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Carolina Calema (actriz, dramaturga, directora y docente): "No se te puede olvidar nunca que estás haciendo lo que quieres, y eso no tiene precio"

lunes 24 de febrero de 2025, 08:00h
Carolina Calema
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Carolina Calema (Foto: Mailén Pankonin)
Desde niña, los padres de Carolina Calema (Buenos Aires, 1980), introdujeron a su hija en el Instituto Vocacional de Arte que está en Buenos Aires, la capital de Argentina, una institución que todavía sigue viva a pesar de todo: “Allí, de los 8 a los 12 años, los chavales hacen de todo: teatro, títeres, percusión, folklore, música, literatura, interpretación, dibujo… Y el grupo de docentes era muy bueno y absolutamente entregado a los niños. Supongo que mis padres me mandaban allí porque necesitaban conciliar además de considerarlo un espacio interesante. Al cumplir los 12 años, era necesario hacer una pausa, para retomar ya a los 14 eligiendo una especialización concreta, y yo pedí hacer exclusivamente teatro… ¡Desde entonces no he hecho otra cosa!”.

La artista de origen argentino es hiperactiva, impaciente, inmensamente trabajadora, creativa, ocurrente, locuaz como buena porteña, segura de sí misma y agradecida, siempre agradecida: "Cuando alguien te confirma que está siguiendo tu camino, te provoca una gran alegría. En cierto modo eso da sentido a lo que haces porque, aunque parezca que nunca nadie te ve, siempre hay ojos que miran y orejas que escuchan". Lo que está claro es que Carolina no es capaz de aguantar y aguantar esperando que algún día le suene el teléfono y vayan surgiendo las propuestas, y prefiere ser ella misma quien genere sus propios espectáculos. Quizás por eso mismo, hoy, Carolina escribe y dirige (Tozsamosc (identidad); C’est el vie; Los nadies, Contra-Tiempo…), enseña y actúa (Match de Improvisación, Orquesta de señoritas, La lección, La dama boba, La Celestina…), con la misma pasión que vive, y está más que convencida de que ser actriz le ayuda a ser mejor dramaturga y directora de escena.

Carolina Calema (Foto de Mailén Pankonin)Cursó estudios oficiales de Teatro en el Instituto Universitario Nacional de Arte de Buenos Aires; después vendría su especialización en mimo e la mano del maestro Ángel Elizondo, clown, danza contemporánea, flamenco… Llegó a nuestro país en 2001, aunque luego se fue un tiempo a Italia para estudiar allí a fondo la Commedia dell’Arte en las escuelas más importantes, y después regresaría de nuevo a España en 2006. Desde entonces, puede decirse que Carolina está entre nosotros la mayor parte del tiempo, aunque no deja de visitar periódicamente su Argentina natal: “me siento argentina, aunque mi habla habitual en España es la de una española más. Mi identidad está partida en tres: Argentina, España e Italia. Si pienso en casa, digo Buenos Aires porque tengo todos mis afectos más fuertes, más viscerales, y el lugar del que me cuesta más partir. En España tengo muchas cosas, empezando por mi trabajo, y si tuviera que trasladarme de aquí seguramente sería bien complejo generarme un espacio. Es mi situación, soy migrante y aunque vivas donde estas son muchas las cosas que te habitan en torno a la identidad. Cuando partes de algún lado, paso algo así como que una acaba sintiéndose de todos sitios y de ninguno porque, como decía Facundo Cabral, ni soy de aquí, ni soy de allá...".

