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Xi Jinping pretende competir con EEUU por el liderazgo mundial y convertir a China en primera potencia

El presidente de China, Xi Jinping
El presidente de China, Xi Jinping (Foto: Gobierno China)
domingo 23 de octubre de 2022, 11:54h

Ayer terminó el XX Congreso del Partido Comunista de China, celebrado en Pekín y que ha reelegido como líder a Xi Jinping, confirmando su poder como mandatario absoluto y aceptando también la línea de su política exterior. Directriz que Xi marcó hace ya 8 años, con el objetivo de que China alcance en este siglo la posición de primera potencia económica mundial.

"China tiene un guión establecido, y no se ha salido de él", confirma a 'RTVE.es' , la analista del entorno geopolítico y tecnológico del gigante asiático, Águeda Parra.

La estrategia de Xi Jinping es flexible y se adapta a las coyunturas nacionales e internacionales: la pandemia del COVID, con su estela de menor crecimiento económico; la guerra de Ucrania o la mayor presencia de EE.UU. en el Pacífico y su respaldo militar a Taiwán.

Sin embargo, ahora el renovado líder impondrá una política más "asertiva" para que China vuelva a ser la primera potencia.

Y es que, a menudo se nos olvida en Occidente que China, además de una antigua y sofisticada civilización, era la principal potencia económica antes de la primera Guerra del Opio, en 1839.

Momento en que los británicos forzaron su entrada en el mercado chino con el comercio de la droga (que la dinastía Qing había prohibido), la balanza comercial se inclinaba del lado de China, que era autosuficiente y exportaba artículos de lujo.

Los chinos, y en especial el Partido Comunista, consideran ese año como el comienzo del "siglo de humillación", el periodo en que el gigante asiático quedó a expensas de los intereses económicos y territoriales de ingleses, franceses, rusos y japoneses.

Por eso, Xi pretende reconducir a su país a la posición de primera potencia de la que gozaba hace 200 años, y para ello despliega una política exterior que suele calificarse como "asertiva".

"Ser más asertiva es ser más contundente cuando haga falta, en las cuestiones que para China son líneas rojas", explicó el director del máster en Diplomacia y Asuntos Internacionales de UOC-UNITAR, Lluc López.

Un ejemplo de esta política es la reclamación territorial sobre las islas del Mar de China Meridional, donde, aun sin contar con el respaldo internacional, China ha levantado infraestructuras e instalaciones militares.

Asertividad también es asumir mayor protagonismo en las instituciones internacionales, de la ONU a la Organización Mundial del Comercio, que China "está cambiando desde dentro", confirmó López.

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"En los últimos 40 años de apertura al exterior, China había buscado crecer económicamente, socialmente, con mejoras a nivel doméstico, pero sin interferir demasiado en los asuntos externos, manteniendo buenas relaciones para que el crecimiento de China no se considerara una amenaza para el resto del mundo", ha detallado Parra.

Pero, una vez que se ha situado como potencia hegemónica en Asia con proyección global, era inevitable que se produjeran reacciones en el tablero geopolítico mundial.

"China hasta ahora solo se había movido en un eje, que era el económico, y ahora se mueve también en otros dos: los de política y defensa y seguridad", ha apuntado la analista.

"Con el liderazgo de Xi ha quedado claro que tienen un modo de desarrollo y modernización diferente al que procede de esta parte del mundo", considera por su parte el profesor en el Área de Estudios de Asia Oriental de la Universitat Autònoma de Barcelona, Joaquín Beltrán.

"No van a hacer lo que les decimos que tienen que hacer. Se sienten soberanos para tomar sus propias decisiones sobre cómo posicionarse en el mundo", insistió Beltrán.

"Está claro que China quiere cambiar el sistema internacional, a la manera china", opina Lluc López, pero la comunidad internacional aún no tiene claro si ese cambio será cooperativo o conflictivo.

Lo que sí parece claro es que la competencia entre China y Estados Unidos será la que marque este siglo. Washington considera ya a China su principal rival internacional y la única potencia que puede disputarle el liderazgo mundial.

Taiwán: un viejo conflicto en un entorno más tenso

La mayor línea roja para China es Taiwán. La República Popular busca la reunificación con la isla desde su nacimiento, y la disputa ha provocado dos conflictos armados (en 1954-55 y 1958).

