"Atrapados en el ascensor". Como decía la canción de un pingüino en mi ascensor allá por 1985.
El miércoles 18 de julio a las 13.00 horas quedé con un amigo y una amiga en la Plaza del Conde de Toreno para ir a la piscina del Lago de la casa de campo... El plan era fácil, Metro plaza de España y en dos estaciones llegaríamos a la del Lago. Para ello sólo teníamos que coger el ascensor de la plazazuela donde comienza la calle Amaniel, bajar al andén de la estación de Plaza de España y usar las palabras rapidez y comodidad, pero el destino quiso que al momento de empezar a bajar el ascensor se parara primero... unas milésimas de segundo... y luego pegara un tirón y bajara de golpe otro tramo. Aquí ya gritamos todos por el sobresalto y por un momento deseamos que fuera a seguir funcionando con normalidad y todo esto se quedara en un susto de la tecnología. Pero no, era solo el principio de un agobiante viaje al centro de la tierra.
En el ascensor íbamos siete personas, hasta que no ocurrió el suceso ni me dí cuenta.. Ya se sabe que en los ascensores nadie se mira a la cara. Todos eludimos las miradas dirigiendo la vista al suelo, techo o paredes, supongo que es por estar obligado en tu destino a estar en una caja con gente que no conoces y que en pocos minutos no vas a volver a ver. El caso es que como nosotros tres nos conocíamos y el resto viajaba solo empezamos a hablar... Un par de minutos por si volvía a funcionar pero nada de nada.. así que decidimos apretar el "botón del pánico" nos contestó una señorita y nos comunicó que iban hacia allí los operarios del ascensor.
El tiempo pasaba y no oíamos nada en la oscuridad de la caja de metal solo con la luz de unos fluorescentes... Se oían ruidos de ascensor pero era el otro... el número 2 que funcionaba con normalidad. Al principio estuvimos distendidos y haciendo bromas pero al pasar el tiempo se nos acabó la sonrisa pues no nos decían nada de nada y el calor empezaba a crecer. Yo pedí que volvieran a apretar la alarma para que nos contaran algo. Se hizo, pero sólo se oía la señal de llamada una y otra vez, nadie respondía... Al fín lo cogió otra operadora pero no sabía nada de nosotros... Aquí empezamos a agobiarnos más porque ya habían pasado unos 25 minutos o más desde que comenzó todo.
Como son las cosas, por mi cabeza empezaron a llegar pensamientos negativos: "¿Aquí hay aire suficiente?", "¿nos moriremos de calor?", "¿y si se suelta el cable?" "¿este ascensor es hidráulico o no?". Intenté no pensar más en negativo y me senté en el suelo pues estaba empezando a notar mi corazón latir demasiado rápido. Necesitaba un poco de aire. Y no lo había.. En esa oscuridad entre cuatro paredes de hormigón.
Menos nosotros los demás estaban callados, más bien calladísimos. Supongo que la profesión se lleva por dentro, como dicen, y estaban todos metidos en nuestros pensamientos, buenos o malos, quién sabe. Mis amigos intentaron mantener una conversación y quitar tensión en el ambiente pero sólo conseguían enfadarme. Yo en el suelo hiperventilándome... Y pensando: "si yo no tengo claustrofobia, ¿por qué estoy así...? Estoy demasiado nervioso, no va a pasar nada Diego."
Mis amigos me notaron raro y me daban una conversación extraña sin sentido.. Así que los hice callar. "¡¡Silencio!!". Oímos voces que hablaban...Nos callamos para escuchar... se oía a dos personas gritar uno al otro: "¿Ya han salido no?" "¿los han evacuado ya, no?" Y de pronto todos gritamos "¡¡No!! ¡¡Estamos atrapados!! ¡¡Somos siete!!". Sin contestación...

Mi amiga Carmén se preguntó en alto que "si los humanos podemos llegar a la luna, ¿cómo no nos pueden sacar de un ascensor?". Unos 40 minutos después. Más calor eso parecía una sauna, ya no era ni gracioso ni experiencia ni nada, era un problemón. Oímos las sirenas de los bomberos... Yo pensé que si venían los bomberos es que algo complicado pasaba y ya me los imaginaba descolgándose por el hueco y practicando un agujero en el techo del ascensor para sacarnos en plan 'operaciones especiales' con helicóptero incluido.... ¡¡¡Pero que pasaba!!! Ruidos... Gente andar... Descoordinación entre unos y otros.. Personas discutiendo y nosotros en la caja de muertos...
El problema es que no encontraban a los técnicos de ascensores o estaban lejos de allí, según lo que oímos de los jefes de estación y, además, no sabían en qué tramo del ascensor estábamos. Ese ascensor tiene un recorrido super rápido cuando te montas pero en realidad esta bajando siete pisos a las entrañas de la tierra, a las entrañas del Metro línea 10. Alguien nos preguntó a gritos en que piso estábamnos y gritamos: "!No lo sabemos!!!". Esto estaba negro como la pizarra y el cuadro de mandos del ascensor estaba apagado, muerto. Yo seguía en el suelo intentando respirar...