La conocí en 2016 a través de su hipnotizante interpretación del personaje de Celestina, un montaje que no me extraña nada que todavía siga representando: “desde que habité el mundo del objeto cuando dirijo siempre aparece algo en torno a ese universo y eso, más allá de haberlo transitado con La Celestina, también entra la curiosidad y el haberme encontrado, por ejemplo con Ana Alvarado, que perteneció al Periférico de Objetos, con Daniel Veronese, en los años 90. El Periférico de Objetos era el grupo teatral de titiriteros que sacaron los títeres a pasear para meterlos en la escena de una manera distinta, juguetona, provocadora, única, fueron un grupo de referencia para todas las personas que estábamos estudiando, formándonos y haciendo teatro. El grupo se fue separando con intereses distintos, sin embargo, Ana parece que te invita a incluir objetos en todo lo que tú haces y durante todo el tiempo. Ella ahora incluso lo combina con las nuevas tecnologías… Hay un montón de universos con el objeto, el títere, las sombras para animar el instrumento del actor más allá de su palabra y de su cuerpo, como formalmente lo conocemos. Y por ahí me fue llevando esa Celestina que Darío Galo, quien la dirigió, armó así. Cuando soy yo quien dirige, como decía antes, suelo incluir objetos, en los que trabajamos mucho que esté animado y eso es algo que me viene más allá de haberlo transitado con La Celestina, repito”.

"Ni soy de aquí, ni soy de allá..."

“Me resulta muy difícil imponerle a alguien qué resultado quiero y el camino a recorrer -nos confiesa Carolina-. Por ejemplo, cuando le propuse a Ernesto Arias hacer con él el espectáculo sobre Lope de Vega, Querella de Lope y las mujeres, la idea inicial es que fuese un espectáculo unipersonal, pero sólo él iba a decidir qué acabaría haciéndose porque era el director. Y otro tanto digo de Yolanda Pallín, que se incorporó al espectáculo a través de José Sanchis Sinisterra y José Ramón Fernández”.

El oficio del teatro es verdaderamente obsesivo porque, “cuando una empieza un proyecto es inevitable sorprenderte pensando en él a lo largo de todo el día, incluso los sueños se orientan también por ese rumbo”. Pero ese hándicap, le decimos, ha tenido que cambiar radicalmente con la maternidad (hoy Carolina, 45 años, es madre de dos hijas mellizas camino de los dos años de edad, a las que, necesariamente, ha de prestar buena parte de su atención...): “Si diriges no es la cosa muy complicada porque las puedes tener contigo. Y si actúas, pues tampoco, porque al fin y al cabo no dejan de ser un par de horas. Y si las niñas lloran, la persona que las cuide en ese momento tendrá que tratar de calmarlas, y ya está. ¡A veces los mayores son mucho más complicados!, se trata sólo de buscar a personas que puedan cuidarlos en aquellos lugares donde tenga bolos… Y hasta la fecha ha sido así: o me lleva David, mi pareja, o bien Ernesto o Juan, y en el lugar siempre he encontrado a alguien que se quede con ellas de manera muy amorosa”.

Carolina Calema (Foto de Mailén Pankonin)Cuando sean mayores, le sugerimos, lo mismo las incorporas al equipo y, lejos de ser un problema, empezarán ya a ser parte de la solución... Y ella, entre sonrisas, nos responde que “¡o acaban haciéndose médicas! Recuerdo que alguien me contaba que Gloria Muñoz cuando su hijo Julián era muy pequeño, lo ponía en la parte de atrás del escenario, y lo más que podía pasar es que, en un momento dado, apareciese en escena gateando. Pero bueno, todo es amor, y ¡qué vas a hacer! Es sólo cuestión de integrarlas. Yo las veo como dos seres que están ahí, acompañando, y eso es muy importante”.

Supone también la artista argentina que su buena forma física (no ha dejado de hacer deporte desde hace años), ha contribuido mucho a que la gestación, el parto y el posparto de sus hijas, hayan sido momentos “superbonitos”. “Todo lo que tengo dentro -añade-, me cuesta mucho no sacarlo y el deporte me ayuda mucho a desahogarme. Contribuye, y mucho, a que una sea quién es, a ser honesta conmigo misma y con el resto. Y, del mismo modo, valoro también mucho que los demás sean auténticos a la hora de comportarse con los demás…”. “Yo puede parecer que no conozco la vergüenza y, sin embargo, hay muchas cosas que me generan reparo… pero soy lo que soy, y no vas a ver nunca en mí ochenta capas distintas porque, desde el principio, se ve claramente lo que soy. Puedo caer bien, o mal, pero lo que hay es lo que hay”.

