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Retorno de lo político

Retorno de lo político

martes 30 de septiembre de 2008, 19:21h

'La democracia, por cierto, no me asegura que las leyes que garantizan mi integridad personal serán cumplidas. Solo me asegura que tengo el derecho de luchar para que se cumplan. Por lo tanto, tampoco puede haber dignidad sin política, que es el medio de realización de la democracia', escribe Fernando Mires en su libro, Civilidad. Teoría política de la posmodernidad.

¿Cuál es la principal crítica a los gobiernos de América Latina que están haciendo reformas legales en nombre de la igualdad de los ciudadanos? Desde el punto de vista de quienes apoyan el cambio social desde hace décadas no debería haber ninguna crítica sino el apoyo.

Una de las banderas por las que se luchó en la década de los sesenta y se padeció en la de los setenta y los ochenta del siglo pasado fue precisamente la reivindicación de los derechos de todos los ciudadanos eliminando o disminuyendo radicalmente las condiciones de miseria y de opresión en que vivían. Una de las acepciones del cambio era precisamente destruir la inequidad en las condiciones de vida.

Pero no fue la única bandera. La otra, por la que se "politizaron" y se "radicalizaron" importantes sectores de las clases medias que fueron los que contribuyeron, incluso hasta con la vida, a la protesta contra el orden establecido fue la libertad de pensamiento, y el rechazo a la represión brutal y criminal que se vivía a lo largo de América Latina. El nombre de dictadura fue tan odiado como el de miseria y el pensamiento político de la izquierda de entonces estableció una relación entre ambas formas de negar la condición humana. Fue una especie de círculo político: la necesidad de ser libres y no depender de tiranos, de no tener miedo de ser asesinado o perseguido se reciprocaba con la urgencia de combatir las condiciones inhumanas de vida. Las democracias en la mayor parte de los países de la región eran tiranías encubiertas. De ahí también el poco respeto de la izquierda a la democracia y su desconfianza casi instintiva hacia ella.

Los actuales gobiernos de izquierda de la región pretenden, bajo la bandera de la igualdad, eliminar las condiciones de inequidad bárbara en la que viven grandes sectores. El pensamiento de derecha nunca entendió que haberlo hecho cuando tuvo el poder hubiera sido una forma de ganar legitimidad más allá del triunfo de corto plazo de una década. Prefirió la vía cómoda del control total de los poderes del Estado muchas veces mediante la corrupción o la amenaza o los "acuerdos" que no eran sino redistribución de lo mismo para los mismos. La bandera por la igualdad no puede sin embargo negar la bandera de la dignidad. Y la dignidad es de todos no solamente de aquellos que se creen portavoces del futuro o de las trasformaciones. La apuesta por el cambio involucra la lucha por la justicia social pero también el reconocimiento del "otro". El retorno de lo político implica entonces el retorno del "otro". Sin ambas banderas, la ironía de Marx de que la historia se repite dos veces, una en forma de tragedia y otra de comedia, estaría lamentablemente en el orden del día.

alandazu@hoy.com.ec

Artúcylo tomado del diaruo HOY

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