Por fín frente a la puerta del ascensor escuchamos una voz que nos preguntó si estábamos por ahí. Le contestamos que éramos siete personas, por suerte, pues yo he llegado a bajar apretado como una sardina en ese ascensor a las siete de la mañana... nunca más claro...
La voz era la de un bombero que forzando la puerta de su piso consiguió abrirla y el ascensor se llenó de luz. Por desgracia estábamos entre dos pisos y sólo asomaban unos 30 centímetros a nuestros pies pero veíamos cabezas de gente y nos habían encontrado dentro de esa cañería. Había bomberos, policía, samur y personal del Metro y nos miraban con aire paternalista como si fuéramos unos inocentes perritos en una jaula. Para entonces otra chica que viajaba con nosotros también estaba en el suelo sentada conmigo 'muerta' de calor con una cara tan nerviosa como la mía. Me vieron en el suelo sentado y me preguntaron si estaba bien y asentí con la cabeza... "Que me saquen de aquí", pensé.
Los bomberos intentaron forzar la puerta de cristal pero no lo conseguían y nos pidieron que empujáramos también nosotros. Sin resultado positivo, no se abría...
Ya llevábamos más de una hora encerrados y aunque se veía venir el fin.. no parecía que fuese tan sencillo. A los bomberos se les ocurrió otra cosa y volvieron a sumirnos en la oscuridad al cerrar de nuevo su puerta. Pasaron unos minutos y el ascensor bajó dando unos trompicones pero otra vez se puso entre dos plantas... Se volvió a abrir la puerta y la luz volvió a entrar. Ahora no veíamos cabezas sino pies.
Un bombero forzó por la parte de arriba nuestra puerta y por fin esta se abrió y un chorro de aire fresco renovó al de nuestro cubículo.
Esto parecía el final. Los bomberos gritaron: "¡¡No toquéis más nada, que vamos a sacarlos por aquí!! ¡¡No toquéis más el ascensor!!" y uno de ellos se deslizó por el agujero y pasó al ascensor con nosotros.
Nos dijo que saldríamos de uno en uno y nos ayudaría a subir por el hueco entre las dos plantas. Sonaba bien aunque creo que yo he visto demasiadas películas catastrofístas con esa escena en la que cuando estas pasando por el hueco entre las dos plantas el ascensor empieza a descolgarse... y ¡charcutería al canto! Ufff.. Nunca pensé que yo podría estar en esa situación, salvando las distancias y el drama.
Ayudados por los bomberos primero salió mi amigo Óscar, que estaba frente a la puerta y ayudó a abrir la nuestra, luego un chico oriental que había estado mudo todo el tiempo pero que una vez abierta la puerta salió como alma que lleva el diablo... Luego mi amiga Cármen sonriendo como siempre, después una señora más mayor y a la que los bomberos tuvieron que subir entre varios por razones de peso. Le siguió la chica que acabó sentada en el suelo conmigo. Ya quedábamos dos, yo y otra chica que estaba allí con nosotros vestida con uniforme de Herz, creo, y me dijo que pasara yo pero le dije que no, que yo saldría el último. Todo esto por mi imaginación catastrofista, pensé, cuanto más espacio más rapidez para cruzar ese medio umbral. Aparte de la educación que por suerte es lo último que no perdí los nervios casi.
Así que después de ayudar a la chica de verde el bombero que estaba dentro con nosotros me pidió que pusiese el pie sobre sus manos y me impulsara para que otro me agarrara desde fuera y atravesara deprisa el hueco sin que me diera un golpe en la cabeza con el techo del ascensor. Es entonces cuando supimos que estábamos en una cuarta planta de siete en una especie de hueco de escaleras que rodean al ascensor. Me senté en un escalón e intente reponerme de todo, me preguntaron si me encontraba bien o quería que me viese el Samur pero yo quería olvidarme ya y dije que no. Bajamos tres plantas andando y llegamos al metro donde por fín pudimos continuar nuestro destino.
Por cierto, al volver de la piscina respiré todo el aire fresco que no tenía en mi aventura. A la vuelta por la tarde decidimos volver a coger el ascensor en este caso de subida para enfrentarnos a ello y no quedarnos con el sentimiento de miedo. Eso sí, el ascensor número 2 pues el otro seguía estropeado.
Para finalizar sólo una reflexión para que el Metro de Madrid tenga un plan rápido y viable de rescate en los ascensores que posee por las estaciones y que algo que debería haberse resuelto en unos minutos no nos llevara una hora y media con angustia y sin información.