Incluso sobre el escenario -prosigue Carolina-, y más allá de que no sea tu propia historia la que esté ahí, tú no dejas de estar frente al público. De hecho, tampoco las cosas que quieres hacer te llegan porque sí. Hay muchas cosas de tu propia personalidad que tienes que trabajar a la hora de subirte a un escenario. Y eso es muy bonito porque, al final, compartes con el público… Y ese asunto, al menos para mí, es muchísimo más fácil cuando no estás delante, es decir, cuando tu papel se limita a la dirección de escena, porque puedes poner muchas más cosas personales, pero sin exponer tanto como los actores. En cualquier caso, siempre estás expuesta y forma parte del juego".

"Desees lo que desees, te lo tienes que currar"

Y, si dirigiendo le pasa menos, cuando actúa, si no con el temor, tiene al menos que lidiar con la duda: "Voy más segura cuando pruebo, investigo para lograr hacer lo que se te pide desde la dirección, aunque sea con tu propio aporte actoral. Con el paso del tiempo (la experiencia, el haber dirigido) pienso que cuando interpretamos no hay que intentar entender más allá porque siempre la dirección sabe por qué te pide lo que te pide que hagas y tú, simplemente, tienes que atenerte a eso, no como un títere, me refiero a no cuestionar constantemente todo, que a veces pasa fruto de la inseguridad del intérprete (otras veces son otras las razones, claramente). Es un acto de fe, de entrega. Y si aparece el cuestionamiento, una tiene que preguntarse a sí misma, si es por el director o, sencillamente, porque encubre tu propia incapacidad para llegar a lo que se te pide. Entonces lo mejor es confesar que no llegas, que no eres capaz de hacer lo que te pide el director. Esa es una de las primeras cosas que aprendí cuando me puse a dirigir”.

Leí en alguna entrevista que Calema confesaba que, en ciertos momentos “Amo este oficio, aunque muchas veces lo aborrezco, a mí, al oficio y a todos los que están dentro, pero el amor siempre gana”, y le pido que me explique con mayor detenimiento esta sensación recurrente en ella: “cuando a ti te gusta lo que haces, y sientes que lo has elegido, aunque muchas veces te cagues en todo, y te preguntes qué haces ahí, no se te puede olvidar nunca que estás haciendo lo que quieres, y eso no tiene precio. Soy una defensora absoluta de que cada persona debe de hacer aquello que desea porque, al fin y al cabo, ahí te dejas la mayor parte de tu vida. Cuando te inclinas a hacer algo por el nivel adquisitivo que quieres lograr, si no llegas ahí viene la frustración. Es mucho mejor meterse a fondo con lo que uno quiera hacer porque, más tarde o más temprano, acabarás lográndolo. Pero, desees lo que desees, te lo tienes que currar”.

“Lloro cada vez que veo que se monta algo, se gasta un dineral y luego apenas permanece sobre los escenarios más que un poco tiempo”