En 1996, el triunfo del partido pro-independencia en las primeras elecciones democráticas en Taiwán provocó otra crisis, en la que China llevó a cabo ejercicios militares con fuego real para amedrentar a los taiwaneses.

Es lo mismo que hizo el pasado agosto tras la visita a Taipei de la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi.

No obstante, el propio presidente estadounidense, Joe Biden, ha declarado que su país está preparado para apoyar militarmente a Taiwán en caso de invasión, alejándose de la ambigüedad mostrada por anteriores inquilinos de la Casa Blanca.

En su discurso de apertura del congreso del PCCH, Xi ha advertido que no descarta a su vez el uso de la "fuerza militar".

Para el director López, estas declaraciones suponen una novedad respecto al anterior congreso. "Hay que preguntarse qué pasará si hay una escalada similar a las anteriores. La actuación de China va a ser más asertiva, va a usar la fuerza. Xi ha insistido de una forma muy clara".

Parra en cambio considera que la primera opción de Pekín será siempre la de una reunificación pacífica, pese a que está "elevando más el tono" ante los gestos de EE.UU.

"El conflicto potencial de Taiwán se está reactivando constantemente desde la segunda mitad de la década de los 90, no es nuevo", ha dicho el profesor Beltrán.

"A EE.UU. le interesa reactivar periódicamente la impresión de que ahí puede haber problemas. Y China reacciona a esa actitud, no es ella quien trata de provocar, de entrada, un conflicto en la zona", ha añadido.

Aparte del apoyo a Taiwán, a Pekín le preocupa que EE.UU. y sus aliados, ya sea como OTAN o bajo otro paraguas, estén cada vez más presentes en sus fronteras y puedan llegar a rodearla.

Estados Unidos tiene 2 alianzas de seguridad en la zona: una es el QUAD, en la que participa junto con Japón, Australia y la India. La otra es el AUKUS, el acuerdo militar alcanzado en septiembre de 2021 con Reino Unido y Australia, que dotará a este último país de submarinos nucleares.

En parte para contrarrestar el AUKUS, China está buscando acuerdos de seguridad con países del Pacífico, como el alcanzado con las Islas Salomón. Tras firmar el acuerdo, este país ha decidido no admitir barcos de guerra en sus puertos, lo que ha motivado la protesta de EEUU.

Rusia: socio pero no aliado

Si China mira hacia el este y ve a EE.UU. y a sus aliados, hacia el oeste se encuentra con Rusia. Este país se encuentra inmerso en la guerra de Ucrania. Pero este conflicto no tiene la misma repercusión en el este de Asia que en Europa. De Kiev a Pekín hay 6.500 kilómetros, y China es el centro de todo un sistema de relaciones e interdependencias diferente al euro-atlántico. Importa más lo que ocurra en la India, Corea, Japón o Australia.

China no ha dejado de comprar a Moscú gas y petróleo (a mejor precio, además), al igual que otros países asiáticos (y también europeos), y ha participado en ejercicios militares conjuntos.

Pero en todo momento Xi ha mostrado a Putin su incomodidad con la guerra, y Pekín reitera periódicamente su llamamiento al diálogo y al respeto a las fronteras y la soberanía estatales.

"China está incómoda con la invasión ucraniana porque vulnera uno de los principios básicos de la política exterior china, que es la no injerencia en los asuntos internos de cada país y el respeto al principio de soberanía, afirmó Lluc López. Y atacando a Ucraina, Putin ignora este principio, y Xi no quiere que hagan lo mismo con China en Xinjiang, Tibet o Hong Kong".

"Rusia y China no son aliados, son socios comerciales, ha explicado Águeda Parra. Por eso, en el momento en que Rusia se ha visto aislada por la reacción de Occidente ante la guerra, ha tenido que recurrir a sus otros socios. Rusia se ha posicionado mucho más en el lado del tablero de China, las circunstancias han llevado a este acercamiento, que no es una alianza", ha indicado la experta.

Pekín se beneficia de tener a una Rusia más débil y dependiente, sobre todo en el ámbito económico, y le muestra su comprensión en su enfrentamiento "antiimperialista" con Occidente.

Pero su relación sigue siendo, afirma Joaquín Beltrán, "ambigua y ambivalente. Podemos decir que es una amistad estratégica, que tiene que ver con la seguridad, el comercio, los recursos naturales e intereses comunes, pero en la que se miran de reojo".

