Tras las elecciones que afectan a las comunidades vasca y gallega, todos los españoles en cuanto tales se enfrentarán a unas elecciones al Parlamento Europeo. Entre tanto seguirá creciendo el paro y fracasando con sus piruetas populistas el gobierno de
Zapatero. La miopía producida por los regionalismos hipertrofiados en nacionalismos es posible que haya llegado al engaño de hacer creer a los ciudadanos de una nación excesivamente parcializada que existe la posibilidad de que alguna de sus partes consiga progresar por sí sola. Conviene, por ello, desintoxicarlos del veneno de la política de campanario que predican los lideres locales y hacerles ver la realidad de una Unión Europea a la que afortunadamente pertenecemos, aunque con la triste muestra de nuestro liderazgo en paro y nuestra economía en recesión.
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La Unión Europea, que era en tiempos una meta ideal para los españoles, es una asociación de Estados y no de agrupaciones folklóricas. A esos Estados soberanos corresponde la responsabilidad de unas políticas presupuestarias y unos sistemas fiscales capaces de armonizar el rumbo económico del conjunto de un espacio monetario común al que, con acertado esfuerzo, consiguió llegar un gobierno en que estaba
Aznar, Rato y
Mayor Oreja, entre otros. Jaime Mayor es el único que permanece en la actualidad electoral como cabeza de la lista que presentará el Partido Popular a estas elecciones en la que a España le interesa que los escaños estén ocupados por una mayoría capaz de orientar la salida de la crisis en el plano continental a través de una estrategia de austeridad y una fiscalidad decreciente de forma que pueda influir en el conjunto de Estados para superar las dificultades que, en distinto grado, nos afectan a todos.
Para ello hay que superar el particularismo de los feudos territoriales despilfarradores e insolidarios que engañan con el falso espejismo de ventajas locales. España no puede presentarse en Europa como una agregación de reinos de taifas con relaciones internacionales descoordinadas y la unidad de mercado fragmentada por normas dispares, caprichos idiomáticos y dificultades a la movilidad laboral o a la localización de empresas. La Unión Europea aglutina en su proceso integrador a Estados y no a tribus étnicas. Sería deseable que los españoles comprendan el trayecto de modernización que les conviene para salir de la crisis y no el callejón sin salida que predican los nacionalismos sin futuro o las improvisaciones de los actuales gobernantes mas propicios a entregarse a dichos nacionalismos para mantenerse en precario en el poder que a concebir un Estado miembro de la Unión Europea como casa común de los españoles.