Carolina Calema (Foto de Mailén Pankonin)Aunque ahora Calema conoce mucho mejor el teatro español que el argentino, ambos no le son nada ajenos, sino todo lo contrario, y nos gustaría saber cómo ve ella esa relación, qué deberían aprender ambos y qué deberían desterrar. Para la artista, “en Argentina, como se suele decir, tiras un pedo y sale un teatro. Allí se respira teatro en todos sitios y a todas horas. Incluso en plena crisis no dejan de surgir grandes dramaturgas, directoras de escena o actrices. Yo comencé a escribir con 18 o 19 años. Y es que hay algo en la baldosa de la calle que te está pidiendo que te muevas y te impregnes de todo. Eso en España no lo veo porque no está. Me refiero a la urgencia por narrar lo que sucede. Aquí estamos mucho más aplacados, dormidos, hacemos producciones (y me incluyo), en las que tienes que ver primero si la vas a poder vender, si realmente puede interesar. Más allá de esto, obviamente antes miro que también me interese, e interpele personalmente, pero tampoco me puedo hacer la loca y tirar hacia adelante sin más, porque luego esa producción me la como con patatas. Cuesta arriesgar… Por otro lado, si Argentina tuviese la estructura estatal que tiene España, creo que se podrían hacer muchas cosas y mejores… Al mismo tiempo, ni entiendo yo ni lo entienden tampoco muchos compañeros, no veo la razón por la cual los montajes no pueden durar más allá de un año. Lloro cada vez que veo que se monta algo, se gasta un dineral y luego apenas permanece sobre los escenarios”.

Carolina no se siente nada competitiva con los demás, y procura no serlo tampoco consigo misma: “intento no hacerlo porque, en otras épocas, he ido mucho contra mí misma, y esa no es mi mejor versión. Y con el resto no creo que compita, aunque siempre procuro estar rodeada de los mejores, de gente que me merece el mayor respeto y, además, creo que me va a sumar. Es la mejor forma de seguir aprendiendo siempre. Y, desde luego, lo mucho o poco que yo sé, lo comparto siempre y sin problema alguno. De hecho, estoy permanentemente tendiendo redes, conectando a compañeros que me parece que pueden colaborar juntos, etc. Por el contrario, me aburre encontrarme con gente que siento que no me aporta nada desde el punto de vista artístico. Daniel Abreu, al que admiro y respeto muchísimo, en sus clases decía que él siempre saca algo positivo de todo, incluso de lo que no le gusta porque, a partir de ese momento comienza a fijar su atención en otros asuntos (la luz, el sonido…) pero yo para elucubrar un trabajo necesito que sea con gente que, para mí, aporte. Luego puede salir bien o mal, pero la pasión, la entrega que hemos puesto todos en ello, suma”.

“Trato de estar siempre en el hoy”

Cada vez detesta más encontrarse con “personas ameba”, y lo que persigue no es tanto evitarlas como detectar cuanto antes su condición para no perder el tiempo. Además, “en esas situaciones, me pongo en una versión que tampoco es precisamente la mejor. Por eso estoy intentando aprender para detectarlos rápido y, cuanto antes, poder decir que hemos llegado hasta aquí, y no podemos ir más allá”. Adiós, hay que respetar la falta de sinergia.

Pedimos a la artista que haga un esfuerzo de proyección y que nos anticipe qué podría ser de ella dentro de 10 o 20, y Carolina, suspirando, nos dice que “no, me resulta casi imposible. Una de las cosas que me ha dado la maternidad es tratar de estar siempre en el hoy. Por eso sigo haciendo, entre otras cosas, La Celestina. Tengo siempre presente que hoy estamos, mañana no. No tiene mucho sentido centrarse permanentemente en el qué va a pasar. Eso no quiere decir que no siga pensando mucho, programando mucho más allá del día de hoy, sin embargo, hay algo de seguir pensando en el presente que me sirve para estar aquí.”.

Carolina Calema (Foto de Mailén Pankonin)Heidi Steinhardt -autora, directora, actriz y docente argentina-, que alterna su trabajo entre Buenos Aires y Madrid, que estudió también con Julio Chaves, uno de los maestros de Carolina Calema, en una formación de hace muchos años -recuerda Carolina-, “me dijo que ‘no puedes pasarte el tiempo sembrando; tienes que esperar a que algo crezca para poder recoger los frutos…’, y es verdad porque, a veces, me pilla la ansiedad y no soy capaz de esperar. Te pongo un ejemplo: ahora, que acabo de regresar de Argentina, tengo tres montajes simultáneos moviéndose. Dos unipersonales y otro en el que estamos Ernesto Arias, Juan Cañas y yo. Este último montaje, que está en activo como digo, y del que sé que vamos a conseguir bolos, hoy no tengo ninguno y eso me genera mucha ansiedad. Eso, independientemente de que pueda pensar por qué sí o por qué no, pero tengo que hacer un gran esfuerzo para tratar de separar esos pensamientos de mi cabeza... A veces, incluso, llego a pensar si no me cuestan las cosas más por el hecho de no ser española y meterme a poner en primera línea un legado teatral español que, aunque haya gente que lo supervalore, también hay otra a la que le fastidia y no me llama, aunque esté bien lo que estoy haciendo…”.

