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La factura

La factura

martes 08 de febrero de 2011, 17:34h
¿Por qué luchan ejemplarmente los jóvenes árabes en Egipto en la Plaza de la Liberación? ¿Por qué sufrieron la agresión, la violencia e, incluso, la muerte por parte de matones asesinos o policías vestidos de civil del Régimen de Mubarak? ¿Por qué continúan en esa plaza, sujetos a mil privaciones aparte del peligro de perder su vida, frente a un escenario todavía cargado de incertidumbre? Por dos cuestiones fundamentalmente inseparables la una de la otra: el derecho de tener un futuro (lo que incluye trabajo, educación, salud, es decir, la situación económica digna de un ser humano) y libertad, es decir, poder opinar, disentir, expresar en público sus opiniones frente a un poder que no sea ni absoluto ni corrupto, ni se crea iluminado por fundamentalismos religiosos o por utopías mesiánicas de caudillos alucinados por su supuesta misión transformadora. En otras palabras, luchan por lo que en Occidente -Bobbio dixit- llamamos democracias liberales, en las que el poder está efectivamente equilibrado y repartido y en las que los gobernantes no son los conductores e intérpretes permanentes de la sociedad, sino que proceden de partidos políticos, están sujetos a la crítica por medios de comunicación libres e independientes ni controlados por ellos mismos. La lucha de estas generaciones es por sociedades efectivamente secularizadas de igualdad y libertad.


Pero la factura que estas nuevas generaciones, mayoritariamente menores de 30 años, han tenido que pagar es alta. La lección de lo ocurrido en los países del norte del África es que no se sale fácilmente de dictaduras que empezaron en nombre de cualquier absoluto y terminan destruyendo tanto a los que las apoyan en nombre de transformaciones radicales como a los ingenuos que no se dan cuenta de que el ejercicio del poder totalitario es necesariamente corrupto. Hacer tambalear y marcar la caída del Régimen de Mubarak, terminar con el Gobierno corrupto tunecino, no solo han implicado una enorme cuota de muertos y de heridos, de actividades paralizadas y, por supuesto, carencia de alimentos, transporte, ingresos, sino sobre todo una enorme fuerza de espíritu dispuesta a afrontar incluso la muerte.

"Llevamos años sufriendo abuso de poder, corrupción y falta de oportunidades. Poco a poco, nos dimos cuenta de que no íbamos a ninguna parte, de que el tal futuro no tenía buena pinta. Sabíamos que a la gente la torturan en las comisarías. Luego mataron al chico en Alejandría y después llegó lo de Túnez, y pensamos que esta vez nosotros también podíamos hacer algo. Así empezó todo". Así resumió Sara el Demerdash, egipcia de 26 años, su postura a la corresponsal de El País en El Cairo.

¿Por qué se inflamó esta juventud después de décadas de anonadamiento? ¿Cómo los grandes conceptos de las democracias liberales se volvieron principios de acción? ¿Cómo las redes sociales se convirtieron en medios de comunicación para la protesta? Lo cierto es que la lección de democracia que los jóvenes del norte del África están dando a Occidente y a los latinoamericanos es sencillamente ejemplar.

alandazu@hoy.com.ec
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