Además, mientras Rusia está ocupada en Ucrania, y tras la marcha de Estados Unidos de Afganistán, China desempeña un papel cada vez más importante en Asia Central, su frontera suroriental.

Ahí, además de los intereses comerciales (la zona es rica en minerales y tierras raras), Pekín busca impedir que los grupos yihadistas crucen la frontera y se infiltren en la región de Xinjiang, una provincia de mayoría musulmana donde los uigures reclaman la independencia.

La "nueva Ruta de la Seda" da un parón

Por último, el plan de expansión exterior de Xi tiene un nombre: es la "Iniciativa del Cinturón y la Carretera" (BRI, por sus siglas en inglés), o Nueva Ruta de la Seda.

Lo inició en 2013 y consiste en un campaña mundial de inversiones y construcción de infraestructuras para conectar mercados, clientes y suministradores, por mar desde el Mar de China al índico, el Mediterráneo y las costas de África, y por tierra a través de Asia hasta Europa. Con las inversiones, China exporta también influencia política.

La estrategia ha sufrido un parón, derivado de diversas cirunstancias externas e internas: el choque comercial con la administración Trump en 2018; los conflictos diplomáticos por la situación de los derechos humanos en Xinjiang; o la pandemia del COVID, con los perjuicios económicos de la política de "tolerancia cero" de las autoridades chinas y los problemas en las cadenas de suministro.

Además, una China que crece menos ya no es tan generosa en sus inversiones en el exterior. Empieza a mirar con lupa dónde pone su dinero, y qué beneficios le va a producir.

En 2020, el PCCh adoptó una nueva política económica, llamada "de circulación dual", enfocada a promover el desarrollo y el consumo internos, y no solo las exportaciones.

"China ya no pretende potenciar exclusivamente la exportación, subrayó Joaquín Beltrán. Porque no tiene interés en depender solo de la exportación. Quiere desarrollar la economía interna, subir el nivel de vida sin depender del exterior y ser más autosuficiente. Y lo puede hacer porque es muy grande y tiene grandes desequilibrios regionales".

No obstante, eso no significa que desatienda sus inversiones y sus relaciones comerciales fuera de Asia, en especial con Alemania, Francia y Reino Unido. El canciller alemán, Olaf Scholz, viajará precisamente a Pekín a principios de noviembre, y será el primer líder del G-20 que visita el país tras la pandemia de COVID.

Un test sobre la salud de las relaciones bilaterales. Pekín espera que Scholz dé el visto bueno a la inversión china en el puerto de Hamburgo, que ha provocado disensiones en la coalición de gobierno, según la radiotelevisión pública alemana 'NDR'.

China también conserva importantes inversiones en África y en America Latina. En esta última región, la influencia de China es cada vez mayor, ha afirmado Lluc López, afianzada por las buenas relaciones con los gobiernos de izquierda de Argentina, Venezuela o en su momento Brasil.

Aunque las violaciones de los derechos humanos y la COVID perjudican la imagen de China

La imagen que el resto del mundo tiene de un país forma también parte de su política exterior, aunque es difícil de medir. En el caso de China, su percepción en el exterior ha ido a peor desde 2018 y más aún desde 2020.

Al menos así ha sido en el conjunto de 19 países de Europa, Asia y América del Norte que forman parte del estudio que Pew Research Center, un centro de investigación de datos con sede en Washington, que viene realizando desde comienzos de siglo. Y el resultado es que la percepción de los ciudadanos sobre China es mayoritariamente negativa.

La opinión negativa llega al 82 % de los encuestados en Estados Unidos y es igualmente alta entre sus aliados en el Pacífico (87 % en Japón, 86 % en Australia y 80 % en Corea del Sur). En España, la percepción negativa es del 63 %.

"El mundo es algo más que esta parte del mundo, advirtió Joaquín Beltrán. Hay países que no tienen esa imagen cada vez más negativa de China, y son países de Asia, África y América Latina. Aquí se observa la división entre los países que siguen la visión de EEUU, y aquellos que no la siguen".

El informe de Pew Research atribuye la mala imagen de China en el exterior a la pandemia de COVID-19, pero también a las denuncias de violaciones de los derechos humanos.

Esto preocupa a los encuestados más incluso que la capacidad militar, la competencia económica o la posible injerencia china en los asuntos domésticos. Además, la mayoría de los encuestados en el estudio tiene poca o ninguna confianza en que Xi Jinping ejerza una influencia positiva en los asuntos internacionales.

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