Cada dos años, de forma regular, Calema pone sobre la mesa un nuevo montaje: “intentar hacer más es posible, claro, pero eso anula la creatividad del artista. Hay veces que me coincide dirigir e interpretar en la misma temporada teatral, pero montar dos cosas diferentes es muy complicado y, además, yo no llego humanamente hasta ahí porque soy un solo ser humano haciendo todas las cosas. Pero, con todo, muchas veces esa ansiedad me puede y llega a hacerme sentir que no estoy haciendo lo suficiente… Ya sabes, el que espera desespera. Por eso digo que conviene estar más en el presente y no estar proyectando tanto, aunque a veces también llegas a pensar si la profesión me dejará seguir estando...".

Cuestionario final

  • ¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?

Carolina Calema (Foto de Mailén Pankonin)La injusticia, que no podamos vivir todos en el mundo bajo el signo del respeto y la tolerancia para que cada cual haga lo que quiere hacer; la soledad… La soledad de quienes yo quiero; la distancia…; lo que no controlo (y hay muchas cosas que no controlo). Esas situaciones me generan un inmenso malestar en el cuerpo. Yo soy muy controladora, pero la vida me pone cosas delante para que me dé tortas inmensas para recordarme que eso no siempre puede ser así. Y hablaba de la soledad, no en el sentido de estar sola sino, más bien, en el sentido de que nadie te quiera. Hay algo que me aporta y me quita a la vez, que es la distancia de los lugares que forman parte de mí, y que me hacen sentir como un arlequín con varios parches, que son los retazos de la vida. Todo eso me desmorona, pero yo siempre resurjo cuando me hundo. No tanto como el Ave Fénix, pero casi… Lo que no te mata te fortalece.

  • ¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?

Debe ser una fusión de ambas cosas. Yo creo en el estudio y la intuición, que en mi opinión sólo surge después de dedicar mucho tiempo en la formación, en la investigación. Van de la mano. Yo, por ejemplo, cuando dirijo no pienso a priori cómo voy a montar. El primer día de ensayo es cuando arranca mi trabajo en el campo práctico. Sí dialogo mucho conmigo y con la parte artística, con quien dibuje las luces, con quien haga el espacio, quien vista a los intérpretes, con el profesional que haga la música y/o espacio sonoro… Dirigir es lograr que toda la orquesta suene a una y bien. Eso es lo que me importa, que sea vea el sello y que cada integrante brille el máximo. Y todo eso no podría tenerlo sin el estudio previo. Es como si tú quieres dedicarte a cantar, pero no le dedicas el número suficiente de horas diarias de ensayo. Obviamente así no llegarás muy lejos…

  • ¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?

(Suspira…) Lo odio, pero es el momento que vivimos. Para mí, la magia del teatro, lo maravilloso de este arte que lo hace único, y muy distinto al cine, a la radio o a la tele, es que todo pasa en directo. Es un rito único, irrepetible, aunque tú hagas lo mismo en cada función. Entonces, igual que una persona se puede dormir, o llegar a roncar incluso, eso es inevitable, pero me da pena que la gente no pueda prescindir del teléfono durante una o dos horas… Pero, como digo, este es hoy un elemento más que se ha incluido en nuestras vidas y que no hemos aprendido aún a usar bien. Pero, aunque hoy se luche con el móvil, en tiempos de Calderón, Lope y Ana Caro Mallén, los espectadores podían lanzar objetos a los cómicos, y el espectador comía y bebía también durante la representación. Visto en la distancia, incluso prefiero aquello en lugar de esto del móvil. Con todo, el teatro siempre va a sobrevivir, incluso con la inteligencia artificial por medio porque el teatro va a seguir preservando la humanidad que vamos perdiendo con tanto artilugio…

  • ¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?

