenido. ¡Bastante tengo con mantenerme fiel a mí misma!”.

Aunque Contreras comenzó estudiando interpretación en la Escuela Municipal de Burgos y allí participó en bastantes montajes con grupos independientes, muy pronto se decantó por la dirección de escena. No obstante, nunca ha dejado del todo sus primeros vínculos con el teatro y, recientemente, ha colaborado como intérprete o performer con dos figuras de la dirección de escena de las que se siente muy próxima y por las que guarda un profundo respeto, Sara Molina (Comedia sin título) y Ana Vallés (Antes de la Metralla e INLOCA).

Estudiando interpretación en la mencionada Escuela Municipal, y antes de estudiar dirección de escena en Madrid, se licenció en Derecho en la Universidad de Burgos. Preguntamos a la burgalesa si esa es su otra vena, la práctica, la realista, el por si acaso…, pero nos saca muy pronto de la presunción al afirmar que “ha pasado ya mucho tiempo y, a estas alturas, no sé muy bien por qué lo hice, pero lo cierto es que esa decisión me ha venido muy bien para entender el mundo”. De hecho, nos comentó, es un ámbito con un alto nivel de teatralidad que echaba por tierra esa otra concepción que entonces se les transmitía en las escuelas, incluida la RESAD, de que sólo hay un modo de entender el teatro, el clásico, el del texto, la interpretación y la dirección convencionales, es decir, el del teatro burgués… “Sin embargo, el Festival de Otoño traía montajes de directores como Philipe Genty y Mary Underwood o Kantor, que mostraban formas muy distintas, poéticas y personales de entender el teatro, que no tenían nada que ver con esa otra realidad”. Incluso, añade Contreras, “cuando asistí como estudiante a una vista judicial por primera vez (el juicio era sobre un ladrón que había robado un millón de pesetas y decía haberlas encontrado en un caldero…), salí de allí absolutamente entusiasmada hasta el punto de que me dije que a mí me gustaría que el teatro fuese como eso. Me lo pasé estupendamente y, en sentido contrario, muchas de las obras de teatro a las que asistía me aburrían soberanamente”.

El mito y los cuentos de hadas trasladados a la sala de vistas de un tribunal, pero con actores vivos (¡y tan vivos…!), que se representaban a sí mismos: el acusado, el abogado, el fiscal, el juez… descubrieron, pues, a la entonces actriz y estudiante, que hay teatro mucho más allá de las tablas de un escenario. La vida como espejo del teatro, o viceversa, comentamos a Ana y nos matiza bastante ese punto de vista: “el teatro puede ser un espejo, sí, pero un espejo mágico. Es un lugar donde podemos probar otros mundos posibles. Y, sobre todo, de manera inocua, sin que nadie muera… Para cambiar lo real antes hay que cambiar lo simbólico y lo imaginario, como dice Lacan. En el fondo el teatro es como un laboratorio, un lugar de ensayo social. Esa es su labor, cambiar el simbólico y el imaginario para que, acto seguido, pueda cambiar también la realidad. Parece que no es nada, pero puede llegar a ser muy efectivo”.

Una situación, en la que nos coloca la directora y docente, que parece más próxima a la reflexión, al pensamiento crítico que, al anhelo, al deseo compulsivo, que es lo que domina el alma del hombre contemporáneo occidental. “Creo que esta circunstancia -nos apunta Contreras-, tiene muchísimo que ver con el espíritu del capitalismo que vivimos. La modernidad está aparejada con el concepto del progreso, del más, y más, y más… que nos lleva a un deseo creciente de consumo que, al mismo tiempo, conduce a un vacío espiritual. Un hecho que ha quedado aún más patente en esta III Guerra Mundial en la que, de forma más o menos larvada, estamos inmersos, y de la que sólo algunos que tenemos muy claros nuestros propósitos vitales (en mi caso, el teatro), podremos salir menos dañados”.

