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Retrofranquismo residual

Retrofranquismo residual

jueves 19 de marzo de 2009, 19:01h
Los delegados del Gobierno en las comunidades autónomas suelen ser unos tipos tan grises que se confunden con el pavimento. Hasta hace poco. De repente, en la pugna con aquellas comunidades de signo contrario al de Rodríguez Zapatero han adquirido un protagonismo que ni los gobernadores civiles de Franco. En Valencia, por ejemplo, no hay foto en la que no salga el socialista Ricardo Peralta, queriendo opacar   así a Francisco Camps. Tan convencido está de su papel, que llega a oscurecer al líder autonómico de su propio partido, Jorge Alarte, gran desconocido aún por la ciudadanía.

Hablando de Camps y de la demanda del juez Baltasar Garzón por el caso Gürtel, el anfitrión de un acto empresarial y presidente de la Feria de Muestras le dijo públicamente al presidente valenciano aquello de “aquí nos tienes”, con el mismo tono patriótico de aquellos otros homenajes al extinto general.
Líbreme Dios de querer hacer ninguna comparación odiosa, pero llevamos un tiempo de dejà vu, como cuando el ministro Miguel Sebastián propone el regreso al proteccionismo franquista con su “compre español”, las hipotecas dejan de ser la panacea consumista para convertirse en aquel cáncer económico familiar de antaño, vuelven los uniformes escolares, se proyecta en algunos centros docentes la educación separada por sexos, se piensa en exigir a los becarios que aprueben los exámenes y se oyen voces que proponen la nacionalización de la Banca, que era el leitmotiv económico de aquella extravagante Falange Española de José Antonio.

Todos estos hechos son muy distintos entre sí y ninguno de ellos resulta mínimamente comparable a lo de entonces, por supuesto, salvo quizás por algún poso del inconsciente colectivo que nos hace depender de la autoridad en épocas de crisis y ansiar la cobertura del Estado frente al azar y el riesgo de la iniciativa privada.

Ahora, merced al reciente crecimiento mastodóntico de las diferentes administraciones públicas y a la destrucción de empleo que tiene lugar en las empresas privadas, aumenta exponencialmente el porcentaje de funcionarios en nuestro país y los jóvenes ya no quieren ser emprendedores, como en tiempos del camaleónico y fraudulento Mario Conde, sino que lógicamente anhelan un puesto de trabajo estable.

Todo esto se produce cuando apenas si empieza a proyectarse la sombra de una tormenta económica que, según el premio Nobel Paul Krugman, va a ser “aterradora”, con consecuencias “muy dolorosas” para España.

Por eso, quizá, algunas de nuestras convicciones no eran tan firmes como creíamos y sólo la bonanza económica había conseguido diluir una especie de franquismo antropológico, o como queramos llamarlo, que por desgracia no estaba extirpado del todo.    
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