Creo que está ya tan tergiversado qué es cada cosa, que es difícil contestar a esta pregunta. Yo, por ejemplo, soy básicamente de izquierdas y, sin embargo, mucha gente me dice que soy de centro e, incluso (muchas menos veces), de derechas. Me parece que se tergiversa todo demasiado y que todo está muy manoseado… Para mí ser de izquierdas significa querer un espacio en el que quepamos todos con dignidad (techo, comida, sanidad, cultura, educación). En el que todos usemos las palabras con propiedad y que desterremos la ignorancia que, a veces, llega incluso a parecerme que es mayor que en otros tiempos.

  • ¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?

En las artes escénicas todo nos cuesta un montón, supongo que será en todas las profesiones. Tienes que pisar duro. Si tú insistes, te conviertes en una pesada. El tío insiste y, por el contrario, es tozudo... Al menos hoy hay una parte buena, y es que podemos decirlo. Antes ni siquiera eso. Pero molesta mucho escuchar a veces que las mujeres trabajamos ahora porque estamos de moda. ¡A mí me cuesta más conseguir trabajo que a un tío! ¡Y esto no es una impresión sino una cuestión empírica! Y es verdad que, a veces, algún interlocutor me llama pesada a mí, mientras que a un tío lo califica de constante. ¡Y eso es profundamente injusto! Por eso llegué a pensar que, por un lado, creo en las cuotas porque, de otro modo, hoy no entraríamos en ningún sitio, pero, por otro, mucho cuidado con quién metemos en las cuotas. Si metemos a alguien que lo que hace es un horror, luego, ¿cuál es el comentario? Que las tías no están formadas al mismo nivel que los tíos... otra falacia. Con esto siempre vuelvo al libro que escribió Silvia Federici Caliban y la bruja, que es una relectura de El capital de Marx bajo una perspectiva feminista, porque esto que sucede hoy con las mujeres no ha sido siempre así. Hubo un momento en la historia en el que los hombres nos metieron en casa diciéndolo en dos frases de manera bestia. Cíclicamente nos van borrando y alguien en algún momento nos quita el polvo y nos devuelve a la vida. En el Siglo de Oro Español hubo un montón de mujeres que se rebelaron contra ello y consiguieron vivir del teatro y de forma independiente… En algún momento alguien dejó de nombrarlas y parecía que solo era de hombres… estamos, pero alguien siempre en algún momento nos silencia. Hoy, por el contrario, y, por ejemplo, después de mi embarazo, mi maternidad, etc., todavía hay gente del gremio que me ha comentado si ya voy a dejar de dedicarme al teatro. ¡Pero si es mi vida!, ¿por qué voy a tener que dejarlo…? Que otra gente pueda llegar a decírtelo extraña, pero que sea la misma gente del oficio quién lo comente resulta increíble.

  • ¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?

Esa pregunta va más lejos de si hay, o no, un más allá. Tengo la sensación de que ese más allá tiene que ver con los seres queridos que ya no están, pero que, sin embargo, te acompañan de otra manera. No es un tema directo con la muerte, aunque esté ligado a ella. Hay personas que ya no están aquí, cerca de mí, pero me aparecen en sueños, y otras que no. Y, por otro lado, me sigue pareciendo de locos que nazcamos simplemente para morir. Ya sé que eso es así, pero no entra en la lógica de las cosas. Tiene que ser para algo más… Por eso me gusta disfrutar tanto el presente: verse, escucharse, tocarse...

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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