Una cuestión de tono y de estilo

Aunque pasa muchas horas del día ante un ordenador (investigación, preparación de clases, nuevos proyectos, etc.), no presta demasiada atención a las redes sociales. Como mucho aprovecha sus viajes en transporte público para echarles un rápido vistazo, pero eso sólo sucede en otoño e invierno porque, el resto del año procura utilizar la bici para sus desplazamientos en Madrid y, en ese caso, las primeras que se ven afectadas son precisamente las redes sociales, las llamadas y los WhatsApp: “Detesto los avisos de los mensajitos, que te están abrumando a cada rato”. Por eso, cada vez que abandona la capital, ya sea por vacaciones o por días de descanso, Ana deja el móvil arrinconado en algún lugar de su bolso y llamadas, SMS y WhatsApp deben esperar hasta mejor ocasión…

Damos un nuevo giro a nuestra conversación para volver al escenario. Nos asegura que busca en el teatro entender el mundo, entenderse a sí misma, divertirse, relacionarse con los demás y una forma de encontrar sentido a la vida. Pero también busca en él imágenes poéticas, y luz… Pido entonces a la artista si se ha parado alguna vez a pensar qué lugar ocupa su obra escénica dentro del teatro español y, Ana, después de pensarlo un momento, nos asegura que no se sitúa en ningún sitio (“No quiero entrar en estas guerras…”). Le formulamos entonces la cuestión de otra forma, pidiéndole cuáles son para ella sus referentes teatrales en estos momentos, y la castellano-leonesa vuelve a citar a Ana Vallés y a Sara Molina, para añadir a continuación los nombres de Beatriz Santiago, con quien ha colaborado en varios proyectos - recientemente en Malas y más-, y Anne Rautiainen, directora finlandesa y amiga de Ana desde hace muchos años. “Me interesa el trabajo de muchas personas y compañías, nacionales e internacionales, como Chévere, Peeping Tom, Heiner Goebbles, René Pollesch, Andrés Lima, Los torreznos... Algunos montajes que me han impresionado, por ejemplo, son Campo minado, de Lola Arias; Five easy pieces, de Milo Rau; Y los peces salieron a combatir contra los hombres, de Angélica Liddell; No me olvides, de los ya citados Genty y Underwood; Tierra pisada/por donde se anda/camino, de El canto de la cabra; Mi padre no era un famoso escritor ruso, de Bárbara Bañuelos; Hazte banquero, de Simona Levy… También me interesa mucho la dirección artística de Ana Belén Santiago en Teatro del Barrio, quien ha apoyado propuestas muy interesantes, como Infiltrado en Vox, de Moha Guerehou, con dirección de Anahí Beholi y Claudia Coelho; Homenaje a Billy el niño, de Ruth Sánchez y Jessica Belda, con dirección de Eva Redondo, o No soy tu gitana, de Silvia Agüero, por mencionar solo algunos”.

De un autor, ¿te interesa más lo que dice o lo que calla?, preguntamos a Ana, a lo que nos responde que “El teatro, a mi juicio, es una cuestión de tono y de estilo, y es interesante lo que se dice y el cómo se dice, que tiene mucho que ver también con lo que se calla. Sí, me interesan mucho también los silencios porque explican también un posicionamiento ante el mundo”.

Las palabras de Contreras nos recuerdan una de las ideas de Eusebio Calonge: «El escenario es esa parcela que acorrala la muerte. Hay teatro donde hay dolor». La profesora nos agradece la cita porque Calonge y La Zaranda son también claros referentes para ella: Los recuerdo desde la primera vez que pude verlos en Burgos, con Vinagre de Jerez, y desde entonces he visto todos sus espectáculos. Son una auténtica maravilla. La Zaranda —que también tiene mucho que ver con Kantor—, presenta siempre mundos poéticos que dicen mucho. Por eso afirmaba antes que reflexión y poesía pueden -y deben- convivir perfectamente dentro del teatro… Y, sí, está claro que el escenario es un lugar en donde se acorrala a la muerte. Al hablar de los vivos se está aludiendo también a los muertos. Y eso me recuerda una cita del director Peter Sellars que repito mucho, que el escenario es el lugar en donde colocar los tabúes de la sociedad y en el que los muertos hablan a través nuestro…”. Y continúa después analizando la segunda parte de la sentencia de Calonge preguntándose más que afirmando: “¿…el escenario es ese lugar en donde habita el dolor? Pues sí, pero también el placer. Ambos sentimientos no son antagónicos y pueden convivir perfectamente sobre un escenario”.

Y, del mismo modo que un hijo no suele decantarse (al menos públicamente), por su inclinación por alguno de sus progenitores, cuando ponemos a la burgalesa entre la tragedia o el drama y la comedia, se sale por la tangente afirmando que “me interesa mucho la conformación de los géneros pero en escena me interesan más los híbridos, las mezclas. Nombres como Pirandello o Valle-Inclán, e incluso La Zaranda, pueden situarse a uno y otro lado de esos géneros. O, como decía la desaparecida compañía Los Corderos, me interesa el teatro bastardo. En el teatro actual, mucho más claramente aún, hay textos que trascienden esa división clásica, incluso la de teatro dramático y posdramático, porque constituyen nuevos lenguajes escénicos”.

A pesar de su ya dilatada experiencia como directora, que sepamos, Contreras nunca ha recibido premio alguno y, queremos saber cómo es su relación con ese mundillo de los reconocimientos, los galardones, los premios. “Cuando llegué a estudiar a la RESAD —asegura—, supongo que me pasaba como a todo el mundo y quería obtener reconocimientos, ser famosa y todo eso, pero ahora no me importa en absoluto”. Entonces, le respondemos, ¿das más valor a la opinión de un erudito, de un amigo teatrero, de un crítico o del público? Y ella nos responde que “me gusta escuchar a todos, pero colocando a cada cual en su lugar. Por ejemplo, la opinión de los críticos, que son gente informada, suele ser muy distinta y valoran un espectáculo en función de lo que vieron un día determinado en uno de los pases y, consecuentemente, reflejan en su crítica su impresión… Raúl Losánez, crítico de La Razón y en RNE y, además, mi socio en la compañía La Otra Arcadia, me dice con frecuencia que ‘no hay por qué tomarse tan a pecho la opinión del crítico’, entre otras cosas porque no a todo el mundo le gusta lo mismo, ni tiene la misma sensibilidad frente a una propuesta concreta… Y eso es aplicable a todos, ya sean amigos, entendidos, críticos o público en general”.

Para cerrar el tema, Contreras recurre ahora al refranero popular afirmando aquello de “que hablen de ti, aunque sea mal. Quizás pueda decir esto porque mi forma de vida no depende de las críticas y porque, como ya te he dicho, mi objetivo no es llegar a ser famosa, de modo que, si hablan, bien, y si no, también porque, independientemente de ello, yo voy a seguir mi proceso en todo caso”.

La historia del 50% del género humano no puede quedar en el olvido

Nuevamente cambiamos el paso a la amable charla que mantenemos con Contreras y le citamos una afirmación suya sobre el feminismo: “Mi feminismo surge de ver y sufrir las cosas injustas que les pasan a mis compañeras y a mí misma”. ¿Ese feminismo —le preguntamos ahora—, engarza con alguna de las corrientes feministas en boga de hoy en día?: “Cuando yo nací, ya a finales del franquismo, las mujeres no teníamos ningún tipo de derechos. Desde entonces hasta hoy, poco a poco y afortunadamente, han ido cambiando las cosas. Pero, aun así, vivimos en un mundo patriarcalizado. Incluso nuestras mentes, las de las mujeres, están patriarcalizadas… La historia del cincuenta por ciento del género humano no puede quedar en el olvido. Lo que yo quiero, únicamente, es que se trate a las mujeres como seres humanos. Que no haya diferencia alguna por razones de sexo, del mismo modo que no debería haberlas por cuestiones de procedencia, raza o religión”.

Por eso a Contreras le interesa mucho conocer la historia de las mujeres, en el mundo en general, y más en concreto, la historia de las mujeres en el teatro: “Es una tarea ardua porque hay que buscar en muchos sitios, y revisar muchísimas fuentes. De todas formas, cuanto más investigo, más mujeres encuentro que a lo largo de la Historia han hecho cosas determinantes para todos y que, sin embargo, han desaparecido de los libros de texto. Y, en cierto modo, eso sigue ocurriendo, también en el ámbito del teatro. He asistido a varios congresos en los que ponentes de toda Europa han hecho estudios sobre la presencia de las mujeres en la dramaturgia y en la dirección de escena en los teatros públicos, y éstas siguen en franca minoría respecto a los hombres, a pesar de que no ocurre lo mismo en las salas alternativas”.

Pero no sólo es cuestión de cantidad —prosigue analizando Ana—, sino también de condiciones concretas en las que se desarrolla el trabajo de las mujeres que, finalmente, afecta también a su calidad final: “a veces te dan la oportunidad de hacer cosas y eso está muy bien, pero es en condiciones paupérrimas, cuando no imposibles…”. ¿Qué hace falta, pues —insistimos de otra manera—, para que las mujeres puedan llegar a los grandes escenarios de este país en igualdad de condiciones a las de los hombres?: “Es una decisión que depende de quien está al frente de los teatros públicos y a quiénes llaman. Son muchos los factores que inciden en esas decisiones, pero lo cierto es que, durante mucho tiempo, tanto los hombres como las mujeres que han podido estar al frente de alguna de esas instituciones han seguido trabajando de manera patriarcal, aunque por supuesto eso está cambiando mucho en los últimos tiempos… Por ejemplo, hay que destacar a Irene Pardo, quien el año pasado hizo una programación estupenda y totalmente paritaria en el Festival de Almagro. Así que, en última instancia, es una decisión política que requiere una toma de conciencia previa”.

Finalizamos nuestro encuentro con la seguridad de que aún nos quedan muchos montajes y estudios de Ana Contreras con nuevas miradas sobre las últimas tendencias del teatro contemporáneo, o del siglo XVIII, o del teatro conventual, o del teatro y el feminismo. Lo difícil, mejor aún, lo imposible será encontrarla sin varios nuevos proyectos en su agenda. Paciencia, pues, que todo llega.

Cuestionario común (Ana)

¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?

El cansancio. Emocional, físico o intelectual.

¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?

Todo va junto. En cada momento concreto hay que mostrarse de una forma distinta y el artista debe aprender a moverse dentro del caos.

¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?

En general me parece mal, tanto como directora, como actriz o como espectadora. Depende también del momento, aunque en general es una falta de respeto. En una comedia, por ejemplo, a veces los actores pueden integrarlo dentro de ella y puede resultar hasta gracioso... Pero bueno, acabará integrándose porque la gente, hasta el siglo XIX intervenía en las funciones con gritos, diciendo cosas sobre lo que sucedía en el escenario, algo parecido a lo que sucede ahora en los partidos de fútbol…

¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?

Sí. Hay muchos ejemplos de gentes que dicen ser una cosa y luego son otra.

¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?

Las mujeres estamos (y siempre lo hemos estado) presentes en todos los ámbitos, pero no con la consideración que tendríamos si no fuéramos mujeres. Hay una canción que dice algo así como “cuando haya problemas, pon una mujer al frente”. Se hace con frecuencia, pero cuando se resuelve el problema, la echan. Podría dar algunos nombres de mujeres vinculadas a instituciones en estos últimos años que ilustrarían lo que digo… En otras palabras, se nos suelen encargar misiones imposibles y, si las sacamos adelante, muy bien - aunque seguramente atribuirán el mérito a un hombre-, y si no es así damos la excusa perfecta para que utilicen argumentaciones machistas del estilo “claro, era una mujer”.

¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?

No se me ocurre ninguna. En general encuentro argumentos y respuestas para todas mis dudas.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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